Los hermanos Jaume y Colau Bordoy, en la puerta de su negocio, junto al empleado Toni Cortés (a la izquierda).

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Hace años, en los pueblos había muchas tiendas que vendían todo lo relacionado con la alimentación y fora vila, eran los conocidos ultramarinos. Aunque poco a poco van desapareciendo, todavía los hay que conservan esa esencia, aunque se han ido adaptando a las demandas de los clientes.

Uno de estos negocios lo encontramos en Felanitx, el Magatzem Can Dimoni, que lleva 48 años abierto y que actualmente está regentado por los hermanos Colau y Jaume Bordoy, que al jubilarse sus padres hace unos años cogieron el relevo, aunque desde siempre han trabajado allí. Jaume explica que «es una tienda a la antigua, lo que ahora más enfocada a comida para animales, productos agroalimentarios, plantel o abonos; una tienda de las muchas que había en Felanitx hace tan sólo unas décadas y que han ido desapareciendo». Cuentan con un amplio surtido de grano y pienso para gallinas, conejos, perros o gatos.

«Está enfocado para el culejador, principalmente jubilados o gente a la que le gusta disfrutar de fora vila como hobby, sin ser profesional», añade Jaume. Pero, con el estado de alarma, han sido los jóvenes quienes más se han apuntado a disfrutar de fora vila. «Bien por tradición de los padres o abuelos o como un escape para poder salir de casa durante el confinamiento, la verdad es que los jóvenes han puesto animales y también sembrado huertos, y parece que les gusta porque continúan», comenta Colau.

«Si antes prácticamente nuestros clientes eran gente mayor, ahora los jóvenes han vuelto a las raíces teniendo un par de gallinas para comer huevos caseros o siembran verdura para consumo propio», comentan los dos hermanos. Hace unos años que también venden plantel. «Los clientes nos lo pedían y ante la demanda también lo incorporamos y tiene mucha salida», explican.

El estado de alarma coincidió con la temporada de la siembra de muchas de las variedades hortícolas de verano: lechugas, berenjenas, tomates y también sandías, melones, y además de los que ya tenían huerto tradicionalmente, mucha gente aprovechó el momento para hacer el suyo en el corral de su propia casa o bien si tenían un terreno de la familia que estuviera en barbecho o en desuso. Lo agradable ha sido que «la mayoría ha continuado y parece que les gusta», comenta Colau. Hace 50 años, cuando sus padres empezaron, el funcionamiento del negocio era diferente.

«Los payeses que venían a comprar el grano nos traían su fruta o verdura recién cogida para que la vendiéramos. Hoy todavía los hay que siguen haciéndolo y tenemos clientes que vienen expresamente a comprar para comer productos frescos, del día, de kilómetro cero», comenta. Hace unas décadas, «había mucha afición a tener caballos y la venta de alfalfa fresca era uno de los productos estrella; ahora ya no quedan muchos agricultores que la siembren y la demanda también ha bajado; los que tienen caballos optan por otras comidas», sentencian.