El presidente de la cooperativa Martí Solivellas, en el centro de homogeneización del cordero. | Elena Ballestero

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Martí Solivellas (Escorca, 1952) es el presidente de la Cooperativa Pagesa de Pollença desde hace 35 años. Fue l’amo de Son Colom hasta su jubilación, pero como él mismo explica «el campo es adictivo y no se puede dejar».

A día de hoy Solivellas sigue presidiendo la cooperativa local. El pasado lunes, 2 de agosto, el Ajuntament de Pollença reconoció su labor con uno de los Distintivos de la Patrona 2021 la marca Me de Pollença, un proyecto que se gestó en 1999 en el seno de la cooperativa cuando un grupo de ganaderos apostó por un sello de calidad que ayudara a que el consumidor pudiera identificar el origen y trazabilidad de cada animal que consumía.

«Si te has criado y crees en el futuro de la ganadería no puedes dejar de dedicarte, ahora la gente es pesimista y yo creo que hay que ser positivo. Tenía la esperanza de que a estas alturas la ganadería ya habría subido su valor, pero no es así. Pensaba que la gente creería más en los ganaderos, en que nuestro trabajo ayuda a la conservación de la naturaleza, que es un atractivo para el turismo... Lo cierto es que aunque el proceso es lento, no hay que perder las esperanzas. Empieza a valorarse el producto local».

Solivellas explica que «uno de los problemas es que aún hoy, más de 20 años después del nacimiento de Me de Pollença el consumidor no puede distinguir la trazabilidad de la carne.
«Hemos luchado durante años para tener un distintivo que acredite el origen y toda la traza, en una apuesta por el km 0, pero se ha avanzado poco. «Lo que más rabia da es cuando al abastecedor, tanto le da comprar la carne delgada o de calidad, si hubiera un rechazo del género malo todos saldríamos ganando. No me gustan los castigos, pero la gente espabilaría», reflexiona.

Me de Pollença no lo ha tenido fácil. Hace 20 años ya chocó con la burocracia. «Después de crear la marca entró en vigor una norma europea que nos obligaba a tener 15.000 ovejas, algo imposible en un territorio como el nuestro», dice Solivellas. «Estuvimos certificados hasta la entrada en vigor de la nueva normativa, pero nos costaba 6.000 euros la certificación de Certifood, y de eso hace ya 12 años», añade.

Me de Pollença probó también con la llamada ‘quinta gama’ la venta del producto ya cocinado al consumidor, que no terminó de cuajar. «Para mí sigue siendo la gran opción», dice Solivellas.

Hoy la cooperativa cuenta con un centro de homogeneización de corderos y en el último año y medio se ha reinventado de nuevo para abastecer a sus convecinos puerta a puerta. Su servicio de reparto de carne a domicilio, recibe ahora el reconocimiento de todo el pueblo con motivo de la Patrona. «Agradecemos la confianza que han depositado en nosotros. Durante la pandemia fuimos capaces de llevarles la carne a casa. Hubo un boom de demanda que ahora se ha estabilizado con unos 30 o 35 pedidos semanales, los restaurantes y El Corte Inglés también siguen apoyándonos fuerte», concluye.