Creaciones atractivas con productos sencillos en Arxiduc
Dos amigos de toda la vida aunaron ganas, ahorros y trabajo para poner en marcha, hace poco más de un año, su aventura personal en un buen espacio del barrio palmesano de Arxiduc Lluís Salvador
De nuevo, el esfuerzo de una pareja está haciendo méritos para encontrar un hueco propio en el negocio de la restauración. Dos amigos de toda la vida, nacidos en Venezuela, Ricardo Navarro y Alejandro Vivas, aunaron ganas, ahorros y trabajo para poner en marcha, hace poco más de un año, su aventura personal en un buen espacio del barrio palmesano de Arxiduc Lluís Salvador, aprovechando que ahí los precios son, todavía, algo más asequibles que en otras zonas de rentas disparadas.
Estos dos jóvenes, curtidos en establecimientos de renombre -Ricardo, el cocinero, formado en el Basque Culinary Center y en restaurantes notables de Madrid, Ibiza y Andalucía, y Alejandro, sumiller y camarero, ha pasado por Marc Fosh y Berasategui-, se han hecho con un local acogedor, de decoración sobria y agradable, coloridas baldosas hidráulicas y -reto pendiente- acústica mejorable, donde ofertan una cocina bastante clásica en producto, trabajada, detallista, que tiene el mérito de transformar productos normales en creaciones atractivas y sabrosas, como el guiso de oreja o su lengua tonnata. No es de extrañar que en el año que llevan abiertos hayan conseguido una más que aceptable respuesta por parte de una clientela variopinta con bastante componente autóctono.
Sólo abren por la noche, porque es la única manera de atender convenientemente (tan sólo cuentan con la ayuda de una persona en la cocina para la intendencia), y Alejandro dedica tiempo a cada mesa para explicar con detalle su oferta.
En nuestra visita, probamos diferentes platos, algunos en medias raciones, opción conveniente para aliviar estómago y bolsillo. Las sencillas patatas bravas se habían transformado en deliciosas milhojas recubiertas de una atractiva salsa agridulce (12 euros). Magnífico el carpaccio de picanha, ligeramente ahumado, con huevo de codorniz y crema de aguacate, suavemente picante (12 euros, media ración). Bien conseguido el pastrami en láminas finamente cortadas, ensalada de lombarda y delicada mayonesa de estragón para nutrir los bollitos de pan blando con los que se acompañan (13 euros, media ración). Y sobresaliente el guiso de raya con calabaza confitada, pipas, cardamomo y azafrán, de delicioso sabor (20 euros). Lo mejor de la cena.
Carpaccio de picanha con huevo de codorniz.
Algunos de sus platos son claramente prescindibles, como fue el caso de los calamarines, acompañados de sabrosa mayonesa de estragón, pero de fritura excesiva (9/17 euros). Buenos postres caseros, como los delicados y estéticos bombones de chocolate con sal, trufa, pistacho y avellana, o la tarta que homenajea a la que elaboraba la abuela del cocinero.
Los vinos son parte notable de este restaurante. Carta muy cuidada, con etiquetas de zonas variadas, mayoritariamente de productores ecológicos. Alejandro Vivas es un gran aficionado y conocedor, y ha elaborado una propuesta muy bien seleccionada que sorprende por su nivel y calidad. Más de un centenar de etiquetas españolas, de Rioja, Ribera, Priorato, Toro, Bierzo, Rias Baixas, Ribeira Sacra, Valdeorras, Ribeiro, Rueda, Valencia, y algunos franceses e italianas, a precios bastante razonables, que lógicamente suben de forma notable en algunos de los caldos más selectos.
Abundan los ligeros de graduación moderada, con personalidad. Entre los mallorquines, unos cuantos de variedades en recuperación, como la gorgollassa de la pequeña bodega de Grau Gran, de Alaró, suave, ligero, que fue ganando en boca a medida que se aireó (34 euros).
Interesante restaurante, de elaboradas y originales creaciones, que muestra la creatividad de sus dos propietarios. Otra dirección a tener en cuenta en este Arxiduc Lluís Salvador en ebullición que va ampliando paulatinamente su atractiva oferta gastronómica.
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