Juan Carlos Batle Vallés, además de trabajar en las bodegas familiares, tiene su propia finca en Biniali. | Redacción Part Forana

TW
0

Es tiempo de vendimia. Tras un largo proceso de cultivo, cuidado y maduración de la uva, en una cosecha marcada por la escasez de lluvia, llega el momento de recoger el fruto.

Todo este proceso comienza en diciembre con la poda de la planta en estado de hibernación, que dura hasta marzo. Después, hasta el mes de julio, se lleva a cabo la esporga o la poda en verde y los meses de julio y agosto se destinan a dejar que madure la uva, momento en el que se inicia la recolección. «Durante estos meses nosotros nos encargamos de todo el proceso desde la poda hasta que entregamos el fruto en bodega», explica el coordinador de campo de las Bodegas Macià Batle, Juan Carlos Batle Vallés. A lo largo de todo este proceso, es determinante la meteorología y el coordinador asevera que esta campaña ha estado marcada por la sequía y que «las lluvias del pasado martes han ido muy bien para la uva porque han ayudado a su maduración».

Otro de los factores determinantes a la hora de cultivar vid son las plagas. «Este año no ha habido muchas plagas, excepto la del mosquito verde», asegura Batle. Este insecto no afecta al racimo, pero ataca a la hoja de la vid haciendo que se muera. «Esto puede afectar a la maduración y puede hacer que la planta se seque antes de tiempo provocando que no coja reservas para la próxima temporada», señala.

En cuanto a los métodos de trabajo, existen dos vías para recoger la uva. Por un lado está el trabajo con máquina, destinado a los viñedos grandes y, por el otro, el trabajo manual en el que el personal se encarga de vendimiar las viñas antiguas, las más pequeñas y las que se destinan a elaborar vinos especiales. «Con la máquina recolectamos al rededor de unos 800 mil kilos hasta un millón», explica. «A mano podemos llegar a recoger entre 100 y 200 mil kilos, aunque no son cifras exactas ya que varían en función de la temporada», añade.

Las variedades que se recogen en primer lugar son el Chardonnay y el Sauvignon blanc. «A veces una se alterna con la otra, pero este año la primera es el Chardonay», apunta el coordinador. «Después, se da paso a los tintos con el Merlot, Syrah y el Prensal, que es autóctono», continúa explicando. «Por último, se recogen las variedades de Cabernet y los Manto Negro, que también se alternan», concluye.

«Hemos estimado que este año recogeremos un 20 por ciento menos de uva con respecto al año anterior porque no ha llovido nada a lo largo del año», augura Juan Carlos Batle. La alternativa a esta falta de agua es regar pero «las altas temperaturas hacen que la planta sufra mucho y regar no es suficiente», lamenta Batle. «No hay nada como la lluvia», sentencia.

A pesar de esta bajada en la cantidad de uva, «esta es la mejor cosecha de los últimos años en cuanto a calidad se refiere porque la uva ha madurado muy bien y la sanidad ha sido muy buena», asevera Juan Carlos Batle.