Jaume Bonet | Jaume Morey

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Evidencia una envidiable entereza. Habla sosegadamente. Y pese a su estado de manifiesta debilidad aún conserva destellos de humor. Jaume Bonet (Palma, 1948) se diplomó en Magisterio (Escola Normal, 1975) y forma parte de Jubilats per Mallorca. Desde comienzos de mes se halla en huelga de hambre para denunciar las medidas tomadas por el Govern de Bauzà en contra de la lengua catalana.

Le pregunto si la huelga fue debidamente meditada. Me responde:
Jaume Bonet.- Pienso que sí. Además, no ha sido una decisión individual, sino colectiva. Jubilats per Mallorca consideró la necesidad de llamar la atención de la ciudadanía ante lo que es una agresión brutal del Partido Popular contra los derechos lingüísticos de mallorquines, menorquines, ibicencos y formenterenses.
Llorenç Capellà.- ¿No era ya suficientemente público y notorio...?
J.B.- No tanto como quisiéramos, porque hay segmentos sociales muy reacios a admitir que el Govern va contra nuestro patrimonio cultural. Ahora, por ejemplo, en la Part Forana empieza a notarse un cierto desconcierto y malestar por los cambios que se están dando en IB3. Por otra parte, desde Jubilats per Mallorca, consideramos que muchos votantes del Partido Popular no deseaban que Bauzà cambiara la política lingüística y están desconcertados, no saben con qué carta quedarse. Mi huelga de hambre pretende ser un aldabonazo a la conciencia de los indecisos.
L.C.- ¿Se decepcionará si su esfuerzo no se refleja en las urnas?
J.B.- Pensaré que no hemos conseguido que nuestro mensaje llegara más allá de los núcleos de gente concienciada. Yo no quiero morir, pero alargaré la huelga hasta la propia extenuación. Con ello quiero decirle que no regatearé sacrificios con tal de conseguir un impacto social importante. En Jubilats per Mallorca vamos a por todas. Valoramos, incluso, el lema de la huelga. ¿Y sabe por qué nos decidimos por Vaga de fam per la llengua...?
L.C.- Dígamelo.
J.B.- Porque trasmitía un mensaje rotundo, sin posibilidad de equívocos. Inicialmente nos inclinamos por Dejuni per la llengua, pero pensamos que más de uno lo relacionaría con el ayuno cristiano y llegaría a la conclusión de que me he limitado a sustituir las chuletas por la langosta.
L.C.- Algunos lectores se preguntarán si puede amarse tanto una lengua como para exponerse a morir por defenderla.
J.B.- Y yo le responderé que sí, porque una lengua no son únicamente vocablos, sino que estos vocablos sirven para expresar una forma de sentir y de relacionarse. Son una cultura, una tradición, una historia... Por otra parte, la defensa de la lengua, en nuestro caso la catalana, tiene una vertiente social y solidaria. Me preocupa el país. La reforma laboral que se está gestando será una brutalidad, la especulación urbanística es indignante... Todo esto y mucho más, forma parte de los programas de Bauzà y de Rajoy. Pero le diré más: tanto la política autonómica como la estatal se halla al servicio de los intereses de la plutocracia. Quienes atentan contra las lenguas minoritarias son los mismos que han generado la crisis, que concentran el poder energético, etcétera...
L.C.- ¿Usted milita en algún partido?
J.B.- Desde 2007 no. Con anterioridad estuve en el PSM y llegué a formar parte del consell de dirección política. Abandoné después de que el pacto de izquierdas permitiera la continuación de las obras de Son Espases. Yo propuse que los del PSM, sin hacer peligrar el gobierno de mayoría socialista, abandonáramos los cargos en el Govern.
L.C.- Y no se le escuchó.
J.B.- Salta a la vista que no. Así que consideré que por coherencia debía marcharme. Y lo hice sin odio, sin dar portazos. Además, hace cinco años de todo esto... Ya es agua pasada. Tan solo fui consecuente conmigo mismo. Si alguna vez dejo de serlo, lo paso mal. Me remuerde la conciencia.
L.C.- Su conciencia le ha llevado a la huelga de hambre.
J.B.- Y también la rebeldía. En Jubilats per Mallorca consideramos que el derecho a conocer y a hablar la lengua propia de un territorio es un derecho, no sólo de los nacidos en este territorio, sino también de los que fijan su residencia en el mismo. No vamos contra ninguna otra lengua o cultura. Y defendemos lengua, país y trabajo, que es lo que nos están robando. Si para sacarnos de la crisis los que gobiernan han de robarnos parte del sueldo o de las pensiones, y digo el verbo robar a conciencia, igualmente podrían expropiar fincas de los Botín o de los March y no lo hacen. Los platos rotos siempre van a cuenta de los de abajo.
L.C.- Después de tantos días sin comer ¿Siente molestias?
J.B.- Casi ninguna. Algún que otro mareo y poco más. A cada día que pasa necesito un mayor número de horas de descanso. El peligro estriba en el corazón y en los riñones. Aunque me bebo dos litros diarios... ¡Pero son de agua! No me tome por un borrachín.

L.C.- ¿No pierde el humor…?
J.B.- Ni el ánimo. Sin embargo perdí la sensación de hambre a los dos o tres días de huelga. Aunque en ningún momento fue desesperante, porque antes de iniciarla había ido reduciendo progresivamente la injerencia de alimentos. En el período de preparación perdí catorce kilos.
L.C.- ¿Y ahora…?
J.B.- Entre trescientos y cuatrocientos gramos diarios. Hago vida vegetativa, no malgasto energías…
L.C.- Dispondrá de tiempo para pensar en mil cosas.
J.B.- Pero no hago más que darle vueltas a lo mío. Podría matar el tiempo leyendo o escuchando música, que son dos de mis aficiones, y no hago ni lo uno ni lo otro. No puedo concentrarme en nada. En cambio consigo dormir, algo inusual en quienes están en mi situación.
L.C.- ¿Sueña…?
J.B.- ¡Que como uva! La primera noche soñé que mojaba pan de Viena en el aceite de una lata de atún. Pero sólo fue esta primera noche. Luego, uva. Como uva. Siempre uva.
L.C.- ¿Qué habrá cambiado en usted cuando retome el ritmo normal de vida?

“Le hago una confesión: de adolescente no estaba dispuesto a admitir que el mallorquín fuera catalán”

 

J.B.- Poco o nada. He hecho sindicalismo desde el STEI, he formado parte de asociaciones en defensa del territorio y de la lengua… Ahí está mi mundo. Le hago una confesión: de adolescente no estaba dispuesto a admitir que el mallorquín fuera catalán.
L.C.- ¿Y…?
J.B.- Recuerdo que mantuve una acalorada disputa con unos amigos, yo defendiendo que nuestra lengua era la mallorquina. Me dije a mi mismo que no iba a parar hasta tener argumentos sólidos para demostrárselo. Y empecé a documentarme y a leer. Y como no podía ser de otra forma, me convencí de lo contrario. Por eso creo que lo importante es informar a la gente. Estoy muy contento con la visita de los profesores del departamento de Filología catalana de la UIB, pero me alegra más la de los miembros de la asociación de vecinos del Coll d’en Rabassa. ¿Me explico…?
L.C.- Sí.
J.B.- Los filólogos ya saben que la lengua catalana está siendo agredida y arrinconada, etcétera, etcétera… Pero si se solidarizan conmigo los vecinos de tal o cual barriada, significa que ya hay un grupo de gente heterogéneo que ha decidido no dejarse manipular por el poder. El bombardeo mediático de Intereconomía, de la Cope y de tertulias de aquí y de allí contra la lengua catalana, es brutal. Y añádale a esto la represión de los que crecimos en el franquismo. ¡Si hablar en catalán era cosa de maleducados o de terroristas…!
L.C.- ¿Imaginó, durante la Transición, que casi cuarenta años después estaríamos luchando por lo mismo?
J.B.- La verdad es que no. Y si se ponen en marcha las medidas económicas y laborales de Rajoy, estaremos peor que en los últimos tiempos de Franco. A todo ello añádale las específicas de Bauzà, y deberemos reconocer que nos enfrentamos a un futuro dantesco.  
L.C.- ¿Hasta cuándo continuará en huelga?
J.B.- No lo sé. Estaré treinta días, quizás más. Asumo el riesgo que ello comporta, aunque no pasa por mi cabeza la posibilidad de morirme.
L.C.- ¿Sabe que ya se ha convertido en un referente ético?
J.B.- No lo quisiera, porque mi esfuerzo es el esfuerzo de Jubilats per Mallorca. Y también el de todos. ¿Por qué no…? El de todos aquellos que defienden la dignidad de los pueblos.
L.C.- ¿Añora la calle?
J.B.- El domingo salí para ir a misa. Fui con mi esposa a la Seu, a misa de una, porque es la única que allí se oficia en catalán. Si puedo, continuaré yendo cada domingo.
L.C.- Can Alcover se halla a dos pasos del Palau Episcopal…
J.B.- Es cierto. No obstante, en el estado de debilidad en que me encuentro, dos pasos, son muchos pasos.
L.C.- Pero para el señor obispo no son nada. ¿Cuántas veces ha venido a visitarle?
J.B.- Ninguna. Probablemente estará ocupado. ¿Lo dejamos así…? En cualquier caso soy tan cristiano como él. Me basto solo para hallar argumentos en los que fortalecer mi fe.

El artículo primero de la Declaración Universal de Derechos Lingüísticos promovida por la Unesco afirma que «se entiende como comunidad lingüística toda sociedad humana que, asentada históricamente en un espacio territorial determinado, reconocido o no, se autoidentifica como pueblo y ha desarrollado una lengua común como medio de comunicación natural y de cohesión cultural entre sus miembros». Luego, el artículo cuarto determina que «esta Declaración considera que las personas que se trasladan y se establecen en el territorio de una comunidad lingüística diferente de la propia, tienen el derecho y el deber de mantener con ella una relación de integración». Finalmente, el artículo sexto especifica que «esta Declaración excluye que una lengua pueda ser considerada propia de un territorio únicamente por el hecho de ser la oficial del Estado o de tener tradición de ser utilizada dentro de este territorio como lengua administrativa o de ciertas actividades culturales». Es evidente, por tanto, que José Ramón Bauzà no se la ha leído o que no concede ningún valor a las decisiones de los organismos internacionales. En cualquier caso con sus medidas en contra de la lengua catalana se está poniendo el mundo por montera. La calle, mañana (plaça d’Espanya, 18 horas), le pedirá explicaciones.