Pep Mahindo sostiene una de sus palomas mensajeras favoritas.Posee más de 800 y las reconoce a todas. | Redacción Part Forana

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Las palomas mensajeras son su vida, con perdón de su hijo, que sigue sus pasos en esta pasión a la que Pep Mahindo le ha dedicado ya 34 años. No le viene de familia, pero cuando era niño se maravillaba viendo el vuelo de retorno de estas aves hasta el centenar de palomares que había en Lloseta en aquella época. «Me fascinaba ir a ver a las personas mayores con los polluelos, cómo los cuidaban; entonces me hice mi primer palomar con lo que tuve a mano; el primer año empecé a rodar de la Península y en 1987 quedé tercero de la categoría juvenil en el campeonato de Baleares».

Tres décadas después, la afición de este llosetí a la colombofilia no ha decaído, sino que ha ido a más. En 2012 se embarcó en un proyecto para el que reclutó a sus amigos y hermanas y en 12 días construyeron un palomar de 3 metros de ancho por 38 de largo, realizado por un carpintero de Manacor e inspirado en uno de los más grandes de la Isla, que está en es Pil·larí. Solo que este palomar situado entre Binissalem y Lloseta tiene muchos extras. Entre ellos, una piscina para que las palomas se refresquen y una amplia terraza de césped para secarse después al sol.

Pasión, tiempo y paciencia

Durante una década, Mahindo llegó a cuidar de 1.350 palomas mensajeras. «Les dedicaba cuatro horas diarias, al salir del trabajo; pero es muy complicado gestionar una colonia tan grande porque es proclive a las plagas y enfermedades», reconoce. Por ello, ha reducido su peculiar edén a unas 800 palomas que cría cruzando a sus mejores ejemplares.

Miembro del Club de Colombofilia de Binissalem, que tiene 33 socios, Mahindo cuenta no solo con el segundo mayor palomar de Mallorca, sino que también destaca en el número de palomas viajadas, nada menos que 725 ejemplares en el último año, cuando la media se sitúa entre 140 y 150. Sus palomas viajan cada semana y compiten en todas las distancias: desde Villajoyosa (300 km); Torrevieja (350 km); Granada (550 km); Marbella (750 km) y largas distancias, que son Badajoz y Ayamonte (900 km), mientras que las jóvenes se sueltan en Eivissa. Las palomas se sueltan en estos lugares a las 8 de la mañana y 12 horas después empiezan a llegar a Mallorca, ante el orgullo de sus criadores. No es una afición económica, viajarlas cuesta 3 € por ave, además de vacunas, licencia y cuota de club.

La cría de las palomas mensajeras es todo un arte y no está exento de peligros. «Tenemos un exceso de rapaces, halcones, milanos, águila barrada... que atacan a la bandada indefensa», explica Pep. Otras, se pierden durante el vuelo y en cada suelta solo regresa el 70-80% de la bandada, por lo que hay que volver a iniciar todo el proceso de cría y entreno con ejemplares jóvenes. «Con el coronavirus no se pueden hacer sueltas, la única ventaja es que en las próximas tendremos más ejemplares adultos, que es en los que se ve el resultado del trabajo que has hecho con ellos».