Divertido y diferente en un espacio atípico

Lechonisima

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Calma y Caos es un restaurante sorprendente, instalado en el interior de la antigua pastelería Rívoli, con mesas en lo que era zona de venta, adornada por espejos y lámparas clásicas, y otras dentro del obrador, entre hornos e instrumentos de trabajo, que le imprimen un ambiente íntimo, relajante. Y es, sobre todo, un restaurante divertido, diferente, empezando por los curiosos nombres con los que han bautizado sus elaborados platos.

Al frente de este original y atípico establecimiento se encuentran dos experimentados cocineros que, tras navegar por numerosos fogones ajenos, han emprendido su propia singladura con ambición tranquila, ayudándose de una original divulgación en redes sociales, con vídeos que comunican bien su llamativo proyecto: Iván Crespo, bien conocido en su época del Garrigó, de Bunyola, y Carlos Hubert, chef en Lume & Co, La Meme, Kanalla, y anteriormente en Cas Cotxer y Rodeo Grill. Ivan tenía relación con los antiguos propietarios de la pastelería Rívoli, que acababa de cerrar, y tras unas cuantas conversaciones, llegó a un acuerdo para alquilarles el local en este Calma y Caos.

Festín de Loki.

Y, de este modo, iniciaron su proyecto personal en este restaurante de autor de tan particular denominación, en el que sus dos artífices han diseñado cartas y menús tan originales como atractivos. Todos los nombres de sus platos son divertidos: Donald duck finish (empanadilla de pato confitado), Balear roll (rollito de almendra relleno de lombarda), Bonsoir París (croquetas de setas, cabrales y avellana), Festín de Loki (salmón curado sobre crema de guacamole), Airbag (tartar de vaca rubia), Puerta de San Pedro (tiradito de gallo de San Pedro), El Gran Azul (caballa asada a la sal). Algunos dan algún indicio de lo que ofrecen, como el Mar de Hubert -apellido de uno de los cocineros-, que es un ravioli crujiente de centollo gratinado con alioli de algas negras y caviar sobre puerros confitados.

O el Rock & Cod, bacalao a la triple cocción macerado en una picada de romero y gratén, acompañado de alcachofa asada y patató. O la Bassatouille, en la que juegan con el nombre inglés de la lubina y la ratatouille isleña. Lechonísima anticipa un cochinillo extremeño -homenaje de Ivan de Crespo a su tierra natal- asado a baja temperatura, que sirven en lingote con salsa de granada, oporto y puré de boniato. O la original caldereta de ciervo, añeja receta también extremeña, que responde al nombre de Bambi’s Mom, de cocción alargada, puré de boniato y salsa de cereza negra; y Capas de Placer es una lasaña de carrillada de ternera y salsa de miel.

Platos trabajados, complejos y originales. Como lo son sus postres: Cheesecake Experience exquisita tarta de queso tierno; Pecado Original, con su particular ‘fruta prohibida’; o un intenso fin de fiesta de chocolates en un singular vasito de metal, denominado Sustituto del Sexo.

Un acierto que sugieran acompañar los postres con una selección de vinos dulces. Desde Pedro Ximénez a oporto Kopke, Romate Cream, o un Dolç de Sa Vall. Su oferta de vinos es limitada, y con precios algo pasados (Carmelo Rodero crianza a 75€, cuando en tienda cuesta menos de 25).

Muchos de sus platos los integran en menús específicos que posibilitan disfrutar más ampliamente de su atractiva cocina. Un menú denominado Calma y Caos, y otro dominical, Sunday or Not to be, ambos a 49€, siete pases, y otros aún más amplios (Rívoli, nueve pasos, 69€) y Chef’s passion, de 11 pasos, 99€, sólo disponibles en las cenas. Durante la semana proponen un menú Ejecutivo, en el que varían contenidos a diario (cinco pasos, 35€), que les está funcionando bien en los pocos meses que llevan abiertos.

Cheesecake experience.

Interesante propuesta la de estos dos cocineros, que han diseñado una carta trabajada, original, simpática, y en un entorno y ambiente agradable y de muy cuidado servicio.