Josep David Garrido | Jaume Morey

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Se ha familiarizado tanto con el medievo que se refiere a los reyes catalanes como si fueran los hijos de la vecina del cuarto. Ahí radica, en parte, la amenidad de sus escritos. El resto lo pone la erudición. Josep David Garrido (Alacant, 1965) es doctor en Historia (UAB, 1997) y experto en paleografía y diplomática. Su último libro: Jaume II de Mallorca (Rafael Dalmau Editor, 2011).

Le comento que también escribió un libro de encargo: Los hijos silenciados de los Borbones. Me responde:
Josep Garrido.- Es cierto. Doy clases de geología heráldica y frecuentemente me solicitan artículos sobre monarquías y derechos dinásticos. Y cuando empezó a hablarse de la relación de Felipe de Borbón con Letizia Ortiz ni le digo... La historia de las monarquías está llena de puntos oscuros y la de los Borbones no iba a ser una excepción. Además, ningún miembro de la realeza puede aspirar a la Corona si contrae matrimonio con una persona de rango inferior.
Llorenç Capellà.- Felipe de Borbón...
J.G.- No puede ser rey.
L.C.- ¿Qué dice usted...?
J.G.- Nada nuevo. Me remito a la Pragmática Sanción promulgada por Carlos III el 23 de marzo de 1776 para evitar, precisamente, los llamados matrimonios desiguales.
L.C.- Hiede a naftalina todo eso.
J.G.- Dígamelo a mí que soy republicano. Pero la Pragmática está en vigor. Y, quieras que no, España es un estado monárquico.
L.C.- Vale.
J.G.- Según las leyes vigentes, por tanto, ni el Príncipe de Asturias ni sus hermanas pueden heredar la Corona. Le recuerdo que el infante Alfonso tuvo que renunciar a sus derechos dinásticos, en 1933, al casarse con Edelmira Sampedro, una cubana riquísima pero que no pertenecía a la nobleza. Luego Jaime también renunció al trono por su sordera y, de esta forma, el heredero pasó a ser el tercer hijo, Juan, padre del actual rey.
L.C.- Jaime de Marichalar e Iñaki Urdangarin, son duques de Lugo y de Palma de Mallorca respectivamente.
J.G.- No se confunda. Son, a lo sumo, duques consortes. O sea, nada.
L.C.- ¿Nada...?
J.G.- Quiero decir que son tan plebeyos como usted y yo. Y Letizia Ortiz, lo mismo. ¿Qué voy a decirle...? Yo no he hecho las leyes. Aunque el juancarlismo se las salta todas a la torera. Juan Carlos no es rey de España.
L.C.- Y entonces ¿qué es?
J.G.- Rey de las Españas, en plural. Es decir, rey de Castilla, de Aragón... Lo de rey de España no deja de ser un invento de Franco.
L.C.- Habíamos acordado esta entrevista para hablar de Jaume II, rey de Mallorca.
J.G.- Y podemos hacerlo. Fue el primer monarca de un reino que nació a contracorriente de la historia. Francia cohesionaba sus tierras. Y Castilla también. En cambio, las catalanas, se dividían por decisión testamentaria de Jaume I. Ello hizo que hubiera litigios constantes entre Jaume II y Pere el Gran, que era conde de Barcelona y rey de Aragón y de Valencia.
L.C.- ¿Tenía mayor importancia el condado de Barcelona que los demás reinos de la Corona?
J.G.- Sin duda. Un reino no era más que un condado. Fíjese en Jaume II: es rey de Mallorca, pero la capital del reino está en Perpinyà y la ciudad de más peso social es Montpellier. Para entendernos: era más importante ser señor del Rosselló que rey de Mallorca. De hecho, Mallorca apenas tiene peso en el conjunto de la corona. Últimamente, por razones políticas, se ha pretendido que el Regne de Mallorca se correspondiera con las Illes Balears.
L.C.- ¿Y no es así?
J.G.- Qué va. También se han querido presentar las disputas entre los dos hermanos con un enfrentamiento entre catalanes del continente y catalanes de las islas. Otro disparate.
L.C.- ¿Y la fiesta nacional mallorquina del 12 de Septiembre...?
J.G.- No tiene ningún sentido. Las testas coronadas, fueran hermanos o primos, se abrazaban o se peleaban entre sí, pero los mallorquines se sabían tan catalanes como los de Barcelona o Tarragona y no se interesaban por los litigios de familia.
L.C.- Ha dicho que Perpinyà era la capital del Regne de Mallorques.
J.G.- Y, además, era donde el rey residía habitualmente, porque en Mallorca solo pasaba temporadas que, en conjunto, no sobrepasaron el medio año. Jaume II vivía entre Perpinyà y Montpeller, porque Montpeller era la gran capital del sur europeo. Francia siempre la pretendió y, finalmente, consiguió anexionársela. Y ahora es una ciudad francesa ¡cómo si Francia existiera!
L.C.- Francia existe...

El sur de Francia no es francés, pese a las políticas uniformadoras que se han puesto en marcha desde París. ¿Que tampoco ya no es catalán...? Bueno, será otra cosa...

J.G.- Como ente cultural, en su actual configuración, es un engaño. Como lo es España. El sur de Francia no es francés, pese a  las políticas uniformadoras que se han puesto en marcha desde París. ¿Que tampoco ya no es catalán...? Bueno, será otra cosa...
L.C.- Volvamos a los hijos de Jaume I, Pere el Gran y Jaume II de Mallorca...
J.G.- ¿Qué quiere saber...?
L.C.- Cuando se enemistan.
J.G.- Las primeras chispas saltan durante la conquista de Murcia, en 1265. Jaume I quiso que le acompañaran los dos y Pere buscaba excusas para dejar a Jaume fuera de la campaña militar. Más adelante se supo, concretamente en 1266, que seis años antes había firmado un documento secreto, con el testimonio, entre otros, de Ramon de Penyafort, en el que dejaba constancia de que no aceptaba el testamento de su padre porque dividía el patrimonio real.
L.C.- ¿Lo supo Jaume I...?
J.G.- Y montó en cólera. Pero no varió su decisión testamentaria expresada en 1262. O sea que Pere se quedó Catalunya, Aragón y Valencia, mientras que Jaume gobernó en Mallorca, Montpeller, el Rosselló y la Cerdanya. Las tierras o los países eran tratados como una propiedad. Y se producían bodas por interés. O se rebelaban los unos contra los otros por un condado o una baronía. Ahí tiene la tragedia de Ferran Sanxis de Castre, que era hijo de Blanca de Antillón, una de las amantes predilectas de Jaume I. Porque el tema de los amoríos reales es una historia aparte. Jaume I, en las campañas militares, no solo se hacía acompañar por su esposa, la reina Violant, sinó por todas sus amantes.
L.C.- Me hablaba de Ferran Sanxis de Castre...
J.G.- Acaudilló una revuelta nobiliaria contra Pere, aún en vida de Jaume I. Pero los revoltosos fueron derrotados y Ferran Sanxis fue hecho prisionero cerca del Cinca cuando huía vestido de pastor. Pere no se lo pensó dos veces: mandó que lo ahogaran en el río.
L.C.- Eran tiempos duros.
J.G.- Crueles. Cuando en 1285 Felipe III de Francia, con el apoyo del Papa Martín IV y de Jaume II, invadió Catalunya, la guerra se decidió en una batalla naval. La flota catalana, mandada por Roger de Llúria derrotó a la francesa cerca de las Illes Formigues, entre Palamós y Palafrugell. Pues bien, los vencedores sacaron los ojos a los trescientos prisioneros y los devolvieron a Francia para escarmiento.
L.C.- Le cambio de tema...
J.G.- ¿De qué hablamos?
L.C.- De las relaciones amistosas entre Jaume II y Ramon Llull.
J.G.- Ramon gozó de la protección real, es cierto. Aunque tanto le encontramos en la corte de Pere como en la de Jaume. Sin embargo, ni aquellos reyes ni aquella nobleza se preocupaban excesivamente por la cultura. En realidad sólo les motivaba la guerra.
L.C.- Pero Jaume II y Ramon Llull...
J.G.- Estando ambos en Montpeller, Ramon le propuso al rey la creación de una escuela de árabe para ir a convertir infieles. Y el rey le brindó su ayuda, de ahí Miramar. Por otra parte, Jaume II intercedió ante Felipe III para que Llull pudiera explicarse ante los sabios de París. Y los sabios lo escucharon en un respetuoso silencio. ¡Pero porque lo ordenaba su rey...!
L.C.-...
J.G.- Ya es hora de que hablemos claro. Llull es importante, de acuerdo. Pero de ahí a que un señor de Mallorca que está como una cabra se explique en la Sorbona y los sabios asientan maravillados a cuanto dice, hay un abismo. ¡Si ni siquiera se expresaba correctamente en latín...!
L.C.- ¿La amenidad, en la historia...?
J.G.- Es imprescindible. Al menos yo lo veo así, porque tengo vocación de escritor. De hecho, de joven, me hubiera inclinado por la literatura, si todos mis compañeros que amaban la lengua catalana y el país no se hubieran sentido obligados a escribir poemas. Y escribían unos poemas malísimos. Entre sus versos y los de Martí Pol, que también son muy flojos, se me pasaron las ganas de ser escritor.
L.C.- Una última pregunta...
J.G.- Diga y le contesto.
L.C.- ¿Qué se ha hecho de la hija de Olghina di Robilant?
J.G.- Se llama Paola y se doctoró en literatura. Creo que reside en Inglaterra. Y pasa de su historia familiar. Enterró sus orígenes y vive su vida.

 

Josep David Garrido se remonta a la Pragmática Sanción de 1776 para cuestionar el derecho a la Corona de aquellos miembros de la realeza que han contraído matrimonio con gente sin rango aristocrático. José María Zavala, en Bastardos y Borbones (Plaza&Janés, 2011), deslegitima las seis últimas generaciones de la realeza española al afirmar que Carlos IV tuvo catorce hijos y ninguno era suyo. Se lo confió María Luisa de Parma, la reina, a su confesor. Así que Fernando VII puede que llevara sangre de garito. Para más inri, la rumorología afirma que Alfonso XII no fue hijo de Francisco de Asís de Borbón, a quién se le llamaba Paquita por su homosexualidad manifiesta, sino que nació de resultas de los amores de su madre, Isabel II, con el comandante Enrique Puig-Moltó. Nada nuevo bajo el sol. Sus realezas no van de casa al trabajo como un obrero cualquiera, sino que disponen de infinidad de horas de solaz. De ahí que sus amoríos sean incontables. Alfonso XII, -el más carismático de los Borbones- gastó su juventud entre el catre y la taberna. Tuvo descendencia con Mercedes Basáñez y con Elena Sanz. Y Antonio Espina, en Las tertulias de Madrid (Alianza Editorial, 1995) se refiere a las juergas que se corría en el corral de la Palitos. Alfonso XIII no se quedó corto. Hijos los tuvo con Juana Alfonsa Milán y con Carmen Ruiz Moragas. Y amores conocidos, con Celia Gámez, Genoveva Vix y la Bella Otero. Luego llegó la República y abrió ventanas y oreó las sábanas. En fin...