El ‘variat’ que permite saborear siete tapas. | Esteban Mercer

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Cuando los restaurantes y bares volvieron a abrir, quería ir a Bodega la Rambla en Vía Roma para tomar un variat y un par de tapas. Una mañana, poco antes de las diez, paré para mirar el horario pegado a la pared. Un hombre de mediana edad esperando en la puerta me dijo: «Abren a las diez». Le pregunté si iba a entrar. Me dijo que sí. Así son algunos clientes asiduos de Bodega La Rambla: están esperando para que el bar abra a las diez de la mañana.

No es de extrañar que así sea, porque aquí sirven las mejores tapas españolas desde que Roberto Pérez lo abrió en 1940. A sus clientes sólo les interesaron la tradición: no querían saber nada de las tapas nuevas, de los disparates que hacen algunos de los cocineros creativos. Pero no son solo los viejos fieles que van llenando ese bar año tras año.

Cuando fui el domingo pasado tuve el grato placer de ver niños con sus padres, y grupos de veinteañeros. Después de poco más de 80 años sirviendo las mejores tapas españolas, las nuevas generaciones van descubriendo esa bodega emblemática. Jero Pérez cogió las riendas de su padre en 1995 y su hijo Miguel (26 años) trabaja en la sala: el relevo generacional, y la tradición, están garantizados.

Aquí siempre empiezo con un variat, esa forma de comer tapas que es única en Mallorca: los peninsulares no lo entienden… hasta que les explican su razón se ser. Con un variat probamos siete tapas y así podemos juzgar y decidir las que preferimos. Hay clientes asiduos que piden variats personalizados, pero yo escogí el de la carta (9 euros) y me sirvieron ensaladilla, buñuelos de pulpo, champiñones, merluza rebozada, calamares a la romana, coliflor rebozada y pica pica de sepia.

Merluza rebozada y calamares a la romana.
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Al ser un cliente nuevo, me hubiera impresionado los buñuelos de pulpo por su sabor y punto de crujiente, la riqueza de algo tan sencillo como trocitos de coliflor rebozados, y la sepia del pica pica, tan blanda como mantequilla en un día de agosto. Pero sobre todo hubiera flipado con los calamares a la romana y la merluza rebozada y hubiera pedido tapas pequeñas de cada… que es lo que hago siempre.

Las tapas de la freidura son las mejores que jamás he probado. Y por una razón muy simple: no se fríen hasta que la comanda llega a la cocina. Así van a la mesa directamente de la freidora. En otros bares fríen una tanda de rebozados y se queda encima del mostrador hasta que los clientes lo piden. La primera tapa de mi vida fue calamares a la romana y la comí hace 60 años en Bodega La Rambla, dos horas después de aterrizar en Palma.

Los mejillones en media concha con alioli.

Los calamares del domingo (4,70 euros) siguen siendo los mejores que conozco. Lo mismo digo de la merluza (3,55 euros). Quería pedir algo que jamás he comido aquí y escogí mejillones con alioli (8 euros) montado al momento, los mejillones inflados y jugosos. Había tirado cuatro balones a la portería, marcando un cuarteto de goles que se merecen el Balón de Oro.

Para comer esas tapas tan especiales, se tiene que evitar las horas punta: más vale ir tarde (como hice yo) o temprano… aunque eso no significa estar en la puerta esperando a las 10.