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Lejos de los conciertos multitudinarios con colas de horas y jovencitas desmayadas, el que ofreció ayer Bisbal en el Auditórium de Palma sorprendió por el público convocado, una presencia de fans multigeneracional que se concentraba en un amplio arco de edad, de 25 a 45, y que llenó el aforo a rebosar. De hecho, las entradas se habían vendido en horas nada más salir a la venta hace meses.

Bisbal comenzó el concierto con un sonido rockero poco habitual en su estilo en un escenario que tenía como único elemento, fuera de los músicos, una pantalla gigante al fondo. Pero claro, el de ayer fue un concierto que el de Almería y su equipo denominan íntimo, muy distinto a esos escenarios con miles de personas gritando que han sido lo habitual en su carrera.

Sin mirar atrás, el tema que da nombre a su último disco, abrió el fuego, seguido de Esclavo de tus besos, el single que suena en todas las emisoras, y de Al Andalus, que dedicó a su tierra. Con esta última canción comenzó una serie de baladas y a interactuar con el público, mostrándose lo jovial y comunicativo que acostumbra.

Y de acuerdo con ese tono más íntimo, más entre amigos y alejado del estrellato que caracteriza esta gira por teatros, fue su vestuario casual, vaqueros, americana gris y camisa clara.

Ocho años encaramado a los escenarios le han servido para rebasar todo tipo de expectativas, dejando atrás la etiqueta de 'triunfito' para consolidarse como uno de los escasos frutos relevantes surgidos de la telerrealidad musical de OT. Y en su último disco ha oteado otros límites estilísticos: pop, rock, ligeras texturas electrónicas e incluso leves trazos de música disco en el que ha pretendido reflejar las idas y venidas, los triunfos y los fracasos, el desazón y las alegrías de un período extenso en el que la moneda ha caído en diversas ocasiones de ambas caras.