Josep A. Pérez de Mendiola | Teresa Ayuga

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Es el biógrafo de Fortunio Bonanova, un mallorquín que rodó a las órdenes de Orson Welles, Billy Wilder, John Ford y Otto Preminger, aunque paradójicamente en Mallorca es apenas conocido. Josep Antoni Pérez de Mendiola (Palma, 1953), más conocido por Mendi o Mendiola, es escritor, especializado en cine y teatro. Acaba de dirigir un documental, "Fortunio Bonanova: Ciutadà de Mallorca", que emitirá IB3 en enero.

Le hablo de su pasión por Fortunio Bonanova. La justifica:
Josep Antoni Mendiola.- Es un actorazo. Ahora nos hacemos lenguas de Penélope Cruz, de Antonio Banderas o de Javier Bardem, porque triunfan en Hollywood. Y nos olvidamos que Fortunio ya triunfó allí en los años cuarenta. Pero es que mi admiración también se dirige a la persona. Fue un tipo singular. ¿Usted se imagina la aventura que supone, en los años veinte, instalarse en Estados Unidos sin saber inglés y dispuesto a triunfar...?
Llorenç Capellà.- ¿Desconocía el inglés...?
J.M.- Totalmente. Su esposa, Margaret Pierce, me hacía notar que su inglés era muy peculiar. ¡Y es que lo hablaba con acento mallorquín...!
L.C.- ¿Queda, en Palma, algún rastro o algún recuerdo de sus años de juventud?
J.M.- Ni uno. Tenga en cuenta que en 1921 cuando se estrenó Don Juan, de Ricard de Baños, él ya actuaba como galán.
L.C.- ¿Tenía veintiséis años...?
J.M.- Exacto. Y cuando se filmó el Don Juan ya vivía en Barcelona. Y antes había residido en Italia, estudiando canto con el maestro Battestini. Incluso él afirma que los hermanos Baños, Ricard y Ramon, que dirigían Royal Films, le habían ido a buscar a París, donde estaba actuando.
L.C.- Si es así, ya era famoso.
J.M.- Quién sabe. Él teje y desteje su propia leyenda, favorecido por el desconocimiento total que hay sobre sus inicios. El único que sabe algo de esta época suya es Lluís Fábregas, que afirma que fue telegrafista. En cambio él, Fortunio, declara que estudió filosofía y letras y derecho.
L.C.- ¿Y usted que cree?
J.M.- Me limito a tomar nota. Alguna presencia debió de tener en el mundo artístico porque firmó el Manifiesto Ultra, al lado de Joan Alomar, Jorge Luis Borges, Ernest Maria Dethorey, Jacob Sureda y otros.
L.C.- El Manifiesto Ultraísta es de 1921.
J.M.- ¿Y él estaba en París...? Pues debió firmarlo antes de marcharse. O a la vuelta. O quizás no actuó nunca en Francia. Yo me interesé por el Fortunio Bonanova actor, y a medida que voy hurgando en su vida me doy cuenta de que el ciudadano Moll es tan interesante y enigmático como el artista.
L.C.- Empecemos por el nombre...
J.M.- Vale. No se llamaba Fortunio Bonanova, sino Josep Lluís Moll. Lo único que sabemos con certeza es que nació en el carrer dels Apuntadors y que fue hijo único. Su familia era de clase media y es probable que su padre trabajara en algo relacionado con la música. Su padre murió siendo él un niño. Y en torno a los dieciocho años, solicita el permiso materno para abandonar la tutela familiar y viajar quién sabe a dónde. Y su madre le responde que le da el permiso porque sabe que con o sin permiso hará lo que le plazca.
L.C.- Era un pájaro.
J.M.- Pero un pájaro que deseaba volar. Estuvo en Italia, seguro. ¿Y en París...? Es probable. Abandonó Mallorca y jamás regresó. En su último viaje a España, en el sesenta, participó en Los tres que robaron un banco, una película que posiblemente no llegó a estrenarse. Pero parte del rodaje transcurrió en Eivissa y Margaret, su esposa, le sugirió que podían visitar Mallorca.
L.C.- ¿Y...?
J.M.- Él le dijo que no. Sin su madre, que ya había muerto, no tenía necesidad de ver a nadie.
L.C.- ¿Se relacionaba con ella...?
J.M.- Puede que sí. En cualquier caso es arriesgado afirmarlo, porque si se escribieron se destruyeron o perdieron las cartas. Fortunio salió de Mallorca para no volver. Y aunque residió un tiempo en Barcelona, en donde actuó con la compañía de Amadeo Vives, tenía la vista puesta en los Estados Unidos. Con la Amadeo Vives estuvo en Nueva York.
L.C.- ¿Cuándo...?
J.M.- El 13 de diciembre de 1925 representaron Maruxa en el Daly's Theatre. Fortunio hacia de Pablo y le acompañaba Pilar Arcos. Inmediatamente ellos dos formaron compañía propia y la Arcos-Bonanova inauguraba, con Los Gavilanes, la temporada de 1926 en el Lyric Theatre.
L.C.- ¿Y de dónde sacó el dinero?
J.M.- ¿Fortunio...?
L.C.- Sí, Fortunio.

Su físico le ayudó a triunfar, era un ‘latin lover'. Y en Hollywood fue nombrado Spanish Sensation of Hollywood 1928. Pero el encanto personal le hubiera servido de poco sin su talento

J.M.- Y yo qué sé. Se quería comer el mundo y se lo comió. Actuó por todas las ciudades de Estados Unidos, por Sudamérica... Su físico le ayudó a triunfar, era un ‘latin lover'. Y en Hollywood fue nombrado Spanish Sensation of Hollywood 1928. Pero el encanto personal le hubiera servido de poco sin su talento y una enorme capacidad de trabajo. Cantaba, hacía teatro y cine. Era compositor, guionista... Para que se haga una idea del prestigio que se ganó: Margaret me contó que el todopoderoso Orson Wells le rogó que reescribiera su papel en Citizen Kane.
L.C.- El documental que usted ha dirigido lleva por título Fortunio Bonanova: Ciutadà de Mallorca...
J.M.- ‘Ciutadà', ciudadano o ‘citizen'. ¡Tanto da...! He procurado explicar quién era a partir de las informaciones de Margaret Pierce y de la hija de ambos, Risa. De Lluís Fábregas. De Guillermo Cabrera Infante y de su viuda, Miriam Gómez... También he recabado la opinión de Conrado San Martín, Pere Serra, Coco Meneses, Antoni Serra, Eduardo Jordá... Le insisto: en Mallorca es un gran desconocido. Únicamente Pepín Tous le entrevistó para La Última Hora, aprovechando su viaje a Eivissa.
L.C.- Margaret, su esposa, habrá aportado mucho material...
J.M.- Qué va. Margaret conocía muy bien al artista, pero no tanto al hombre. El mismo día que se casaron supo, ante el juez, que el que iba a ser su marido se llamaba José Luis Moll. Quedó boquiabierta. ¡Se casaba con un desconocido...!
L.C.- ¿Cuál era la ideología de Fortunio?
J.M.- He ahí otro interrogante. Al parecer, al estallar la Guerra Civil se hallaba en España y tomó el primer avión que zarpaba para América. Y en América no intervino en ninguna campaña a favor de la República. Yo le definiría políticamente como un anarquista espiritual. Por otra parte, se sentía americano, pasaba de España...
L.C.- ¿Sus aventuras amorosas estuvieron en consonancia con su fama de ‘latin lover'...?
J.M.- ¡Usted dirá...! Pilar Arcos, Dolores del Río... Gary Cooper y él fueron, durante muchos años, los dos solteros por excelencia de Hollywood. Fortunio decía, irónico, que al ser su corazón tan grande tenía que repartirlo. Se casó siendo maduro.
L.C.- Pero una sola vez.
J.M.- Es cierto. Y tuvo una sola hija. Estuve en su casa, en Vancouver. Llamé a la puerta y quedó asombrada de que un mallorquín hubiera viajado hasta allí para recabar información sobre su padre.
L.C.- ¿Qué le aportó?
J.M.- Vaguedades. Me lo describió como un gran vitalista. En sus últimos tiempos dirigía, con la ayuda de Margaret, una escuela de bel canto.
L.C.- ¿Fue su gran frustración no triunfar como tenor?
J.M.- No lo creo. Aunque lo cierto es que siempre llevó la ópera en la cabeza. Incluso murió en una representación de Madame Buterfly. Miriam Gómez me lo describía como un personaje operístico.
L.C.- ¿Y Cabrera Infante, su esposo...?
J.M.- Le consideraba el mejor actor secundario de la historia del cine. Incluso le dedica un capítulo entero en Cine o Sardina, uno de sus libros de crítica cinematográfica. Yo tuve la oportunidad de conocer a Cabrera en Londres. Le telefoneé para concertar una cita y, después de mucho pensárselo, me concedió media hora. Llegué a su casa a las siete de la tarde y no la abandoné hasta medianoche.
L.C.- ¿Siempre hablando de Fortunio?
J.M.- Siempre. Fue en el noventa y ocho. Y al año siguiente me invitó a dar una conferencia sobre él en un ciclo de cine que dirigía en El Escorial, enmarcado en los Cursos de Verano de la Complutense.
L.C.- Escójame dos películas de Fortunio.
J.M.- Ciudadano Kane, de Welles, y Cinco tumbas al Cairo, de Wilder. ¡Citaría tantas...!
L.C.- Murió en el sesenta y ocho...
J.M.- Sufrió un derrame cerebral. Recibió sepultura en Los Ángeles.
L.C.- Por curiosidad ¿Cómo nace su pseudónimo?
J.M.- Se puso Fortunio porque se disponía a hacer fortuna. Y Bonanova, en recuerdo de la Virgen del santuario de la Bonanova, porque los marineros mallorquines, cuando regresaban de una larga travesía, iban a rezarle.
L.C.- Él no regresó.
J.M.- Pudo tener sus razones. En cualquier caso me parece vergonzante que una calle o plaza de Palma no lleve su nombre. ¡Si muchos mallorquines jamás lo han oído nombrar...!
L.C.- Imagínese que usted anda buscándole.
J.M.- ¿En Palma...?
L.C.- Claro. ¿En dónde le localizaría?
J.M.- Entre el Bar Bosch y Ca s'Andritxol, por las cercanías del Born... Por las calles con más carácter, sin duda.

Lluís Fábregas (Palma, 1906-1979) en su libro Ca Nostra se refiere a Josep Lluís Moll (Palma, 1895- Woodland, 1969) como un personaje anecdótico. Confirma que trabajaba de telegrafista y que encorajinado por la familia Tous debutó en el Teatre Principal, en un festival benéfico, cantando Spirito Gentil, de La Favorita. Le describe absorto ante el quiosco de prensa de Lirola, en el Born, mirando las revistas de cine. Luego ya lo sitúa en el barco que le aleja de Mallorca. Afirma, Fábregas, que Fortunio marchó sin despedirse de casi nadie. Y aromatiza la descripción de la partida con sus mejores esencias literarias. Escribe Fábregas que «al torcer (el barco) la punta de San Carlos, fijó (Fortunio) su vista hacia el riente caserío de la Bonanova que iba desapareciendo entre brumas... Luego se le vio mirar todo lo ancho de la bahía palmesana y, enjugándose las lágrimas con su pañuelo, hizo una rúbrica como diciendo ¡adiós Palma querida!». Puede ser. Abundando en el tema de la añoranza, la revista mensual Baleares, de Uruguay, publicó una entrevista (1924) con un Fortunio que procedía de Buenos Aires, en donde había cantado La Canción del Olvido y se hallaba en Montevideo interpretando Maruxa. Afirma, Fortunio, que al acabar la gira tenía previsto regresar «a nuestra querida Mallorca, donde me espera con los brazos abiertos mi tierna y querida madrecita». Lo cierto es que no volvió, aunque viajara a España en 1935 y en 1961. Se instaló en Los Ángeles. Y participó en unas ochenta películas.