Una fuente en el jardín.

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El jardín, para quien tiene el goce de poder disfrutarlo, es uno de los lugares que más vamos a amar, pues es un organismo vivo que cambia con el paso de las estaciones y de los años y nos exige tanto como nos da. Porque un jardín requiere muchos cuidados, desvelos e inversión tanto económica como en tiempo y esfuerzo.

Y, al margen del mundo vegetal y animal –insectos, plagas–, con el que debemos luchar casi día a día, contiene un montón de elementos estáticos que también necesitan que estemos pendientes: muros, caminos, iluminación, muebles y objetos decorativos. Uno de estos elementos que pueden aportar personalidad, encanto, musicalidad y alegría a cualquier rincón de un jardín son las fuentes. Un recurso clásico para añadir interés, belleza, valor y estilo a cualquier jardín.

Sus tamaños y diseños son casi infinitos y pueden ir desde los más tradicionales modelos del Renacimiento italiano hasta las contemporáneas, pasando por opciones rústicas, orientales... elegir será cuestión de gustos y también de espacio disponible. Lo que está claro es que el resultado será siempre positivo, sea cual sea la opción elegida.

Para que se integren a la perfección en el paisajismo de nuestro jardín podemos rodearlas de vegetación, preferiblemente floral, o bien ubicarlas en una pared, donde amenizarán los ratos de relax en compañía si la rodeamos de muebles conformando una zona de estar o un comedor exterior.

Una sencilla fuente colgada en la pared rodeada de rosas trepadoras.
Una fuente clásica monumental, enmarcada por los cipreses.
Un bebedero de pájaros ofrece agua a las aves del jardín y aporta frescor.
Diseño contemporáneo en gris y negro para esta fuente con piedras.
Piedras superpuestas crean un efecto cascada muy decorativo.