Apel·les Mestres, el bosque vivo y un pavo relleno

Sopa de letras

Imagen de un pavo relleno recién cocinado.

TW
0

Sopló Astarot por encima de la mesa y, en un abrir y cerrar de ojos, la carcomida bayeta verde que la cubría se convirtió en unos blancos y finísimos manteles; los libros y los papelotes, las plumas y el tintero... Todo fue transformado en piezas de elegante vajilla, copas de purísimo y casi invisible cristal, de tan trasparente que era. Un monumental pavo, dorado como un pan de miel y exhalando un voluptuoso perfume de trufas, canela y nuez moscada, ocupaba el centro de la mesa, siendo su guardia de honor toda suerte de fiambres, frutas y pasteles de todas formas, medidas y colores, a cual más apetitoso.

En cada ángulo de la mesa se habían apostado piquetes de coraceros con cascos dorados o plateados y ofrecían botellas que contenían los más aromáticos vinos y licores de dondequiera país en la tierra y todos ellos de venerable edad... Dijo Astarot sonriente que estaba por ver que cristiano no sería capaz de comerse aquel pavo aunque hubiera sido con plumas y todo o aquel salmón que todavía se podía ver fresco y coleando o aquel pan tan blando, en forma de espiga…». Pertenece este texto al libro que recoge los cuentos de Apel·les Mestres, nacido en Barcelona en 1854, que muy joven ya sintió la inquietud de su noble personalidad cultural, el arte y la literatura, el dibujo y la narrativa.

Fue insuperable ilustrador y originalísimo narrador y poeta, destacando en este segunda faceta con su obra Liliana y como narrador con sus fantásticas historias de los bosques y las noches de leyenda. Murió en la ciudad condal el 18 de julio de 1936. ¡Qué cosas! Y yendo a la receta, tomemos un pavo de dos kilos, limpio, sin cuello, alas ni patas. Procedemos luego a pasar por la máquina de picar medio kilo de lomo de cerdo, una cebolla, tres dientes de ajo, sesenta gramos de butifarra y tres zanahorias peladas.

Apel·les Mestres.

Ponemos en una sartén una taza de manteca de cerdo y sofreímos dicha mezcla, sazonándola con una cucharadita de pimienta dulce y otra de sal, sesenta gramos de uvas pasas, treinta gramos de piñones, una cucharadita de canela y otro tanto de nuez moscada. Una vez todo ello rehogado y regado con un vasito de vino blanco, colocamos el pavo en una cazuela, lo rellenamos con la mezcla, lo cosemos, lo bañamos ligeramente en zumo de limón y lo metemos en el horno.