Han logrado una especial fortuna y reconocimiento los mantecados y los polvorones.

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Nuestras fiestas navideñas tienen como rasgo esencial un elevado consumo de postres dulces. Al rigurosamente obligado turrón, han venido sumándose otras pastas de origen andaluz, como el alajú, el alfajor, los hojaldres de Osuna o las tortas de Motril. Entre estos han logrado una especial fortuna y reconocimiento los mantecados y los polvorones. Los orígenes de ambos se vinculan con las recetas denominadas Hadîdât y Fâlûdhaj pertenecientes a un manuscrito anónimo del siglo XII sobre la cocina andalusí durante la época almohade.

Sus fórmulas incluyen harina de trigo tostado, miel reducida y aceite. La primera incluye pimienta y especias aromáticas sin determinar, mientras que la segunda lleva azafrán y almendra molida. Lógicamente tratándose de dos pastas árabes no llevan manteca, pero si apuntan ya una de las diferencias fundamentales entre unos y otros: la almendra, que no figura en los mantecados, pero sí en los polvorones.

Los mantecados parecen ser los de más antigua raigambre. En el estepeño Convento de Santa Clara señalan conservar documentación antigua donde consta la elaboración de ‘Mantecados de Estepa’ ya en el siglo XVI, así como haber contratado confiteros para atender la demanda que les llegaba desde Sevilla o Madrid. Por entonces debían ser las sencillas tortas con manteca, probablemente idénticas o muy parecidas a las mencionadas por el cordobés Luis de Góngora (1561-1627) en el poema encabezado por el verso «Hermana Marica». A esta primacía del mantecado sobre el polvorón, parece dar la razón que la definición de Mantecado por la Real Academia de la Lengua aparezca desde 1737, aunque sin identificar procedencia alguna. En este sentido resulta más decisivo el título de unas tortas que en 1740 identificaban su inequívoca procedencia como ‘Tortas de Morón’, espolvoreadas de sésamo o ajonjolí y bien diferenciadas de las apátridas ‘Tortas de polvorón’.

Conservando el nombre inicial de Coquetes de Morón o su traducción directa como ‘Tortitas de Morón’, podemos verlas en dos de los recetarios que circulaban por Mallorca entre la segunda mitad del siglo XIX y el primer tercio del XX. La composición más antigua podemos verla recopilada en una llibreta de cuina mallorquina, datada entre 1866-1890, donde aparece junto a una receta de ‘Mantecados’. Sus ingredientes fundamentales, harina, huevos y azúcar, son idénticos e intervienen en las dos con las mismas proporciones, si bien las Coquetes se diferencian por llevar además huevos, ralladura de corteza de limón y canela. La segunda receta pertenece al texto titulado Recetas Culinarias. Cocina Mallorquina. Colección de recetas útiles, para cocina, pastelería y repostería. Sus pretendidos autores dicen ser ‘varios cocineros de casas principales de Mallorca’. Esta segunda resulta notablemente escueta y menos detallada, especificando apenas sus ingredientes y procedimiento de elaboración. Forma parte del grupo de pastas que nuestra repostería local fue incorporando, adaptándolas a las normas, costumbres y gustos locales entonces vigentes.