Creo que pocas veces se habrá recibido con tanta satisfacción el relevo que se ha producido en Ca’n Nofre, restaurante que durante más de seis décadas ha sido referencia notable en la cocina tradicional mallorquina. En esta sección le hicimos una reseña a finales del pasado año, donde comentamos que el establecimiento fundado en 1962 por Nofre Munar y llevado hasta ahora por su hija Catalina mantenía un buen nivel. Pero muy poco después, llegaron los rumores de que la propietaria no iba a continuar porque su hijo prefería emprender otros rumbos profesionales.
Afortunadamente, solo unos meses después, conocimos la agradable noticia de que un experimentado cocinero como Rafa Martínez, discípulo de Tomeu Esteva, de larga trayectoria en fogones de hoteles, restaurantes notables y proyectos propios, como Es Canyís y La Fonda de Sóller, había llegado a un acuerdo para tomar el relevo en Ca’n Nofre. Una noticia que asegura una nueva vida para esta histórica casa de comidas de la calle Manacor. Y, a juzgar por la aceptación de la clientela, no ha podido ser mejor. Cuando fuimos a almorzar entre semana, el restaurante estaba lleno, con comensales que se notaba que eran habituales en la casa, y otros atraídos por conocer cómo se iniciaba esta nueva etapa. Rafa Martínez parecía ese día un joven aspirante con ganas de agradar, tomando la comanda, transmitiéndola a la cocina, llevando los platos a las mesas, charlando con la gente, con una increíble intensidad. Rezumaba ganas de quedar bien con su nuevo hogar y su nueva clientela, lo que es de agradecer.
Buen frito de cordero.
Cocina tradicional, bien elaborada, muy bien servida, y con todos esos detalles habituales en la casa. Ha mantenido el mismo personal, y el restaurante sigue transmitiendo la agradable sensación de cuidado por el detalle que se percibe en las mesas, vestidas con buenos manteles y servilletas de algodón, cubiertos que cambian con cada plato, incluidos los de pescado, y la misma propuesta de cocina mallorquina que ha caracterizado Ca’n Nofre. Mantienen los estupendos aperitivos de aceitunas de olivas, coca de trempó dulce y el excelente pan moreno para mojar con aceite. Y, en mi caso, mejorados por un delicioso vermut casero -rojo, pero lo tienen también ajerezado-, con aceitunas y naranja, espléndido para comenzar.
Su menú de mediodía supone continuidad absoluta con lo que se hacía hasta ahora en esta casa. Apenas ha variado de precio, 23€ (22,5€ a final del año pasado): el día de nuestra visita, sopa de bollit amb pilotes; frit de xot, y ensalada de roquefort con aguacate. Y de segundo, un rotundo bollit mallorquí, que tan escasamente se encuentra en la oferta gastronómica de la isla, y un rostit humit de pollastre con patatas. El hecho de que el restaurante estuviera lleno había provocado que las existencias fueran menores de lo previsto, porque cuando nosotros solicitamos el apetecible bacalao al horno con alioli, que era otro de los segundos, se había terminado. Rafa nos ofreció sustituirlo por un mero, cocinado exactamente igual, con alioli y patatas panadera, que estaba magnífico de punto y sabor.
Postre casero.
Los postres, todos caseros, incluidos en el menú al igual que los aperitivos y copa de vino o agua. Ofrece una amplia posibilidad de elección: gató con helado de almendra; pastís de poma y de queso; greixonera de brossat; pudin de ensaimada y cardenal. Una propuesta excelente que justifica la visita. En la carta ofrecen también otros platos interesantes, como sesos a la romana, callos con tap de cortí, lengua con alcaparras, algunos pescados, paletilla de cordero confitada y lechona al horno.
El restaurante abrirá simplemente a mediodía. Por las noches, sólo en citas puntuales y previamente concertadas. Buena impresión la de esta nueva etapa. De momento, todo como estaba, con la garantía de un cocinero experimentado al frente del proyecto para asegurar su futuro. La mejor noticia para los muchos clientes de este restaurante.
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