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El centro-derecha ha arrebatado cuatro regiones al centro-izquierda en las elecciones regionales italianas, mientras los progresistas no logran confirmarse como una alternativa al conservador primer ministro, Silvio Berlusconi.
Estos comicios, celebrados en trece de las veinte regiones italianas, han evidenciado, sobre todo, el avance de la gubernamental y federalista Liga Norte (LN), partido de tintes xenófobos, que se configura como la mayor fuerza en el norte del país y la primera en votos en el Véneto.
Ni los escándalos en los que se ha visto envuelto Berlusconi, ni las críticas generadas por el decreto ley del Ejecutivo para facilitar la concurrencia en los comicios de las listas de su partido, parecen haber pesado en la opinión de los italianos llamados a las urnas, de los que se abstuvo uno de cada tres.
El centro-derecha llegó a las elecciones gobernando en dos de las trece regiones en liza y se va con seis, mientras el centro-izquierda, que tenía once, mantiene sólo siete, un resultado negativo para los progresistas, aunque se proclamaran vencedores en un mayor número de plazas.
Ni victoria ni derrota
De hecho, el líder de la principal formación de la oposición italiana, el Partido Demócrata (PD), Pierluigi Bersani, no supo ayer definir lo sucedido en los comicios para el centro-izquierda, algo que, según él, se encontraba entre la victoria y la derrota. «No pretendo cantar victoria por el resultado de las elecciones, pero tampoco aceptar una descripción de los hechos que se asemeja a la derrota», apuntó.
En este fuerte avance del centro-derecha no todo es mérito de Berlusconi, sino que en gran parte se debe a la Liga Norte, la formación encabezada por su ministro para las Reformas, el vehemente Umberto Bossi, que ha obtenido una mayoría arrolladora en Véneto con su candidato, el ministro de Agricultura, Luca Zaia, y una notable expansión en Piamonte.
Todo ello permitió que Bossi calificara los resultados de su formación de «tsunami», al tiempo que se autoproclamó «árbitro de la situación».