El productor con algunas de sus frutas en su puesto del mercado tradicional de cada jueves en Inca. | Curro Viera

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Antoni Oliver dejó el duro mundo de la carretera hace seis años para dedicarse al no menos complicado de la agricultura. En su finca Ca’s Valencià de Sóller cultiva las famosas y únicas naranjas del municipio, además de otros productos como limones y mandarinas. Lleva dedicándose de lleno a la producción de estas frutas desde que abandonó el camión para cambiarlo por los aperos de labranza. Tomó el relevo de su padre, que ya desarrollaba desde años atrás la misma actividad: «seguí el ejemplo de mi padre, que ya producía y vendía naranjas».

A la hora de valorar si el cambio de profesión mereció la pena, Oliver se muestra indeciso: «no estoy seguro de que vaya mejor que el camión» asegura. «El turista es el que nos salva. El Mercat va cada día a menos y hoy por hoy sobrevive gracias a ellos» asegura desde su puesto de cada jueves en Inca, una cita a la que nunca falla. La misma situación vive en los otros mercados a los que acude, Pollença y Peguera, donde «los turistas son igualmente los principales compradores de género». Se lamenta de que el consumidor local no está teniendo relevo generacional, ya que «los jóvenes ni siquiera vienen a los mercados tradicionales». El cliente local, que en tiempos pasados era el principal, ya no lo es tanto, debido a la modificación de sus hábitos de consumo y la mencionada falta de continuidad.

La dependencia de cliente visitante de la Isla ha afectado al negocio, haciéndolo depender, como cualquier otro que se relacione con el turismo, de la temporada alta. Se añade a este problema el que los cultivos de su especialidad no son precisamente veraniegos.

Entra en juego «el nombre que ya tenemos hecho en los mercados, como en el de Inca. Mi padre y mi abuelo ya vendían en ellos y mucha gente conoce la calidad de nuestros productos». Es un factor importante cuando se trata de esa dependencia de la temporada turística: «aunque sean cada vez menos, aún queda clientes locales que son fieles a los productos mallorquines y ellos son los que nos ayudan a aguantar en los meses más flojos» comenta Oliver. La producción de la finca es moderada, estando alrededor de las diez toneladas la de naranja, doce en el caso de los limones y cinco de clementinas.

Pero este rendimiento, como el de muchos otros cultivos, se está viendo muy afectado por la climatología. «El cambio climático está siendo fatal, se nota mucho» asegura. «Los cultivos están cada vez más alterados y en algunos caso totalmente fuera de su ciclo normal». Como muestra de esto, da un dato que resulta preocupante: «Los árboles están ahora mismo dando flor, cuando lo normal sería que lo hicieran en abril o mayo». Los efectos se notan más cada año que pasa, pero Antoni Oliver no contempla dejar un negocio al que ha dedicado mucho tiempo: «Con 60 años ya no volveré al camión, seguiré aquí».