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«María Elena era una mujer decente, amable y cariñosa. Su pasión era que su hija pequeña pudiera hacer una carrera», cuenta Jordi Canillas, propietario del restaurante en el que trabajaba la mujer, cuyo cadáver fue descubierto el miércoles por la policía.
Hace más de tres años, María Elena Salcedo llegó a Palma. Su hija mayor había venido antes que ella a trabajar y siguió sus pasos. Unos meses después, su hija regresó a Bolivia, pero ella se quedó y ocupó el trabajo que ésta dejaba, limpiando en un restaurante del centro de Palma. «Era una mujer muy trabajadora, ahorraba cada euro que podía», afirma su jefe. La víctima tenía dos hijas, la mayor que vino antes que ella a España y otra de 17 años, cuya carrera quería financiar María Elena con su trabajo. La fallecida también tenía un hijo que es capitán de policía en La Paz.
La trayectoria de María Elena Salcedo en Palma tuvo varios incidentes. Ayer por la mañana estaba citada en un juzgado penal de Palma para declarar como víctima de una agresión. Un compatriota con el que mantuvo una relación durante un tiempo está acusado de golpearla y se enfrenta a una posible pena de once meses de prisión. Los hechos ocurrieron hace aproximadamente un año en una vivienda de la calle Isidoro Antillón y el acusado habría propinado un fuerte puñetazo en la cara a la mujer. Ella no llegó a denunciar personalmente sino que fue otro compatriota quien avisó a las autoridades. El juicio no se llegó a celebrar tras lo ocurrido. Quien tampoco compareció fue el acusado, que no da señales de vida desde hace días. Este hombre fue interrogado por la policía después de la desaparición de María Elena, si bien según fuentes de la investigación no guarda ninguna relación con el crimen.

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El último día
La mujer asesinada acudió a trabajar por última vez el 30 de noviembre del año pasado. Salió en torno a las ocho de la tarde y se dirigió a un locutorio cercana a la calle Sindicato. Allí al menos realizó una llamada telefónica, a su familia en Bolivia. Según el responsable de este establecimiento salió ella sola. A la mañana siguiente, a su jefe le extrañó que no llegara: «Pasaron tres horas y no venía, así que me preocupó, porque era siempre puntual. Además tenía el móvil desconectado».
Así, Jordi Canillas denunció la desaparición a la policía y comenzó a buscar a María Elena. Colocó carteles en locutorios y bares frecuentados por la comunidad latinoamericana. «Ayer tuve un mal presentimiento, pensé, ya verás como antes de que sea el juicio pasa algo». Por desgracia, acertó.