Manuel, frente a un muro que en estos momentos está levantando con sus operarios en una urbanización de la Part Forana. | Lluc Garcia

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Manuel Rodríguez Vázquez (Barcelona, 1970) es uno de los muchos constructores de Mallorca especializados en la construcción de marges y en el uso de la piedra caliza de la Isla para la edificación de estructuras, desde marges tradicionales hasta cercados y chalets de lujo. Aunque su trabajo sea el de marger es uno de tantos de la fora vila que se ha tenido que reinventar y diversificar para satisfacer la demanda de los nuevos habitantes del agro mallorquín. «Desde el año 1992, hace 30 años ya, me dedico al oficio de marger y a los trabajos en piedra natural en general», explica Manuel, que aclara que es marger de oficio, aprendido con la práctica en la obra.

Para Manuel Rodríguez, el trabajo de marger y de constructor de estructuras de piedra «es auténtica artesanía porque no hay otra forma de hacerlo que con las manos, aunque actualmente se utilice maquinaria para mover las piedras más grandes o para trocearlas en piezas manejables; pero al final la colocación es manual y de hacerse bien o mal depende el futuro del marge o pared, ya que si se derrumba al poco tiempo de haber sido levantado no hay duda de que algo se hizo mal».

En el campo mallorquín la piedra es omnipresente, especialmente en la Serra de Tramuntana, pero a pesar de que hoy en día existen otros materiales de más fácil uso, «la protección de los marges tradicionales, el gusto y el potencial económico de los nuevos propietarios de fincas, ha hecho que el uso de la piedra en construcción no haga más que aumentar», explica Manuel Rodríguez. Asegura además que «si antes los que tenían dinero revestían las paredes exteriores de sus casas de pueblo o del campo, hoy en día la gente prefiere la piedra vista, y este material se usa para enaltecer cualquier obra, incluso forrando paredes construidas con otros materiales».

Sobre la gran cantidad de marges caídos en la Serra, este profesional recuerda que «se reconstruyen muchos gracias a las subvenciones que da el Consell para ello, pero son insuficientes, por lo que muchos propietarios tardan años en reconstruir sus bancales, puesto que solamente pueden encargar unos pocos metros cada vez, lo que alarga mucho la rehabilitación de las fincas».

En lo que se refiere al futuro del oficio, Manuel ve claro que hay recorrido para esta profesión. «Como en otras profesiones en la nuestra también hay intrusismo, pero no todo el mundo sabe construir un marge o levantar un muro, se necesitan como mínimo dos años de aprendizaje y esto si se le ponen ganas e interés», afirma. Cree que establecer estudios oficiales de formación profesional «puede ser positivo, porque los que se matriculen lo harán porque ya les atrae este tipo de trabajo». En su caso, dirige una empresa con ocho trabajadores que «cobran más o menos lo mismo que otros operarios del sector de la construcción».