Vidal destaca que el cultivo de la cebolla es complejo y que prácticamente todo el proceso se realiza a mano. | Redacción Part Forana

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En la finca de Son Amadora, en Sant Joan, están centrados en esta época del año en la recogida de la cebolla. La recolección se ha iniciado estos días y está previsto que se alargue hasta finales del mes de agosto.

Joan Vidal, socio de Agroilla, poco antes del confinamiento –en febrero y a inicios de marzo- sembró en este terreno unas ocho quarterades de cebolla mallorquina, con la previsión que ahora, en verano, la comercializaría en gran parte a sus clientes del sector de la hotelería y restauración. Pero el parón por la crisis sanitaria le ha afectado de lleno y le hecho cambiar de planes.

Por ello –y aunque muchos ya lo hacen– «animo a la gente de aquí que consuma este producto local. Que al ir a comprar, en lugar de elegir una cebolla llegada de fuera se decante por esta mallorquina, hecha aquí, sin coste de transporte y sin haber estado en una cámara frigorífica», explica.

Vidal destaca que la cebolla mallorquina una vez extraída de la tierra, en caja, aguanta tan sólo dos semanas. «Esto que parece un inconveniente pero para el consumidor es una gran ventaja; una seguridad que el producto no ha estado en cámara o congelado», añade el agricultor.

Esta cebolla, explica, «es para consumir ahora, en verano. Es fresca, crujiente, con dulzor, ideal para la ensalada o para el típico trempó».

El cultivo de la cebolla es complejo y prácticamente todo el proceso se hace a mano. «Es un producto bianual –explica Joan Vidal–, para obtener la semilla para el plantel se siembra el bulbo, que produce gajos, unas trompas y unas flores que son las semillas que se utilizaran para el plantel. Éste se hace a finales de septiembre. Posteriormente, de enero hasta principios de marzo, se siembra y es lo que se convertirá en la nueva cebolla, y así el proceso se va repitiendo sucesivamente año tras año», explica.

La cebolla mallorquina se empieza a recolectar a finales de junio. Se caracteriza por ser grande, está muy adaptada al clima mediterráneo, es dulce y el tipo de tierra ideal para su siembra es la arcillosa; por ello no se riega. La cebolla es un cultivo que sólo ‘bebe’ el agua de la lluvia.

Las últimas lluvias de mediados de junio no les ha sido nada favorable. Y es que la lluvia a destiempo les provoca un hongo que se coloca entre las dos primeras capas que hace que se ponga de color negro. Las de Vidal, de momento, se han ‘salvado’ de ello.

Joan siembra entre 20 y 25 cebollas por cada metro cuadrado de tierra. Es decir, a una distancia de entre 10 y 15 centímetros entre ellas. «Para una buena producción también es muy importante la rotación de terreno. Con los cerealistas de la zona de Sant Joan nos los vamos intercambiando. En éstos terrenos donde ahora hay sembradas las cebollas hasta dentro de 6 o 7 años no volveremos a sembrar», aclara el payés.