Marta Elka | Jaume Morey

TW
0

Hay candidez y arrobas de ternura en su mirada. Y a poco que la conversación lo permite sonríe abiertamente. Marta Elka Calafell López (Palma, 1983), de nombre artístico Marta Elka, aprendió violín y actualmente estudia Educación Infantil. Es cantautora. Que plogui!, su último CD, está cosechando elogios.

En Que plogui! deja constancia de su interés por la música de fusión. Se lo comento. Me responde: Marta Elka.- Me interesa experimentar con todos los ritmos. Y mis canciones recogen pinceladas de folk mediterráneo, de rock y funk. Aunque predomina el folk. Lo he vivido: empecé haciendo folk con Xaloc Música. Además, ya de muy pequeña, mis padres me enseñaron ball de bot.
Llorenç Capellà.- ¿Qué le ha supuesto la colaboración con Antoni Pastor?
M.E.- Una mayor exigencia artística. Me he aprovechado de su experiencia y de sus conocimientos. Él sabe que es mi referente. Hizo que aprendiera guitarra y que no le tuviera miedo a mi voz. Me insistió para que cantara. Y le hice caso. Juntos hemos ido puliendo defectos.
L.C.- ¿Y ha sido fácil...?
M.E.- Sí, porque nos compenetramos desde el primer momento. Lo más difícil, para él, fue conseguir que yo arrancara. ¿Cantar, cantar...? ¿Y qué digo si canto...? He ahí mi vía crucis. Fue cuando Antoni hizo que me familiarizara con la guitarra para que me fuera más fácil escribir. Y así fue.
L.C.- ¿Qué cuenta en sus canciones?
M.E.- Lo que veo, siento o percibo. Me centro en las historias humanas. Y en las propias vivencias. En Que plogui!, además, he incorporado algunas estrofas populares de una gran belleza. ¿Le digo una...?
L.C.- Vale.
M.E.- "No cant per bona veu/ perquè Déu no me l'ha dada./ Cant perquè no digueu/ si duc pena o si duc creu/ o si visc enamorada". Me explico: me apropio del folk y lo reconvierto en lenguaje actual. Por otra parte, soy espectadora de la vida y ello se refleja en lo que escribo. Y cuento lo que me seduce: lo que me alegra y lo que me apena.
L.C.- ¿Y qué la apena...?
M.E.- Yo qué sé. Que haya gente pasando hambre. O la convicción de que el mundo con un poco de buena voluntad por parte de los que gobiernan podría ser maravilloso. Tengo un carácter positivo. Y quiero pensar que yo habré aportado mi granito de arena para que todo mejore.
L.C.- Usted cantó para la plataforma Salvem la Real.
M.E.- Y no conseguimos detener las obras del hospital. Fue una decepción muy grande. Pero prefiero no hablar de política, porque los políticos siempre acaban defraudando a todo quisque. Será por esto que, entre la gente, predomina el individualismo. Y no debería ser así porque el mundo cambiará en positivo a partir de las pequeñas victorias. ¡Pero...!
L.C.- ¿Qué...?
M.E.- No puedo remediarlo: yo también soy individualista.
L.C.- ¿Cuándo compone?
M.E.- A cualquier hora del día. No controlo la inspiración, sino que la inspiración me domina a mí. Si me ronda una idea por

“Si me ronda una idea por la cabeza no puedo hacer otra cosa más que escribir, aunque me absorba todo mi tiempo”

la cabeza no puedo hacer otra cosa más que escribir, aunque me absorba todo mi tiempo. Y siendo, como soy, estudiante, esto es fatal. Quiero estudiar y no me concentro.
L.C.- ¿No será que está justificando algún cate...?
M.E.- ¡No! Disfruto estudiando y creo que puedo considerarme una buena alumna. Aunque todo es mejorable. Haga lo que haga, si no me satisface mi actitud, me siento mal, me disgusto conmigo misma...
L.C.- ¿Qué la ha disgustado últimamente?
M.E.- ¡Nada! Lo cierto es que me sobran motivos para sentirme feliz. Si acabo de superar una tuberculosis...
L.C.- ¿Qué dice...?
M.E.- Que enfermé y he estado un año recluida en casa, haciendo un gasto mínimo de energías. Lo he pasado mal, pero he ganado en fortaleza anímica. Durante dos meses no pude salir del dormitorio. Y experimenté la soledad más absoluta. Y sentí miedo. Les di mil vueltas a los fantasmas que se me venían a la cabeza. Y le aseguro que aprendí a valorar las cosas buenas de la vida.
L.C.- Cuando habla de soledad ¿a qué soledad se refiere...?
M.E.- A una interior, la que se siente ante la enfermedad. Y a otra que afecta al trato con los demás. En una situación como la mía, ante una dolencia infecciosa, descubres que habías tenido muchos conocidos y pocos amigos. Aunque los amigos, aquellos que te visitan y te consuelan, se hacen un hueco definitivo en tus sentimientos. En los míos, seguro.
L.C.- ¿Escribió, compuso, durante este tiempo?

M.E.- El apoyo de Antoni Pastor no me faltó nunca. Y con él animándome constantemente no tuve más remedio que escribir. Pero he metido todas las letras en una carpeta y no sé si algún día acabarán siendo canción. ¡Ahora me encuentro tan bien...! Y miro hacia atrás y sólo recuerdo el cansancio. ¡Y nada le digo de la angustia...! Daba unos pasos y ya me sentía agotada.
L.C.- Olvídelo. Tuvo fortaleza para superarlo.
M.E.- Me ayudó muchísimo el recuerdo de la madrina de mi madre. Debió de ser una premonición, pero al nacer me pusieron su nombre: Elka.
L.C.- ¿Era alemana...?
M.E.- Y judía. De adolescente estuvo presa en Auswitch. Escapó con uno de sus hermanos, y el resto de la familia murió en la cámara de gas.
L.C.- ¿Escaparon...?
M.E.- Ella, al menos, consiguió llegar a Italia y, de Italia, a Venezuela. Y ni siquiera sé si su hermano la acompañó. En casa suponemos que enamoró a un oficial nazi y se sirvió de él para salvarse. Porque ¿de qué otra forma pudo llegar a Sudamérica...?
L.C.- ¿Nadie de la familia se lo preguntó?
M.E.- Cerró su pasado a cal y canto. Conoció al hermano de mi abuelo en Venezuela y allí se casaron. Y cuando se instalaron en Mallorca mi abuela ya había fallecido así que ella ocupó su lugar. Me quiso muchísimo. Pero, pese a las muestras de cariño que me prodigaba, recuerdo que era una mujer endurecida por la vida. No obstante, ya ve, durante mi enfermedad evocaba su carácter de hierro y me ayudaba a sacar fuerzas de donde no las había. Si ella supo salir del infierno ¿cómo no iba a superar lo mío que era apenas nada...?
L.C.- Y supo.
M.E.- Claro que sí. Y me puse a estudiar porque siento curiosidad por saber. En mis planes figuraba hacer magisterio musical, pero con el Plan Boloña ha desaparecido la especialidad y opté por el magisterio infantil. Los menores de seis años son ángeles que no han sido manipulados mentalmente. Y presiento que voy a entenderme con ellos. Incluso van a darme más de una lección.
L.C.- Usted fue hija única.
M.E.- Y tuve una infancia dorada. ¿Que pude desear a un hermano o a una hermana para compartir juegos...? Seguro que sí. Pero las cosas vienen como vienen. Mis padres se separaron y cada uno volvió a casarse. Y ahora, entre los hijos del uno y de la otra tengo tres. Desgraciadamente, más que hermana, ellos me consideran su tía.
L.C.- En su música de fusión ¿qué instrumentos de nuestro entorno cultural introduce?
M.E.- Todos. En Que plogui! hay guitarrons, llaüts, castanyetes... Y canto siempre en catalán, porque siendo mallorquina me parece de una lógica aplastante. ¿Si los ingleses no hablasen en inglés cantarían en inglés...?
L.C.-...
M.E.- Podría cantar en castellano. O en cualquier otro idioma. Pero tendrían que escribirme las canciones. Yo no sabría.
L.C.- ¿Ya ha actuado en Catalunya?
M.E.- Es mi asignatura pendiente. La gestión de los contratos es un rollo. Y carezco de tiempo para hacerlo. Soy estudiante, cantante... ¿De dónde saco las horas...?
L.C.- Consulte el reloj.
M.E.- No llevo. Y consulto el móvil. O le pido la hora a cualquiera. En realidad, me gustan las horas perdidas. Tengo en proyecto tocar el violín en la calle, acompañando a Desiré Duran que canta soul, rock... Será al acabar el curso. Aunque no lo haré por dinero, sino para experimentar lo que se siente en la calle.
L.C.- Usted puede intuirlo. Soledad, abandono...
M.E.- Será duro. Pero le recuerdo que ha habido grandes músicos tocando en las calles. Yo busco experiencias placenteras, porque me sé muy equilibrada, muy dueña de mi misma. Se lo confieso: de adolescente fui inaguantable.
L.C.- ¿Y eso...?
M.E.- Al separarse mis padres, tenía trece o catorce años. ¡Y jamás les había visto discutir...! Aquello me traumatizó por completo. Me volví insolente, me escapaba de casa, abandoné los estudios... Era una forma de rebeldía: quería comerme el mundo a bocados, hartarme de mundo... Afortunadamente lo superé. Y recuperé el tiempo perdido. Acabé el bachillerato e, incluso, estudié cocina. Me gusta tanto, la cocina, que no dejo que nadie me prepare la comida.
L.C.- ¿Qué cenó anoche?
M.E.- A eso de la medianoche: una tortilla de espárragos verdes acompañada de ensalada. Y un vaso de vino. Porque el vaso de vino, que no falte...

El carácter extrovertido y sin malicia alguna de Marta Elka remite a Audrey Tautou y evoca el mundo amable de Amélie, la película de Jean-Pierre Jeunet. Luego, oyéndola hablar -a Marta Elka me refiero-, uno se da cuenta de que ya ha recorrido mucho camino y de que ha ido superando escollos gracias a su voluntad por buscarle una lectura positiva a la vida. Una de sus canciones, la titulada Avui és dilluns, comienza con los siguientes versos: "Avui és dilluns,/ no tenc feina ni tampoc doblers./ No puc aspirar a res,/ però de viure encara no m'he de privar". Y se trasluce, a través de sus sencillas palabras, el inmenso drama de su generación. En general, han crecido en un mundo amable, en que todo lo bueno y maravilloso se hallaba al alcance de su mano. Las neveras estaban siempre llenas y los cajeros automáticos eran un león bueno que abría sus fauces para arrojar dinero a quien se lo solicitaba. No podían ni imaginarse, en la adolescencia, que había una legión de buitres y cuervos con traje y corbata dispuestos a amargarles la existencia. "Avui és dilluns,/ no tenc feina ni tampoc doblers", canta Marta Elka con una voz que no ha sido educada para la rabia. En Madrid, el pasado 7 de abril, hubo una manifestación de jóvenes convocada por la plataforma Juventud sin Futuro. No tienen trabajo. Y si lo tienen, son mileuristas. De momento se sienten desconcertados, ni siquiera decepcionados. Pero el ejemplo de un anciano va a abrirles los ojos. Stéphane Hessel les anima a indignarse. Y se indignarán. La razón está de su parte.