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Los Angeles Lakers recuperaron su esencia, perdida en los últimos dos partidos de la Final, para desdibujar por completo a Boston Celtics (89-67) y asegurarse la posibilidad de disputar el título en un séptimo y definitivo duelo. Kobe Bryant resultó fundamental con sus 26 puntos y 11 rebotes. Lideró el ataque con galones y sin egoísmos. Y encontró el apoyo fundamental de Pau Gasol, al borde del triple-doble con 17 tantos, 13 rebotes y nueve asistencias. Por los de Massachusetts destacó Ray Allen con 19 puntos. Las tornas cambiaron. La defensa, el rebote y el poderío del banquillo fueron cosa de los Lakers, al contrario de lo que ocurrió en el TD Garden. El público, enfebrecido e hipnotizado por el majestuoso arranque de Bryant, llevó en volandas a los suyos. Boston aguantó la embestida a duras penas gracias al trabajo de Allen, que rompió una racha de 18 triples seguidos sin ver aro y se mostró muy fino en el lanzamiento. Sin embargo, fue el factor Ron Artest quien, con su aportación desde el triple, lanzó a los californianos al término del primer cuarto (28-18).
La zona
El muro con el que chocaron los Lakers en Boston se implantó esta vez en la zona angelina. Poco podía hacer Doc Rivers ante los constantes errores en el tiro de Boston, mientras la diferencia en el rebote crecía. Ningún jugador angelino quería revivir el infausto recuerdo del cuarto partido de la Final de 2008, cuando Boston remontó 24 puntos en el Staples. Y los Lakers no dieron lugar a ello, ya que Artest elevó la renta a 25 a falta de un cuarto (76-51), mientras el público se desgañitaba gritando «Boston sucks». La Final llega a su epílogo.