Albert Borguny, un gato comilón y los suspiros del fraile.

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El poeta, dramaturgo y artista plástico Albert Borguny Castelló nacía en Palma el 18 de agosto de 1707 y fallecía en esta misma ciudad el último día de julio de 1770. De carácter inquieto, se conocen, sin embargo, pocos datos de su vida. Profesó en el convento de Santo Domingo como fraile lego y escribió obras de teatro como la Comedia famosa del glorioso San Cayetano y versos cómicos como los dedicados al unicornio del convento, la fiesta del Call o la creciente población de gatos, entre otras ocurrencias. También trabajó en la elaboración del retablo mayor de la iglesia de Santa María del Camí, en el de la parroquia de la villa de Sencelles, dedicado a San Pedro, y también del que se ubicó en Santa Eulalia de Palma, entre otros cometidos, como la ornamentación de capillas o la restauración de órganos.

Furió critica que abusa en las decoraciones arquitectónicas de un tipo de columna «toda colgada de uvas, berzas, calabazas y otras frutas», pero era su estilo, no ajeno a su barroquismo gastronómico que pone en evidencia en una de sus piezas humorísticas titulada Breve y sustancial noticia de los enormes delitos de un famosísimo gato del convento de Santo Domingo, sentenciado a muerte sin remisión, ya que el tal felino que vive en las buhardillas baja a la despensa para apoderarse de cocas y ensaimadas, quesos tiernos y curados, uvas pasas e higos secos, sobrasadas y butifarrones, longanizas y blanquitos, pastas y rosquillas, buñuelos y manjar blanco, botes de confitura y tarros de miel…

Y lo que pudiera terciarse, como los ‘suspiros de fraile’, famosos en la repostería conventual y que les propongo preparar del siguiente modo: Freímos cuatro rebanadas de pan sin corteza a fuego medio en aceite de oliva y cuando están doradas, las escurrimos sobre papel de cocina absorbente para que se liberen de la grasa que sobra. Seguidamente ponemos en una cacerola una cucharada de harina, tres yemas de huevo, cien gramos de azúcar y un vaso de leche, todo lo cual cocemos a fuego medio y removemos seguido hasta que la mezcla se espese. Una vez enfriada la crema, sólo nos queda extenderla sobre las rebanadas de pan frito.