Semana Santa 2025

Tradición y sabor en la mesa: los secretos de los pasteleros para elaborar 'crespells' y 'robiols' esta Semana Santa

Estas joyas gastronómicas de Mallorca permiten reunir a familias para mantener recetas ancestrales o innovar con nuevos sabores durante estas celebraciones

Los crespells son típicos de la Semana Santa en Mallorca | Foto: M. À. Cañellas

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La gastronomía de Semana Santa en Mallorca representa uno de los patrimonios culturales más valorados de la isla balear. Durante estas fechas festivas, las familias recuperan tradiciones que convierten la elaboración de dulces típicos en un auténtico ritual. Los protagonistas indiscutibles de esta tradición son los robiols y crespells, piezas de repostería que trascienden lo culinario para convertirse en símbolos de identidad cultural.

Estas exquisiteces no solo destacan por su sabor, sino por su capacidad de reunir a generaciones enteras alrededor de la mesa. Según los expertos en tradiciones culinarias, más del 60% de las familias mallorquinas elabora estos dulces al menos una vez durante la temporada pascual, manteniendo viva una herencia que se remonta a varios siglos atrás. Antoni Contreras, reconocido escritor y colaborador de Ultima Hora, ha dedicado parte de su carrera a investigar los orígenes de la repostería tradicional mallorquina. En su obra Capítols dolços de cuina mallorquina, Contreras establece conexiones fascinantes entre los robiols y la festividad judía del Pésaj, cuya similitud con la Pascua cristiana podría explicar la adopción y adaptación de estas recetas.

«El mundo clásico celebraba por aquellos tiempos un ciclo festivo en honor a Ceres», explica Contreras. Esta fusión de tradiciones religiosas y paganas ha resultado en lo que hoy conocemos como robiol, un dulce que ha trascendido sus orígenes para convertirse en parte fundamental de la identidad gastronómica balear.

Las recetas tradicionales: ingredientes y preparación

María Taberner Tomás, en su libro Els dolços de madò María, ofrece una de las recetas más apreciadas para la elaboración de estos dulces. Para la masa de los robiols, se requieren 1 kilo de harina floja, 350 gramos de manteca de cerdo, 50 gramos de azúcar y un poco de leche. El relleno tradicional combina 500 gramos de requesón, dos yemas de huevo, 300 gramos de azúcar, una cucharadita de azúcar vainillado y una cucharada de caramelo de azúcar.

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En cuanto a los crespells, la receta clásica incluye 350 gramos de manteca de cerdo, una tacita de agua, otra de leche, 200 gramos de azúcar, una tacita de aceite, dos claras de huevo y la harina que absorba la mezcla. Taberner también sugiere una variante con dos tacitas de anís para quienes prefieran este aroma característico.

Aunque la tradición mantiene su fuerza, la repostería mallorquina ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos. Los robiols clásicos se rellenan de membrillo, cabello de ángel, crema o confituras caseras, pero en los últimos años se han popularizado versiones con chocolate, chocolate blanco e incluso dulce de leche, ingredientes que pueden encontrarse fácilmente en supermercados.

Los crespells han experimentado una evolución especialmente notable en sus formas. Si bien las tradicionales figuras de flor, corazón y estrella siguen siendo populares, la oferta se ha ampliado con moldes que representan peces, dimonis, la silueta de la isla de Mallorca y otros diseños que atraen especialmente a los más pequeños, convirtiendo la elaboración de estos dulces en una actividad familiar ideal.

Para quienes no disponen del tiempo necesario para elaborar sus propios robiols y crespells, Palma ofrece numerosas pastelerías y hornos tradicionales donde degustar estas exquisiteces. Establecimientos como el Horno Reina María Cristina, Forn Fondo, Fornet de la Soca, Horno Santo Cristo, Pastelería Ángel, Ca na Teresa, Ca na Cati, Pastisseria Mallorca y Pastissería Real mantienen viva la tradición durante todo el año, aunque es en Semana Santa cuando su producción alcanza su punto álgido.

La tradición de los robiols y crespells representa mucho más que una simple receta: es un vínculo intergeneracional, una expresión cultural y un motivo de orgullo para los mallorquines. En un mundo cada vez más globalizado, estas tradiciones gastronómicas continúan siendo un anclaje a las raíces y una forma de celebrar la identidad local, convirtiendo la mesa en un espacio de encuentro donde el pasado y el presente se funden a través del sabor.