Isabel de Juan Valls | Profesión: Interiorista. | Principales aficiones: Entrenamiento, navegar y jardinería. | Una pasión: Las antigüedades. | Eugenia Planas

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Como un faro en la tormenta. Así veíamos esas casas de antaño y admirábamos a sus propietarios, los que las mantuvieron como única señal de identidad de un paraje que sucumbió a la marea especulativa, la que arrasó pinares y calas tantas veces llevadas al lienzo. Las tres casas del mismo enclave son los tesoros de un naufragio de cemento.

Isabel de Juan nos muestra el interior de esta poética villa que tuvo su terraza a pie de mar. Rafael Valls, el abuelo de nuestra anfitriona, hizo construir esta casa en 1952. La casa de veraneo estaba pensada para albergar tres viviendas cuando las hijas de Valls crearan una familia.

«De niña, era la casa de mis abuelos y yo repartía los días de veraneo entre la finca de familia y frente al mar. Los vecinos tenían sus llaüts amarrados frente a la casa. Ha sido la casa de veraneo hasta que mi prima y yo decidimos acondicionarla para vivir todo el año».

La huella del pasado

La vivienda, rodeada de jardín, se divide en tres pisos y la planta noble. El interior es una profusa combinación de elementos decorativos en los que se percibe la huella de sus moradores. De Valls se denota su sensibilidad en los arcos que sustentan el espacio dividido en cuatro ambientes. Allí resta el cuadro de una batalla naval y un reloj de pared que Valls adquirió en Londres. El diseño de la chimenea del salón de invierno es obra del padre de Isabel, el reconocido decorador Andrés de Juan. Igual que su hija, atendió a sus necesidades y predilecciones y adquirió antigüedades que decoran todos los rincones de la casa.

Su pasión son las antigüedades.

En una sala de verano en rotonda donde se unen sofá de los años 70, sofá Chester y otro diseñado por Isabel con aire marinero, y ante dos inmensos puf que hacen las veces de mesas de centro, charlamos con la diseñadora. «He quitado las cortinas de damasco y he tamizado la luz. Como interiorista tengo cierta obsesión por la iluminación. Los focos empotrados no son de mi agrado, prefiero luces indirectas y tiras de led. Aquí los focos en el suelo destacan la belleza de capiteles, columnas y arcos».

El comedor, la sala frente al jardín, la sala de invierno frente a la chimenea y el rincón de despacho donde el escritorio delata su función, tienen como punto central una mesa que, sobre alfombra, acoge libros de decoración y objetos de familia. En las salas Isabel ha optado por modernizar las sillas, unir antigüedades entre sí combinándolas con lienzos u objetos modernos y descolgar los platos antiguos para colocarlos en estantes o sobre ollas de cobre, mesas y arquillas. «Combino mesas de marquetería con la de cubo de espejo o banqueta tapizada con tela blanca de cartas náuticas».

Su maestría profesional beneficia la redistribución de elementos con exquisita elegancia.

La decoradora une obra contemporánea de Mar Ample o de Rafa Forteza a un canterano Carlos IV o al conjunto de antigüedades religiosas. «Me gustan los diseños icónicos pero prefiero las antigüedades». Telas marineras en pantallas o cojines revelan su amor por el mar de su infancia. Sus trabajos en mansiones de Mallorca, Formentera o Grecia y sus proyectos para cadenas hoteleras reflejan cómo ha seguido la estela de su padre en lo profesional. La sensibilidad se hereda y de Juan detiene el aroma a mar en su terraza y el trino de los pájaros cerca del cemento. En esta vivienda se detiene el tiempo, como en un lienzo, como en postales de la Isla antes de ese boom turístico que trajo consigo dislates estéticos.