Climent Garau, en la prisión de Palma hablando con este diario en el día de la festividad de la Merced. | Alejandro Sepúlveda

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De la gloria al infierno, en sólo unos años. Climent Garau, conocido banquero de Palma muy vinculado con el PP y UM y ex presidente de los vecinos del barrio de La Calatrava, pasó de codearse con los poderosos a compartir ahora módulo con presos comunes. El ex líder vecinal repasa su ascensión y caída en una entrevista con Ultima Hora mantenida el jueves en prisión, en la fiesta de la Merced.

-A diferencia de otros presos «ilustres», como Vicens o Hidalgo, a usted se le ve con buen aspecto.

-Quizás es porque no he perdido la esperanza y he reconducido mi vida. Es una expiación personal que me ha ayudado mucho. También soy muy religioso.

-¿Por qué todos los ex políticos se vuelven tan religiosos en prisión?

-Hace años utilicé mi posición de cercanía a los puestos de poder para la reconstrucción del centro histórico de Palma, hice política y colaboré abiertamente con el CDS, UN y PP, presentándome en sus listas y ocupando cargos. Lo tenía todo, pero empecé a jugar con el Código Penal y todo se esfumó: las influencias, el dinero. Todo menos la religión.

-¿Enloqueció de vanidad?

-Algo así. Tenía una visión egoísta de la vida, una falsa idolatría y una vanidad enfermiza que al final me destruyó.

-Llegó a estafar hasta a su propia madre.

-Si asumimos nuestros errores y ayudamos a que los otros los asuman, todo es más fácil.

-¿Le ha perdonado su familia?

-Hice mucho daño. Ahora lo entiendo. Hace unos meses mi hermana volvió de EEUU, donde había vivido muchos años en la ciudad de Detroit. Estaba enferma y sabía que le quedaba poco tiempo. El director del centro, Manuel Avilés, se portó estupendamente y me dejó salir para visitarla en el hospital. Me pude despedir de ella. También me dejó salir para acudir al funeral. Se lo agradezco de todo corazón, fue un gesto muy humano.

-¿Cómo es su vida en prisión?

-Para mí la prisión es una experiencia increíble. Aquí convive la desesperanza con el sufrimiento, pero también con la amistad. Esta institución es fiel reflejo de la sociedad, cuanto acontece fuera es trasladable a aquí: crisis, paro, inmigración, droga, violencia.

-Lo han colocado en el economato.

-Sí, dicen que sirvo los mejores cafés de Palma. Y los más baratos.

-Últimamente están cambiando mucho las cosas en la cárcel de Palma. Manuel Avilés tiene una forma muy peculiar de trabajar.

-El empeño de nuestro director en acercar el centro a la sociedad a través de los medios de comunicación es un auténtico acierto. Somos personas que hemos perdido la libertad, pero no la dignidad.

-¿Cree que hay casos de presos que son irrecuperables?

-Evidentemente no todo es color de rosa en la cárcel. Hay reclusos que intentan ser mejores, salir adelante, y otros que son carne de presidio y que no tienen el más mínimo aliciente en la vida.

-¿Cómo es su relación con los presos VIP?

-Ningún problema. Aquí todos somos iguales, aunque algunos hayan sido muy famosos fuera. Jaume Massot es un hombre entregado, que ayuda y colabora en todo. Bartomeu Vicens igual y Rodrigo de Santos también intenta ser útil a los compañeros y ayudar.

-¿Hidalgo sigue siendo el más chulo del grupo?

-Bueno, es un caso distinto. Con él no tengo tanto contacto, quizás le está costando más que a los otros integrarse.


-¿Cuál es su motivación ahora?

-Tengo el firme propósito de ayudar a que esta sociedad conozca y comprenda que un centro penitenciario no es sólo un cúmulo de despropósitos y fracasos, que hay algo más. Sobre todo, que hay esperanza.

-En la fiesta de la Merced se vio un buen ambiente entre los presos más integrados y los funcionarios.

-Los responsables del centro y la mayoría de los funcionarios hacen un trabajo muy duro y extraordinario. Nosotros intentamos colaborar, que es lo más lógico para tratar de hacer más llevadera nuestra condena.