Tomeu Llabrés posa a la entrada de la bodega durante una breve pausa en los trabajos de vendimia. | Pedro Aguiló Mora

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Al frente de Ca’n Verdura, Tomeu Llabrés Gilet (Binissalem, 1984) encarna a la perfección el espíritu de los nuevos y jóvenes viñadores que están revolucionando la viticultura mallorquina, sacando un potencial, hasta hace pocos años insospechado, de las variedades de uva autóctona. A Tomeu Verdura la profesión le viene de casta. Su abuelo ya trabajaba en las viñas para Franja Roja y también lo hizo en el valorado terruño de Son Roig, en límite con el municipio de Sencelles. Viña de la que también cuidó su padre durante casi 25 años.

«Siempre he visto viñas, siempre he vivido en el campo», comenta Llabrés, aunque reconoce que, durante su primera juventud, nunca se planteó trabajar entre vides. «Fue algo ‘orgánico’, vino rodado». A mediados de la década del 2000 se fue a estudiar a Barcelona, sin embargo la carrera que cursaba no le gustó. «No me sentía cómodo y volví a Mallorca a estudiar Ingeniería Agrónoma y luego Enología, y di con un mundo que, pese a haber estado siempre ahí, nunca había pensado en él como en una profesión», reconoce.

A diferencia de su padre y su abuelo, además del cultivo de la vid, Tomeu Llabrés dio el paso hacia la vinificación. «En mi familia eran esencialmente viñadores, no hacían vino», apunta. La experiencia formativa de Llabrés es envidiable. En 2008, su padre cultivaba en Son Roig uva para el enólogo felanitxer Francesc Grimalt, quien entonces lanzaba el hoy mundialmente reconocido proyecto de 4 Kilos Vinícola. Gracias a esta relación, Tomeu vendimió ese año en el afamado celler de Felanitx la que sería la tercera añada de la bodega.

Apadrinado por Grimalt, en 2009 siguió con su formación profesional en Priorat, ni más ni menos que junto a Álvaro Palacios, otro mito de la nueva viticultura española. Es a partir de ahí cuando arranca Ca’n Verdura Viticultors. En 2010 elabora su primer vino en Son Roig, en 2011 en 4 Kilos y ya en 2012 en su propio celler de la calle de s’Era de Binissalem. Una aventura que despega bajo la premisa de utilizar esencialmente variedades locales y de forma muy especial la Manto Negro. En Ca’n Verdura, la uva de cada finca se trabaja por separado. «Se diseña un plan propio tanto de viticultura como de bodega».

Esta filosofía, le ha llevado al extremo de crear dos vinos parcelarios como son Ca’n Xicatlà y Ca’n Agulló. Blanco y negro monovarietales vinificados únicamente con Manto Negro. «Hace 20 años era impensable hacer un vino 100 % Manto Negro. Cuando en 2010 empecé a hacerlo con el Supernova me decían que era imposible», señala Tomeu. Pero nada lo es para esta generación que antepone la verdad de la tierra a los artificios en bodega. Una visión que el consumidor también ha hecho suya y que casa con la tendencia de relativizar el color y no forzar la extracción. Un tendencia que aplaude el frescor, la acidez justa y el grado moderado de los vinos mediterráneos. Vinos, al fin, que expresan la naturaleza de la tierra de la que emanan.