Toda la familia de Miquel Reus trabaja en las diferentes explotaciones, aunque en temporada alta precisan otros trabajadores. | P. Córcoles

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La primavera es época de renovación en el campo y como tal es el momento de plantar las hortalizas y frutos que en verano se podrán disfrutar. El campo mallorquín se encuentra en estos momentos en una frenética labor: tomate, pepino, calabacín, berenjena, pimiento, melón, sandía, judía verde están siendo plantados alejados ya de las temidas heladas de finales de febrero y principios de marzo. Pero no es todo un camino de rosas, la huerta mallorquina tiene serios problemas para ser competitiva. Uno de ellos, como destaca el payés murer, Miquel Reus, es «la mano de obra cualificada». «Es muy escasa y contar con buenos operarios no es barato», dice.

Muro y sa Pobla son probablemente los dos municipios de Mallorca donde de forma más intensa se sigue cultivando la huerta. En terrenos muy próximos a s’Albufera se encuentran las fincas que cultiva Reus con la ayuda de su esposa, Lola, y sus tres hijos. «Nosotros nos defendemos porque trabajamos toda la familia y no contamos las horas. Si tuviera que contratar personal no podría seguir; primero porque no encontraría operarios que supieran hacer el trabajo bien y segundo porque los costes se han disparado mucho», afirma el payés.

Reus explica que «la huerta ha tenido que recurrir a mano de obra inmigrante». Y añade medio en broma: «el problema es que te dicen que saben hacer de todo, porque en su país lo hacían pero cuando los tienes en medio de la finca no saben hacer de nada sin estarles encima». El agricultor explica que «los mallorquines miramos para otro lado; el campo no nos atrae ya. Es muy duro. Yo a veces he contado con algunos jóvenes que han venido a trabajar, pero porque necesitaban dinero para algún capricho. Cuando han tenido el dinero que precisaban lo han dejado».

Reus lamenta el elevado costre de producción agrícola en Mallorca.

Lola es la compañera incansable de Miquel. Ella se encarga de muchos trabajos en la finca además de las labores del hogar. «Limpiar y pelar sofritos, puerros; seleccionar tomates; calibrar hortalizas para el mercado. Yo nunca acabo el trabajo», dice con una gran sonrisa. «Mucha gente, cuando va al mercado o a la tienda, y ve una hortaliza lozana o una verdura crujiente no sabe que no solo es sembrar y recoger; hay mucho que hacer entremedias», agrega.

Otro de los inconvenientes con que se topa el agricultor es el coste de mantener los cultivos. Sin duda uno de los más populares y consumidos frutos del campo es el tomate. Agricultores profesionales como Abdó Escanellas, de Inca, reconocen que han dejado de cultivarlo porque «la moderna plaga de tuta lo hace casi imposible». Reus secunda la opinión y explica que «por ejemplo, para este año estamos esparciendo un insecto, depredador de la tuta, en nuestros invernaderos para no tener que sulfatar con tantos pesticidas. Pero el coste de este insecto es de 70 euros por sólo 20 gramos».