Xavi confía en que su testimonio anime a otros jóvenes a acercarse al campo como lo ha hecho él.

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Pronostican los grandes gurús de la tecnología que el 85 % de las profesiones que se desempeñarán dentro de diez años aún no se han inventado. Es un avance inexorable hacia lo digital –más si cabe–, donde siempre queda alguna grieta para la disidencia. Para quien se detiene, mira a su alrededor y decide apostar su futuro a modernizar las explotaciones agrarias en las que ha crecido. Los tomates no se crean en impresoras 3D. Pero no lo descarten.

Xavier Pardo (Calvià, 2005) es uno de ellos. No serán pocos entre sus compañeros de cuarto de ESO quienes aún no tengan claro qué rumbo escoger en lo académico o lo laboral. Están en la edad. Xavi lo tiene claro: quiere ser payés. La ambición y las ganas de aprender para llevar la técnica al agro le motivan a estudiar ingeniería agrícola. Aún le quedan unos años, pero sus botas ya se manchan: «Ahora lo tengo como hobby, pero me gustaría dedicarme al campo de manera profesional», dice convencido.

A sus 16 años, Xavi habla de su futuro con aplomo y convicción. Será una continuación natural a aquello de lo que se ha empapado desde que tenía seis. Ya por entonces acompañaba a su abuelo Julià al campo. De él y de otras personas mayores del pueblo –quienes ahora ven con orgullo cómo una persona joven sigue sus pasos– reconoce haber aprendido «las cuatro cosas que sé». Sus preferidas: alimentar al ganado y labrar con su tractor Kubota. Observador, alegre y trabajador. Así se define.

Una lesión le alejó de la práctica del fútbol, pero le liberó las tardes para ir a las fincas. Dos de propiedad familiar y otras dos que explota para recoger la aceituna y cultivar pastos para las ovejas. En sus terrenos cuida a la veintena de cabezas de lanar y dos cerdas junto a las plantaciones de almendros, olivos y algarrobos.

Pese a su corta edad, el joven payés radiografía con tino un entorno que conoce bien. «En el futuro tendré que aumentar el terreno productivo; para que sea rentable, el campo se tiene que trabajar a gran escala», apunta. Y ahí se entrelazan el cambio generacional y la ingeniería agrícola. De entrada, Xavi Pardo no sabe cómo atraer a más jóvenes, lo que le augura al sector un porvenir «complicado». Pero reflexiona y da con la clave: «Si se moderniza la payesía, como ya está haciendo, será más rentable y más gente se querrá dedicar a ella», explica confiado.

Otra de las recetas que expone es «ilusionar a la juventud enseñándoles el rendimiento que puede dar el campo y lo que puedes sacar». Pero él mismo es consciente de que «esto te tiene que gustar desde que naces; si no, no es tan fácil entrar». Y añade: «Una persona ya nace con este sentimiento. El campo te gusta o no te gusta, y si te gusta, te dedicas enseguida a él». Sus propios amigos admiran su capacidad de trabajo y aplauden su afición.