La escalera rota por el lanzamiento de muebles.

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El caso del antiguo colegio público Son Espanyolet es otro ejemplo en que la dejadez institucional provoca que un edificio aprovechable se convierta en un estercolero. Y luego, para que vuelva a ser reutilizado, hay que invertir una gran cantidad de dinero.
El edificio se encuentra en la calle Niceto Alcalá Zamora, en la zona centro de Palma, a escasos 200 metros del cuartel de la Policía Local en Sant Ferran. Los agentes de este Cuerpo han tenido que acudir al edificio varias veces debido a la presencia de ocupas, gamberros o por incendios. El último de ellos se registró recientemente en el sótano, en lo que antiguamente era el gimnasio.
Los vecinos expresan su malestar por el estado de abandono y deterioro que sufre el edificio. «Hace cinco o seis años que se cambiaron al colegio nuevo (a dos manzanas de distancia) y desde entonces esto va de mal en peor», explica una farmacéutica del barrio. «En septiembre u octubre del año pasado vinieron y parecía que hacían algo, pero colgaron un cartel y ya no volvieron», señala y agrega: «Hemos llamado muchas veces para quejarnos del mal estado y hemos recogido firmas, pero todo sigue igual o peor».
La entrada al recinto está abierta porque el candado no está colocado en la barrera. Muchos vecinos aprovechan para pasear al perro y hay jóvenes que juegan a fútbol en el patio.
Junto a la entrada, en el suelo, sucio y roto, está el cartel que anuncia la construcción de una nueva escoleta, financiada por Ajuntament, Govern y Gobierno Central.
El edificio fue tapiado, pero en una de las entradas hay un boquete que permite el acceso al edificio sin problemas. El colegio constaba de planta baja, primer, piso, y dos sótanos.
En la planta baja y primer piso hay unas diez aulas de grandes dimensiones en cada planta, completamente destrozadas. Lo mismo ocurre con los dos sótanos. En uno había el gimnasio y en otro una sala polivalente y distintas estancias. La situación es la misma: Todo está completamente destrozado.
Todos los cristales del edificio también están rotos y no se puede caminar sin pisar los trozos por casi ninguna parte del edificio.
Cuando se cerró el centro, dentro quedaron sillas, mesas, pizarras, ordenadores, libros, juegos infantiles y hasta actas de notas de alumnos, muchas de ellas con datos personales. El material escolar ya no sirve para nada y las fichas de los alumnos siguen al alcance de cualquiera que entre al centro.
La pasada semana se acordó en el pleno de Cort el proyecto de reforma del edificio, que contempla una inversión de 2,2 millones de euros. Ayer, dos electricistas trabajaban en el edificio, pero dijeron que se trataba «de una cosa puntual». Los vecinos esperan que «esta vez se haga algo y no vengan un día como hace unos meses y luego desaparezcan, porque esto está hecho un desastre».