El centrocampista colombiano del Almería, Fabian Vargas pelea un balón con el defensa del Mallorca Iván Ramis. | Efe

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Almería 1 - 1 Mallorca

Almería: Diego Alves; Michel, Pellerano, Domingo Cisma, Bernardello; M'Bami, Fabián Vargas; Piatti (Ortiz Bernal, min.82), Fernando Soriano, Crusat, y Kalu Uche.

Mallorca: Aouate; Mattioni, Nunes, Ramis, Ayoze; Borja Valero, Martí, Mario Suárez (Varela, min.46), Castro; Víctor (Keita, min.71) y Aduriz (Webó, min.65).

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Àrbitro: Alvarez Izquierdo (colegio catalán). Amonestó al local Bernardello y a los visitantes Castro y Martí.

Goles: 1-0, min. 4: Kalu Uche. 1-1, min 88: Webó.

El Mallorca continúa empeñado en asomar la cabeza. Despojado durante muchos minutos de sus rasgos más característicos, los bermellones abrocharon su paso por Almería metiendo en la maleta un punto de sabor exquisito. Endeble en su campo y demasiado superficial en el ajeno, el grupo de Manzano se pasó media tarde caminando sobre el alambre y acabó arrebatándole un empate al conjunto de Lillo, que lejos de aprovechar su superioridad inicial, acabó condenado por su pésima gestión del partido. La dualidad balear se concentró esta vez en un único encuentro y aunque malgastó medio tiempo buscándose a sí mismo, su capacidad de supervivencia y un cabezazo de Webó le permitieron encontrar oro en la tierra del spaghetti-western (1-1).
Se había despertado el Mallorca de la peor manera posible. Escudado tras el mismo boceto que empleó ante el Barça, Manzano volvió a llenar de plomo el centro del campo y escoró hacia la orilla derecha a Borja Valero, lo que propició que el Almería, avalado por una de esas alineaciones de diseño que confecciona Lillo, asumiera de inicio el control del balón y la dirección del tráfico. Los andaluces, con la bola permanentemente bajo su manto, tocaban y esperaban, hacían y deshacían. Tan descarado era su gobierno, que tampoco le hizo falta modificar los planos del partido. Sólo tuvo que esperar a que la defensa isleña cojeara una vez para estamparle su sello al marcador y seguir moldeando a su gusto al cuadro bermellón. Con la banda derecha convertida prácticamente en una autopista, Cisma se atrevió a dar un paso al frente y alojó un balón entre la parcela de Aouate que Uche cabeceó en soledad, a placer, después de incrustarse sigilosamente entre Ramis y Nunes. En menos de cinco minutos, Lillo ya había desmontado el manual de Manzano con una cadena de automatismos que obligaba a los baleares a desplazarse contra la corriente rojiblanca.
El bofetón almeriense tampoco ayudó demasiado a mejorar la perspectiva de los visitantes, que seguían encogidos a la espera de buenas noticias. Intentó levantarse el Mallorca con un tiro lejano de Martí y con otro remate acrobático de Aduriz, pero el Almería seguía a lo suyo y reforzaba sus argumentos con los regalos que recibía de la defensa rojilla, que en ese tramo del encuentro aún andaba con los legañas puestas. Un disparo muy forzado y una internada maliciosa de Crusat estuvieron a punto de agrandar una zanja que el Mallorca sólo aspiraba a rellenar golpeando desde la distancia. Lo probó con un lanzamiento de falta de Ramis y con un tiro suave de Víctor, pero siempre con idéntico resultado. El descanso se le echaba encima y Manzano seguía sin encontrar la tecla. Con Borja cayendo por inercia hcia el centro y la cuenta de recursos a cero, el Mallorca se paraba siempre en el mismo punto: en medio de la nada.
Una vez digerida la lección del primer tiempo, Manzano barajó de nuevo las cartas y dibujó una pequeña reforma que al Mallorca le sentó de maravilla. Sacrificó a Mario, devolvió a Borja a su hábitat natural y se agarró otra vez a Varela. La formación balear había dilapidado todo un tiempo, pero comenzaba a carburar, emitía las primeras señales de vida.
Encima del nuevo escenario, el Mallorca era un conjunto radicalmente opuesto al del primer asalto y poco luchó por abrirse camino. Su resurrección coincidió además con una pájara notable del Almería, que había renunciado ya al ritmo dictatorial del primer tiempo para protegerse de la lluvia de golpes que intuía y buscar oxígeno a la contra.
Manzano apreció la luz y siguió buscando en el armario. Esta vez le tocó a Aduriz dejarle su asiento a Webó y aunque incialmente la permuta generó sospechas, el resultado final le otorgó la razón al jienense. Pero antes de que el camerunés desplegara la red que evitaría la caída, el Mallorca ya había cosechado algún que otro mérito para capturar el empate. Un trallazo de Varela y un intento de chilena de Webó acabaron del todo con la resistencia andaluza, aunque en la otra esquina Aouate tampoco podía bajar los brazos y mantenía a raya al anfitrión ocultando una y otra vez los errores de su sistema de seguridad.
En plena lanzadera, el Mallorca utilizó el epílogo para pasar por caja. Ayoze encontró una puerta abierta y calcó la jugada del tanto almeriense, esta vez con Webó como verdugo de Alves. Pese a todo, Aouate tuvo que intervenir de nuevo para abortar la derrota repeliendo un misil de Soriano. La Champions había vuelto a manos del Sevilla, pero el equipo había superado una prueba que casi había dado por perdida. Y eso, visto lo visto, no tiene precio.