La actriz israelí Natalie Portman posa durante el pase gráfico de la película "Black Swan" ("Cisne negro"), en la 67 edición del Festival Internacional de Cine de Venecia. | CLAUDIO ONORATI

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A pesar de las obras alrededor del Palazzo del Cinema y sus correspondientes protestas por parte de los habitantes del Lido, la Mostra de Venecia contraatacó con glamour en su inauguración con un ave delicada llamada Natalie Portman, que llevó su «Black Swan» a la alfombra roja.

La actriz, cuya encarnación de una atormentada bailarina de ballet fue destacada hoy como lo mejor del filme inaugural, volvió a demostrar que su plumaje es el de las grandes estrellas de Hollywood y no eligió para su aparición ni el negro ni el blanco de los cisnes de Tchaikovsky, sino el rojo escotado con pedrería rematado con el pelo recogido en dos caracoles sobre la nuca.

Junto a la elegancia de la pequeña pero deslumbrante Portman, el cineasta neoyorquino Darren Aronofsky, que había llamó la atención en la rueda de prensa con sus gafas ahumadas, la podría haber llamado aún más sobre la alfombra roja si hubiera aparecido con su compañera sentimental, Rachel Weisz.

Y completando el trío de ases, el actor francés Vincent Cassel, que también renunció a su célebre pareja, Monica Bellucci.

Tarantino y su "troupe"

Como miembro del jurado, Quentin Tarantino también hizo subir enteros al cómputo estelar de esta primera jornada, vestido de esmoquin, aunque el modelo masculino de la tarde lo llevó su compañero de tribunal, Luca Guadagnino, que después de vestir de Fendi a los personajes de su última película, «Yo soy el amor», apareció en Venecia con su americana de color rosa fucsia.

Durante la jornada anterior ya se habían dejado ver los miembros del equipo de la película 'Machete', dirigida por Robert Rodríguez y protagonizada por una guapísma Jessica Alba.

En los próximos días se espera que pasen también leyendas como Catherine Deneuve, autores como Sofía Coppola o Francois Ozon y el equipo del filme español «Balada triste de trompeta», de Alex de la Iglesia, o el de «Post Mortem», del chileno Pablo Larraín.