Josep Bauzà i Pizà | S. Amengual

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Habla con orgullo de su relación con los jesuitas. Los conoce a fondo ya que lleva tratándolos más de medio siglo. Josep Bauzà i Pizà (Palma, 1935) se graduó en Magisterio (Escola Normal, 1956) y toda su vida docente (1957-1999) transcurrió en Montesión. Ha sido colaborador de Ultima Hora y redactor-jefe del semanario 'Sóller'. Actualmente ayuda a la Asociación de Alumnos en el diseño de los actos conmemorativos del 450 aniversario del colegio. Le comento que visto lo visto bien pudo hacerse fraile. Me responde:
Josep Bauzà.- Más de un amigo me ha gastado bromas sobre ello. Todos coinciden en afirmar que soy más jesuita que los propios jesuitas.
Llorenç Capellà.- Conociendo la exigencia intelectual de la Orden, se lo tomará como un piropo.
J.B.- Por supuesto. Aunque es exagerado asociarla a una escuela de sabios. El Padre Roig del Campo lo tenía claro. «La Compañía está en todas las notas musicales», afirmaba, irónico. O sea, que no todos son lumbreras. Y ahí tiene a San Alonso Rodríguez para demostrarlo.
L.C.- Cierto. Fue comerciante y quebró.
J.B.- Pero nos ha legado el recuerdo de su bondad. Es un santo muy querido y respetado por frailes y alumnos.
L.C.- ¿Cómo se cimentó la fama de colegio para empollones?
J.B.- A partir de la exigencia en el estudio, ya que había una clara voluntad de formar a las clases dirigentes. De Montesión han salido diplomáticos como Josep Pons Irazazábal, Gonçal López Nadal o José Luis Dicenta.
L.C.- ¿Fue profesor de alguno de ellos?
J.B.- De López Nadal.Y destacaba. En cambio había otros alumnos, como Roca Fuster, el pintor, que eran de trato dificilillo... E igual que Roca, Agustí Villaronga. Pero ya se sabe: los artistas suelen ser rebeldes, viven en su mundo.
L.C.- ¿Ha sido algo normal que, en cada promoción, hubiera un número de alumnos que quisieran profesar en la Orden?
J.B.- En otros tiempos, sí. Pienso en Pipo Juan de Sentmenat, en Antoni Tarabini, en Juan Llop... Aunque no todos fueron jesuitas. Estudiaron en Montesión hombres de Iglesia como Sebastià Planas, Pau Oliver, Rafel Mas... Y un tal Bennàssar, no recuerdo el nombre de pila, que está en el Valle de los Caídos con los benedictinos. Pretendía quedarse en Montserrat, pero no hablaba catalán, sólo castellano, así que los mismos frailes lo mandaron para allá.
L.C.- ¿Cómo puede ser que los frailes de una misma Orden, y me refiero a los benedictinos, puedan tener ideologías tan dispares...?
J.B.- No sé responderle. Pero ocurre. Los de Montserrat apoyan el catalanismo democrático. En cambio, los de la Abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, son lo que son.
L.C.- ¿Y qué son...?
J.B.- Franquistas. Cada domingo celebran una misa que es retrasmitida por Intereconomía. Y esto, ideológicamente, define. Al pan, pan, y al vino, vino.
L.C.- Me decía que Montesión ha tenido el prurito de educar a las futuras élites.
J.B.- Así es. ¿Le he hablado de la llamada Promulgación de Dignidades...?
L.C.- No.
J.B.- Era un acto académico, de periodicidad anual, en cuyo transcurso se imponían medallas o coronas de laurel a los alumnos más destacados. Solía celebrarse en el Teatre Principal, en presencia de familiares y representantes conspicuos de la alta sociedad. Y se elegía al Príncipe del Colegio. Gabriel Cañellas tuvo el honor de serlo. Y Félix Pons, también.
L.C.- ¿No se caía en favoritismos...?
J.B.- Hubiese sido humano, pero no lo creo. Tanto Cañellas como Pons fueron alumnos de matrícula. Por otra parte, las decisiones, en Montesión, no se tomaban a la ligera. El Inspector General lo vigilaba todo. Irrumpía inesperadamente en el aula, tomaba asiento y asistía a la clase sin hacer comentario alguno. Era un fiscal implacable.
L.C.- José Ramón Bauzà ha afirmado que si el 22 de mayo el Partido Popular gana las elecciones, hará que los alumnos se pongan en pie cuando entre el profesor en el aula.
J.B.- Me parece una medida un tanto exagerada. Uno de nuestros prefectos, el Padre Federico Serra, decía que el profesor no ha de confirmar, por lo del cachete en la mejilla, ni ha de mimar al alumno. Y en este punto de cortés distancia entre profesor y alumno radica el buen tono de las relaciones en el aula. Ni la jerarquización que propone el señor Bauzà ni la libertad grosera de ahora. Aún así, poco se conseguirá si los padres deseducan. ¡Ya podemos decirles a los alumnos que no echen papeles en el suelo si sus padres no les dan ejemplo...!
L.C.- ¿Por qué no me habla de la Desamortización...?
J.B.- Porque no la he estudiado a fondo. Mi relación con los jesuitas no ha sido política, sino docente. Eso sí: recuerdo cómo en la posguerra y en los años siguientes los mejores predicadores de Cuaresma eran de la Orden. Se hicieron famosos el Padre Corrons, el Padre Miquel Bonet, el Padre Laburu... Además, dirigían tandas de ejercicios espirituales para la alta sociedad.

“Mi relación con los jesuitas no ha sido política, sino docente. Eso sí: recuerdo cómo en la posguerra y en los años siguientes los mejores predicadores de Cuaresma eran de la Orden”

L.C.- En esta misma época, el Pare Miquel Batllori estaba en Montesión...
J.B.- Fue entre 1941 y 1947. Pero dudo que contara con la admiración que su obra merecía. Batllori fue un sabio. Y los antiguos alumnos, desde luego, no han sabido valorar Josep Bauzà i Pizà considera que la enseñanza cristiana tiene su expresión en la ayuda a los demás.
L.C.- En 1932, Manuel Azaña disolvió la Orden. ¿Qué se hizo de los jesuitas de Montesión?
J.B.- Cerraron el colegio y se acogieron a la hospitalidad de algunas familias o vivieron, en pisos, por su cuenta. El Hermano Prades y el Padre Miquel Bonet se quedaron en Palma. Y el Padre Marzo, que era el director del colegio, fue uno de los consejeros del Obispo Miralles durante la Guerra Civil.
L.C.- Tanto es así que salió en defensa de su honorabilidad, puesta en entredicho por Bernanos en Los grandes cementerios bajo la luna.
J.B.- Lo sé. El Padre Marzo fue un hombre brillante, con mucho carácter. Cuando Franco derogó el decreto de Azaña, en 1938, reanudó las clases de inmediato. Aunque en 1941 abandonó inesperadamente la Orden y se retiró a Zaragoza, su ciudad natal, como sacerdote. Influyó muchísimo en los movimientos cristianos de jóvenes y, en concreto, en la Acción Católica.
L.C.- Seguro que ustedes, los profesores, se apuntaban obligatoriamente a los ejercicios espirituales.
J.B.- De forma obligatoria, sólo a partir de los años ochenta. Antes participábamos en bloque, pero de manera voluntaria. Mis primeros cursillos los realicé en el Castillo de Javier, en Pamplona. Y los últimos en la Cova de Manresa, en donde también residió San Ignacio de Loyola. Y ya eran cursillos personalizados: cada cursillista tenía asignado su director espiritual.
L.C.- ¿Se conoce a usted mismo...?
J.B.- Lo procuro. Y sé que soy como soy gracias a los jesuitas.
L.C.- ¿Y cómo es?
J.B.- Me atrevo a definirme como una persona de conciencia. Y esto se traduce en una mirada solidaria hacia mis semejantes. Los jesuitas me han enseñado a activar mi vida interior.
L.C.- Usted, desde siempre, ha defendido la normalización de la lengua catalana, cosa que los jesuitas no hacían.
J.B.- Será como usted dice. Pero el director actual, el Padre Llobell, tiene muy claro lo de la enseñanza en las dos lenguas cooficiales. L.C.- No lo dudo. Le hablo de su etapa como profesor.
J.B.- ¿Y qué puedo decirle...? En Montesión actuábamos como en la mayoría de centros. El catalán era una lengua prohibida, rechazada socialmente... Pero yo la usé siempre. Siendo estudiante, participé en la publicación de la revista 'Ponent', especializada en temas literarios y artísticos. Éramos tres. Me acompañaban en la aventura Pius Tur, el que fuera Conseller de Treball con Gabriel Cañellas; Y Llorenç Vidal, el promotor del "Día Escolar de la No Violencia y la Paz". Mi primer artículo fue sobre Juli Ramis. Se titulaba L'eternitat en els seus pinzells. Luego participé en la primera etapa de la revista 'Lluc' con Miquel Gayà, con el Padre Cristòfol Veny... Hacíamos un catalanismo cultural, no ideológico. Probablemente los jesuitas ni se preguntaron qué hacía yo, escribiendo en catalán.
L.C.-...
J.B.- La cultura, y más concretamente el periodismo cultural, han llenado una parte importante de mi vida. Otra ha sido la colaboración cívica. Pienso que la Asociación de Antiguos Alumnos debería de participar activamente en algún programa social, porque si los lazos de amistad tan sólo se reafirman organizando partiditos de golf, no sé dónde queda la educación cristiana que recibieron.
L.C.- ¿Los regaña...?
J.B.- No. Muchos de ellos han asistido a mis clases y les profeso un cariño muy especial. Pero considero que la enseñanza cristiana tiene su expresión en la ayuda a los demás. He colaborado con Zaqueo, con Cáritas... Ahora visito periódicamente a los presos. Y no les doy nada: ellos me regalan humanidad.
L.C.- Sea sincero ¿continúa siendo, Montesión, el colegio de las élites?
J.B.- En cuanto a la exigencia en el estudio, sí. Pero el alumnado actual procede de clases sociales diversas. Y el director se esfuerza por abrir el colegio a la calle, de manera que los alumnos colaboran con Zaqueo, con el Projecte Home... Aprenden a ser solidarios. Porque tratar al prójimo con humanidad es algo que también se aprende.
Llama la atención que en una misma Orden puedan surgir personalidades tan contrapuestas como el Padre Marzo y el Padre Batllori. Pero esta evidencia forma parte de la complejidad de una Orden que históricamente ha andado a la greña con los poderes liberales y republicanos, porque se le ha reconocido una influencia determinante en la formación de las élites de la derecha. Y ha sido así. No obstante, si bien la ideología abrumadoramente mayoritaria entre sus alumnos es la conservadora (excepciones pocas: Félix Pons, Andrés Ferret, Antoni Tarabini, Roca Fuster), la imposición del castellano como lengua de prestigio social y literario no les ha dado los frutos apetecidos. Del alumnado han surgido personajes con posicionamientos lingüísticos irreconciliables. Desde un castellanista cabal como fue Antoni Maura hasta un poeta excelso, de obra en catalán, como es Miquel Costa i Llobera. También han sido alumnos de Montesión, Josep Maria Quadrado, Pere d'Alcàntara Peña, Josep Tous i Maroto, el Obispo Miralles y el Cardenal Despuig. Gente, toda ella, intelectualmente brillante, que se ha identificado poco o mucho con el país, pero que en ningún caso ha pasado desapercibida. Lluís Ladaria, actual secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, ocupa un lugar destacado en la nómina. Precisamente el Padre Lluís Ladaria, en la línea más conservadora de la actual Compañía de Jesús, presidirá la celebración religiosa que dará paso a los actos conmemorativos del 450 aniversario de Montesión. Será el próximo 7 de mayo.