Pep Noguera | S. Amengual

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Tiene pinta acanallada, de marinero marsellés. Pero su biografía le sitúa en otro espacio. Pep Noguera (Palma, 1965) es actor, autor y productor teatral. Empezó interpretando a los clásicos y luego se pasó a un teatro con sello propio, de indudable aceptación. Fue uno de los fundadores de Diabéticas Aceleradas (1985), una compañía de humor colorista, más próximo a la carcajada que a la sonrisa.

Las fotos de los políticos aún ocupan las vallas publicitarias. Le pregunto a cuál de ellos le pintaría una nariz roja, de payaso. Me responde:
Pep Noguera.- ¿A cuál...? ¿A cuál...? ¡Qué compromiso! Porque se la pintaría a más de uno. Y si pudiera incorporarlos a Diabéticas les haría usar tacones, les pondría pelucas, los maquillaría...
Llorenç Capellà.- ¿Cuántos nuevos sueldos está dispuesto a pagar?
P.N.- Ahí radica el problema. Porque la gente, y los políticos no son una excepción, quiere cobrar por lo trabajado y, en estos momentos, las compañías independientes no sólo hemos de luchar contra la crisis, sino contra la competencia desleal de los teatros públicos.
L.C.- ¿Está pensando en el Teatre Principal...?
P.N.- Claro. Participa en coproducciones, aún a sabiendas de que la obra no estará más de diez días en cartelera. En cambio, Diabéticas no puede jugar al montaje intelectual, porque necesita público. En Madrid, los teatros se llenan cada día. Aquí no. No sé si la gente pasa de la programación, no sé si los precios son excesivamente elevados...
L.C.- Analícelo.
P.N.- ¿Para qué...? Quien paga es el público y la razón, por tanto, está de su parte. Además ¿cómo voy a quejarme del público si Diabéticas siempre ha contado con su apoyo...? Así que continuaré centrando mis críticas en el Principal. Le hago una confidencia: los responsables nos propusieron coproducir un espectáculo a condición de que no fuera taquillero.
L.C.- ¿Qué dice...?
P.N.- Lo que oye. Confunden lo popular con lo malo y así les luce el pelo: el teatro está vacío.
L.C.- Shakespeare fue popular.
P.N.- ¡Naturalmente...! Y Brecht. Y Miller. El teatro debe dividirse en bueno y en malo. Y si además de bueno interesa a las mayorías, no podemos pedirle más. Porque uno de los objetivos del teatro es dar espectáculo. ¿Que Lara Dibildos, por citar a alguien del famoseo, es más presentadora de televisión que actriz...? Puede ser. Pero en los últimos años ha representado desde un Jardiel Poncela a un Molière. Su nombre atrae, tiene morbo.
L.C.- ¿Morbo...?
P.N.- Sí, morbo, interés malsano... ¿Sabe en qué se centra el morbo de mis montajes...? En conseguir llenar el teatro y la nevera.
L.C.- Usted empezó interpretando a Shakespeare...
P.N.- Y a Lope de Vega y a María de Zayas. Y a un simbolista como Maeterlinck. Pero me junté con Tomeu Cañellas y Joan Bauzà y empezamos a diseñar algún que otro sketch que supiera a cosa diferente. Colaboramos con Dani Pannullo, un argentino, recién llegado a España, que combinaba la pantomima con el playback... Empezamos en Abraxas, en el Jonquet.
L.C.- ¿Y el nombre de la Compañía?
P.N.- Surgió casualmente. Yo soy diabético y a poco que me descuide me da un subidón de azúcar.
L.C.- Sí...
P.N.- Cierta noche, actuando en Siroco, en la Plaça Gomila, nuestra actuación se iba retrasando y retrasando...
L.C.- Y usted temía por su salud.
P.N.- Y le dábamos prisa a Bárbara, un travesti que hacía de speaker, para que acortara las presentaciones. Entonces, harta de nuestras prisas, sale al escenario y suelta aquello que se convirtió en usual de con ustedes Diabéticas Aceleradas.
L.C.- ¿Qué dice Bárbara, ahora, al ver que el nombre se ha consolidado?
P.N.- Nada, porque murió. Ya era mayorcita.
L.C.- ¿Le impone la muerte?

“En Espérame en el cielo corasón, la trama gira en torno de Mari Trini, Rocío Durcal, Lola Flores y Rocío Jurado. Pero nuestra comicidad no es ofensiva”

P.N.- Forma parte del mundo creativo de Diabéticas. No la hacemos objeto de una burla descarnada, pero nuestra visión de la vida se dibuja con pinceles de trazo grueso. En Espérame en el cielo corasón, nuestro último trabajo, la trama gira en torno de Mari Trini, Rocío Durcal, Lola Flores y Rocío Jurado. Pero nuestra comicidad no es ofensiva.
L.C.- ...
P.N.- La vida es esperpéntica. Y en nuestro papel de cómicos procuramos remarcar el esperpento, sin salirnos de los límites que marcan el buen gusto y el respeto hacia los demás.
L.C.- Las Diabéticas son hombres que representan a mujeres.
P.N.- Porque en el escenario las mujeres dan más juego. Son extrovertidas, pícaras... Nosotros aprendemos de ellas observándolas en la calle. Hace unos días vi entrar, en un ambulatorio, a una señora emperifollada con un cubo de plástico en la mano. Me quedé mirándola, maravillado. ¡Era una imagen Almodóvar...!
L.C.- Almodóvar...

P.N.- Las Diabéticas somos fans suyas como él lo es de nosotras. Y trabajar a sus órdenes es una pasada. Es exigente como pocos. Pero no por ello deja de ser humano, divertido. Y rápido en las decisiones. ¿Qué más puedo decirle...?
L.C.- Si es tan bueno obedeciendo como dirigiendo.
P.N.- Doy fe de que lo es. Colaboró con Diabéticas en el Calderón, de Madrid, cuando estrenamos Esta noche viene Pedro. Nada de divismos: aceptó sin rechistar todas nuestras exigencias.
L.C.- Ustedes buscan la colaboración escénica de los personajes más diversos...
P.N.- Porque la cosa tiene morbo ¿no cree...?
L.C.- Catalina Valls, la actriz...
P.N.- Trabajó con nosotros en dos montajes. Y pese a sus casi noventa años y a proceder de un teatro tan diferente al nuestro, encajó perfectamente. ¡Se divirtió horrores...! Tenía un humor muy particular. En cierta ocasión la sorprendí en un bar leyendo las esquelas del periódico. Le dije: "Què fas, Catalina...? Y me respondió: "Res, mirava si hi havia la meva". ¡Qué gran dama...! Abusando de la confianza que nos otorgó, la vestíamos de vedette, le poníamos pelucas...
L.C.- ¿Cómo hubiera disfrazado a Llorenç Villalonga...?
P.N.- ¿Al novelista...?
L.C.- Sí, al autor de Bearn.
P.N.- Le haría abandonar su habitual discreción. Así que le vestiría con prendas de matancera y de Rocío Jurado.
L.C.- ¿Qué pretenden, ustedes, con el travestismo?
P.N.- Sincerarnos. En carnaval no hay hetero que no se vista de mujer. Por algo será...
L.C.- ¿Qué quiere decir...?
P.N.- Que el más macho anda loco por dar rienda suelta a su vertiente femenina. La mujer es más colorista, más sensual que el hombre. En definitiva: más libre.
L.C.- ¿Son irreverentes, Diabéticas?
P.N.- A más no poder. Pero siempre amparándonos en la simpatía, jamás abusando de la agresividad. Nosotros hacemos reír. Nos reímos de nosotros y conseguimos que el espectador se ría del vecino, del jefe o del pariente.
L.C.- ¿Y de él mismo?
P.N.- Ni pensarlo. Cuando le tocan a uno, se acabó la juerga
L.C.- Seguro que su madre le regañará cada día por reírse de ella.
P.N.- Ya me acepta como soy. Cuando la veo andar por casa con una de estas batitas de invierno que suelen llevar las mujeres mayores... No puedo evitarlo, le digo: ma mareta, ya me has dado un nuevo personaje. Francamente: ella me ayuda a elegir vestuarios, me anima, opina...
L.C.- ¿Es la televisión un vivero de ideas?
P.N.- Total. En Espérame en el cielo corazón, uno de los personajes es Belén Esteban vestida de conejo, porque no sé si sabrá que Belén se ha convertido en la nueva imagen de Intercun, una asociación empresarial que promociona el consumo de carne de conejo.
L.C.- Algo he oído, claro.
P.N.- Es fascinante, Belén. O mejor dicho, su carrera. Fíjese: se lío con un torero, tuvo una hija, se metió a comentarista de telebasura y vende conejos. En conclusión: ¿dónde está ahora...?
L.C.- Arriba.
P.N.- Eso es. Arriba del todo.
L.C.- Últimamente las Diabéticas actúan más en Palma que en Madrid.
P.N.- En cualquier caso no descuidamos Madrid, porque al primer espaldarazo lo recibimos del público madrileño. Lo que pasa es que en Mallorca se vive muy bien. Y, además, tenemos el material literario al alcance de la mano. Sólo hay que saberlo ver. Alaska me comentaba, divertida, que entre los mallorquines ha encontrado personajes de una singularidad sublime. Y es cierto. La mallorquina que va al mercado da para diez sketch.
L.C.- Ya veo que en veinticinco años de trabajo no ha perdido, usted, la capacidad de sorpresa.
P.N.- Qué va. Hoy, en el autobús, viajaba una mujer con burka. ¡Y no se le veían los ojos...! Aquello era esperpéntico. Y su marido, a su lado, tan tranquilo... Pero, calzonazos, tenía ganas de espetarle, por qué no te cubres tú...
L.C.-...
P.N.- Aunque mi reacción, en este caso, ya ve, no fue de sorpresa; sino de indignación y rebeldía.

Diabéticas Aceleradas ha cumplido su primer cuarto de siglo. Del elenco inicial, solo quedan Joan Bauzà y Pep Noguera. Diabéticas se iniciaron en los cabarets del Jonquet y de la Plaça Gomila, en los años ochenta, hasta que el productor teatral Rafel Oliver se los llevó a Madrid. Allí triunfaron plenamente. Su primer estreno en teatro comercial fue en el Alcázar (1994) con Insulina mon amour. Actuaron en TVE y en Tele5, y a las órdenes de Almodóvar en Tacones Lejanos. En sus sketch distorsionan el mundo del cineasta murciano jugando con el costumbrismo, los tópicos y el transformismo. En la última década, el epicentro de sus actuaciones ha sido Palma, sin que hayan renunciado a las giras peninsulares. En Madrid cuentan con predicamento, pese a que la proliferación de drag queen en casi todos los espectáculos de cabaret les haya robado singularidad. Los guiones llevan la firma de Pep Noguera y de Tomeu Cañellas, el actual director, aunque en la elaboración última interviene el resto de la compañía. En Diabéticas se valoran todas las opiniones. Según Noguera «si en los ensayos, los técnicos y los acomodadores se ríen, pensamos que la obra servirá». Su próximo estreno será en diciembre. Preparan una versión libre de Majòrica, la obra más divertida de Xesc Forteza, a los treinta años de su estreno en el Rialto.