El huerto más autóctono

El Jardí Botànic de Sóller conserva y muestra la gran diversidad del agro mallorquín

Una de las ‘marjades’ de cultivo, reproducción y exhibición de variedades locales de frutales, hortaliza y cereales del Jardí Botànic de Sóller

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En un momento de la historia en el que el campo no se salva del fenómeno de la globalización, cree también el interés por sus productos más cercanos. Frutas y hortalizas se han cultivado durante milenios en el Mediterráneo, dando lugar a miles de variedades locales que, para nuestros abuelos, eran las únicas existentes en la cocina y en la mesa.

Sin embargo, y también en Balears, la mayoría de estos productos ya son historia. Su baja rentabilidad y la aparición de productos genéticamente modificados o cultivados durante todo el año en los invernaderos, los han hecho desaparecer de los mercados. Pero, en términos estrictamente biológicos, no han dejado de existir y ahora, gracias a instituciones y a personas que han conservado sus semillas en bancos de germoplasma o en cultivos experimentales o demostrativos, vuelven a resurgir.

En Sóller, gracias a la creación de su Jardín Botánico –iniciado en 1985 e inaugurado en 1992– se trabaja desde entonces en dar un futuro a decenas de variedades locales de frutales y hortalizas y, lo que es aún más importante, en darlas a conocer al gran público. En su banco de germoplasma se conservan congeladas las semillas de estas variedades mallorquinas, menorquinas e ibicencas, y también de la Península que antes se cultivaban en las islas.

En sus dos grandes áreas dedicadas al cultivo de estos productos del huerto autóctono, se pueden ver a lo largo del año estos vegetales comestibles.

Un buen ejemplo de la diversidad que muestra esta parte del Jardí Botànic de Sóller son los parterres dedicados a los cítricos, a la vid y a los manzanos, entre otros.

En el apartado de manzanas, todavía en fase de crecimiento, se cultivan más de 20 variedades de este fruto, la mayoría actualmente imposibles de encontrar en los mercados: raneta tardana, guillema, fogassa, marinera, de la rosa, de Sant Joan, mostatxa, de cul brut, niala y un largo etcétera de denominaciones hoy en día desconocidas para la gran mayoría.

Según explica Magdalena Vicens, conservadora del Jardí Botànic, «actualmente tenemos en marcha un proyecto con el FOGAIBA para caracterizar cuatro variedades de judías y también para en mantenimiento de frutales». En el banco de semillas de la institución figuran varios centenares de variedades de tomates, cebollas, calabazas, coles, habas, melones, garbanzos –como el ciuró antic de Menorca– o incluso los llamados cafè bord o cafè mallorquí, que antiguamente se utilizaban como sustitutos del café, pero que en realidad son plantas muy diferentes pertenecientes al género Astragalus, y que ahora se vuelven a cultivar.

Los cítricos, naranjas y limones, forman otra de las colecciones importantes del Jardí Botànic, incluyendo variedades silvestres que ayudan a los visitantes a comprender el origen y evolución de este frutal de origen exótico que tanta importancia tuvo y tiene aún en el Valle de Sóller.

Productos que fueron muy importantes en épocas de escasez o curiosos –como una raza de cacahuete que se cultivaba en Muro– también tiene su lugar en el banco de semillas.

Al tratarse de una institución dedicada a la ciencia, pero también a la educación y a la divulgación, son frecuentes las actividades formativas. Por ejemplo, recientemente el experto en horticultura y diversidad biológica Llorenç Payeras, colaborador habitual, volvió a impartir una jornada formativa sobre como preparar los planteles de hortalizas y el cuidado del terreno para garantizar huerto de verano productivo.

Estas áreas del Jardí Botànic son una reserva genética cuyo objetivo es dar a conocer estas variedades, y difundir sus usos y fomentar su cultivo.