Maribel, con una quiche de espinacas.

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Cuando una amiga inglesa me habló del plan de Boris Johnson de inyectar centenares de millones de libras en la economía británica dando un descuento del 50 por ciento en los platos de restaurante con un precio máximo de 20 £, pensé enseguida en lo que ocurrió en 1991, y también en los comentarios que todos hacemos cualquier día de cualquier año: cuesta mucho comer en los restaurantes. Hace 60 años todavía era posible comer bien y barato en los pueblos y hasta en el centro de Palma. Ya no hay nada barato: lo máximo a lo que podemos aspirar hoy día es que el precio de comer fuera sea asequible. Muchas veces lo que pagamos es abusivo. Y no siempre comemos bien. Es un problema que los restauradores tendrán que estudiar y resolver.

Ahora vamos al año 1991 y a un bistro parisino, que nunca es una mala idea. Por aquellos años los asiduos del bistro de los hermanos Philippe y Marc Delacourcelle no se cansaban de decirles que se comía de maravilla ahí. Pero los hermanos lamentaban que nadie tenía que hacer cola para entrar en su restaurante. Después de analizar su negocio con lupa, para buscar una manera de atraer a más clientes, decidieron hacer algo que nadie había probado jamás: de un día para otro, cortaron los precios de todos sus platos en un 20 por ciento… pero sin tocar la calidad ni las raciones. La idea era ofrecer verdadera gastronomía de altos vuelos a precios asociados con lo antiguos bistros de París. Querían ofrecer un menú a nivel de restaurantes con estrellas pero con un precio que la mayoría podía pagar.

El steak tartar con patatas fritas.

Cuando el periodista Sebastian Demorand hizo un comentario en la revista Zurban sobre las gangas de los hermanos Delacourcelle, bautizó esta filosofía culinaria con una palabra nueva: bistronomie, una combinación de ‘bistro’ con el sufijo ‘onomie’ de gastronomie. Así de bueno se comía en el bistro de los hermanos Delacourcelle: platos de excelente nivel y ahora con un descuento del 20 %. El concepto, como puede imaginarse, tuvo una aceptación instantánea y la palabra bistronomie estaba en los labios de todos… y muchos bistros bajaron sus precios y se subieron al carro.

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La crisis

Desde la última gran crisis económica de 2008, que tocó (y sigue afectando) a casi todos, algunos restauradores palmesanos han podido sacar platos decentes de 7-9 € y menús del día excepcionales que no pasan de 16 €. Uno de los menús que se acerca mucho a la idea de la bistronomie de Delacourcelle está en La Bodeguita del Centro de calle Carmen (Tel:971-495259), donde Maribel Moll, casi solita, hace un menú memorable a 15,90 €, que cambia dos veces por semana. Pero hay platos que se ofrecen todos los días del año… a petición de los clientes. Hay un ganga increíble para los amantes de la carne roja. Dos personas que comparten cada plato pueden comer una quiche de espinacas, canelones de carne, un steak tartar, un entrecot de 250 gr, dos postres caseros y dos cañas por 34,80 €, que incluye un suplemento de 3 € por el entrecot.

El flaó que valía un 10.

El steak tartar de Maribel es de lo mejor que conozco y sus postres son de primerísima clase: un flaó de la semana pasada valía un 10. He comido su steak tartar tres veces y siempre saca un 10. Ni los hermanos Delacourcelle pueden competir con platos de esta envergadura y estos precios.

Con la crisis económica que se nos avecina como parte de la nueva normalidad dictada por la COVID-19 (será espantosa) los cocineros y los restauradores tendrán que copiar a los hermanos Delacourcelle: sacar la calculadora para ver si lo que gastan en género tiene una relación equitativa con los precios en su carta. Y si no, habrá que hacer cambios… o morir.