El centrocampista del RCD Mallorca Julio Àlvarez celebra su gol, ante la desesperación del jugador del Athlétic de Bilbao Pablo Orbaiz (i) en una acción del partido que ha enfrentado esta tarde a ambos conjuntos en el Ono Stadi, correspondiente a la decimosexta jornada del Campeonato Nacional de Liga en Primera División, que ha concluido con victoria para los baleares por 2-0. | ENRIQUE CALVO

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El Mallorca sigue de fiesta. Lleva el equipo balear toda la temporada de celebraciones y cuantas más jornadas acumula, más se divierte. Los de Manzano, que se han propuesto eliminar todos sus complejos en un mismo ejercicio, ya no recuerdan los maleficios de otros años y menos aún, los problemas institucionales que le han acompañado en los últimos meses. Juegan, se recrean y ganan, casi siempre ganan. Sobre todo en Son Moix, donde están cimentando los guarismos más sobresalientes de toda su historia. Ayer la escuadra isleña inauguró un mes lleno de curvas, pero lo hizo siguiendo el mismo patrón en el que se apoyan los grandes, marcando el terreno y levantando el campamento en el epicentro de la zona Champions. Dieciséis jornadas después, la permanencia parece un premio menor (2-0).

Tenía muy claro el Mallorca que no podía arrojar a la papelera la ocasión de subir otra marcha. Manzano, que partía con la defensa agujereada, compuso una zaga circunstancial y alineó un once sorprendente, más propio de algunos desplazamientos que de las funciones en casa. Sin embargo, al jienense la jugada le salió redonda y su equipo, además de someter al Athletic, ilustró el partido con algunas escenas geniales.

Pese a todo, le costó a la escuadra insular hacerse con los mandos del encuentro. Los vascos, aposentados tras un centro del campo especialmente denso, anularon cualquier intento de juego en los primeros veinte minutos, que se podían haber desarrollado sin porterías. No obstante, esa rutina empezó a agrietarse a la media hora, coincidiendo con los primeros desajustes de la defensa visitante. Aduriz, tras un excelso pase de Mario, abrió el camino en un mano a mano con Iraizoz (minuto 35) y se reafirmó poco después con un cabezazo blando, aunque seguía faltando algo.

Con la segunda mitad llegaron las primeras explosiones. Uno y otro equipo mantuvieron su discurso, pero Julio Àlvarez levantó la mano y encendió la mecha. El futbolista de origen venezolano, escorado hacia la derecha, se fue deslizando hacia el centro en busca de una mejor posición de remate y se sacó un buen zurdazo que se envenenó tras impactar contra el cuerpo de Amorebieta para acabar abriendo la lata (minuto 48).

Sólo un minuto más tarde, el Mallorca pudo sentenciar con otra desafortunada acción de Amorebieta, pero Iraizoz lo evitó estirando el pie desde el suelo y se multiplicó justo después para cerrarle la puerta a Aduriz con una mano enorme. El Athletic estaba acorralado y Caparrós decidió sacar a la arena los tanques que tenía guardados en el banquillo para estirar a los suyos. Los rojiblancos se lanzaron de cabeza a por la igualada y lo cierto es que llegaron a acariciarla en una contra redondeada por Llorente. Sin embargo, apareció Josemi para alterar su trayectoria en el momento justo. El malagueño, que rubricó su mejor actuación vestido de rojo, no sólo detuvo a los bilbaínos, sino que disparó a sus compañeros hacia el segundo tanto de la tarde.

Con el Athletic descamisado y el Mallorca proyectándose al contragolpe, el encuentro se rompió en mil pedazos y Aduriz bajó la persiana. En una de esas réplicas rojillas, Borja se apropió del cuero y no le soltó hasta que encontró una rendija. El madrileño dibujó una asistencia de fábula y el pichichi bermellón, pese a la presión de marcador, resolvió la salida del portero levantando suavemente la bola. Apenas celebró el tanto, pero sí que lo hizo la grada, que veía como el Mallorca desplazaba al Sevilla de la cuarta plaza. Ahora vendrán la Copa y el Bernabéu, pero tampoco conviene mirar a lo lejos. Es el momento de disfrutar.