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Guillem Colom i Ferrà, laureado poeta de Sóller y perteneciente a la Segunda Generación de la llamada Escuela Mallorquina, con su temperamento neorromántico, llevaba al editor en 1950 su obra El Comte Mal, poema en doce cantos, que tuvo en su momento una gran repercusión. Entre sus páginas hallamos unos versos que dicen: «Aquí (los fríos) son otra cosa./ Aquí son agua de rosa/ las nieves de invierno. En la montaña, año de nieves es año de bienes./ ¿Veis esta sierra áspera?/ Pues en invierno, tan pronto llega/ el tordo mayor y la griva,/ cuando los neveros ya suben a ella –y yo delante–, tiempo de nieve.»

Neveros, en castellano, los nevaters en catalán, que el mismo autor nos explica que «eran los que en pleno invierno recogían la nieve de las alturas de la isla (Puig Major, Massanella, l’Ofre, el Teix y Galatzó) amontonándola en grandes depósitos excavados en la tierra, revestidos de pared seca y cubiertos con techumbre de ramas y carrizo». De ahí el agua de nieve que era trasladada a la ciudad para su venta, tanto por ser un refresco anterior al invento del hielo industrial como con fines medicinales, lo que elevaba su precio. Aquel trabajo tenía, como dice el poeta, sus riesgos: «¡Arriba el ánimo! ¡Que el día pasa!/ ¡Arriba con la niebla blanca!/ La nieve cae espesa i vibra como cristal volador…/ Ni nieve ni viento, nada nos para./ Y una vez sobre áspera altura,/ tal como presos de oradura, /¡A recoger nieve con la pala, del Esclop de Galatzó!»

Curiosamente, esclop es zueco o zapato de madera, que calzaban aquellos hombres, con tanto riesgo de resbalones y caídas. Todo junto puede llevarnos a la cocina, donde preparar la oportuna receta evocativa: Espuma de naranja, proporciones para cuatro sorbetes. Pelamos tres naranjas a las que añadimos una con la cáscara, además de dos cucharadas soperas de azúcar disuelto. Lo picamos y reducimos a puré. Luego batimos una clara de huevo y lo mezclamos con lo anterior, trabajando la pasta obtenida con una espátula. Finalmente lo cubrimos con dos vasos de agua helada. Lo removemos unos instantes y lo servimos. La receta es antigua, según algunos, del XVIII.