Zumo de fruta fresca, mejor que cualquier refresco azucarado. | GUIDO ROESEN - GOURMECANA - 2598

TW
0

La nutricionista Concepción Martínez ha comparado un zumo de naranja con un refresco azucarado cualquiera, añadiendo que se debe evitar en un típico desayuno español. También tiroteó a la bollería y el pan de molde industrial, diciendo que ambos se deben evitar a toda costa. Estoy de acuerdo con lo que dice de este pan y bollería, pero es un disparate inaceptable decir que el zumo de una naranja fresca sea tan indeseable como un refresco azucarado. Cualquier médico nos dirá que siempre es mejor comer una naranja (u otra fruta) que simplemente beber su zumo. La fibra de una fruta está en la pulpa, y si la rechazamos también tiramos la fibra. Pero con estos datos en la mano, es una burrada sacar la conclusión de que el zumo de una naranja es una bebida basura. Nunca lo ha sido y nunca lo será.

En lugar de decir animaladas sobre el zumo de la naranja e intentar privarnos del placer que esta bebida nos da en el desayuno, la nutricionista debería dar consejos para aprovechar la pulpa. Si la recogemos del exprimidor con una cuchara y la añadimos al zumo, entonces tomamos también la pulpa: zumo más pulpa es una bebida perfecta. Y se puede raspar más pulpa de la mitad de la naranja exprimida. Así no hay dios (ni nutricionista) que nos pueda llamar la atención. Y un zumo sin pizca de pulpa sigue siendo una parte muy saludable del desayuno. No dude en tomarlo. El cuerpo lo agradecerá.

Pero el pan de molde y la bollería de polígono sí se deben evitar como una pandemia, porque emplean una harina blanca que ha sido molida a la enésima y pierde una gran parte de su valor nutritivo. Sin embargo, ese problema se puede corregir de la manera más sencilla: comprando en las panaderías artesanales pan mallorquín moreno y blanco. Así vamos más que seguros. En cuanto a la bollería, tenemos que aplicar la misma regla: siempre de panaderías con horno. Y para comprobar que sea un buen consejo, basta utilizar la regla de la ensaimada o la magdalena. En el mismo desayuno pongamos en la mesa una ensaimada artesanal y otra de polígono. En otro desayuno, lo mismo, pero con magdalenas. Catándolas así, se verá claramente que la calidad siempre vale la pena y su precio. Y si este precio es un problema, entonces comerlas solo los fines de semana. El cuerpo lo agradecerá.