Imagen de los campos sembrados de pequeñas encinas bajo las cuales nacerán las trufas. | Gori Vicens

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La trufa negra se asocia con árboles que habitan en condiciones edafoclimáticas muy diferentes, por lo que siempre ha de existir alguna especie que se acomode a las condiciones ecológicas del lugar.

La trufa vive en necesaria simbiosis con especies forestales (encinas, robles, etc.), de modo que para realizar una plantación se parte de éstas. En el caso de Mallorca se ha optado por la encina, un árbol característico de nuestro fora vila.

Guglielmo Berchicci es un arquitecto italiano que vive en Mallorca y ha sido a través de unos amigos suyos italianos que generación tras generación desde el año 1850 se dedican a este preciado cultivo, que han iniciado este importante proyecto. «Recorriendo la Isla vemos muchos terrenos que no se utilizan para cultivo y que por sus condiciones son óptimos para la trufa, que quiere un terreno calcáreo y que también sea pedregoso, porque así el agua hace un proceso drenante».

Guglielmo Berchicci, responsable del proyecto ‘Balearstruffle’.

Para ‘Balearstruffle’, utilizarán la encina «que crece muy bien y se combina perfectamente con la trufa, además de ser una planta característica de la Isla», explica Guglielmo Berchicci. La plántula se cultiva en invernaderos y se somete a un tratamiento llamado micorrización, las raíces se ponen en contacto con las esporas de la trufa, para desencadenar el proceso de simbiosis y al cabo de unos meses está lista para ser plantada en el suelo.

Además, explica Guglielmo, en el subsuelo se crea un ecosistema muy bueno ya que la tierra se enriquece y se crea también una forestación importante que contribuye a la eliminación de CO2 de la atmósfera. A los cuatro o cinco años desde su siembra se da la primera producción de trufas, y progresivamente. Es a partir del noveno año cuando entra en su máximo esplendor, y su vida productiva se alarga hasta los 30 ó 40 años.

Los responsables de esta empresa italiana se desplazarán a Mallorca con sus perros adiestrados y sus herramientas especiales para extraer la trufa.

Se empezará el próximo octubre con la siembra en los primeros terrenos analizados, en Búger y en Son Macià (Manacor). Para una producción rentable de trufa se requiere, como mínimo, una hectárea. Y, puede ser un terreno donde se haya construido una casa, por ejemplo, y se tenga el terreno sin cultivar.

Para el tipo de trufa negra fina que se sembrará aquí, su precio de mercado es de entre 800 y 900 euros el kilo. O sea, que una hectárea podría dar una rentabilidad de unos 30.000 euros al año. Este tipo de cultivo, una vez arraigado, no necesitas de muchos cuidados.

‘Balearstruffle’ también ofrece bajo pedido un servicio completo desde la siembra hasta la recogida. La recolección se hace durante el último trimestre del año. En este caso, los responsables de esta empresa italiana se desplazarán a Mallorca con sus perros adiestrados y sus herramientas especiales para extraer la trufa.