Mohamed Mustafa Tleimidi | Teresa Ayuga

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Se le nota interesado en buscarle rentabilidad política a sus palabras. Es un hombre de partido aunque, en su caso, país y partido son una misma cosa. Mohamed Mustafa Tleimidi (Roda, Sáhara Occidental, 1954) combatió con el Frente Polisario hasta caer herido. Actualmente, preside la Delegación Saharaui en las Illes Balears. Le comento las revueltas populares en los distintos países del Magreb. Me responde:
Mohamed Mustafa.- Son lógicas porque a la falta de libertades públicas se une la pobreza. Y como en la mayoría de las dictaduras, los dictadores se enriquecen de forma fraudulenta. ¡Si a Mubarak se le calculan entre cuarenta mil y setenta mil millones de dólares en el extranjero...!
Llorenç Capellà.- ¿No todas las dictaduras son iguales?
M.M.- En la práctica, no. Hay dictadores, y no pretendo justificarlos, que se preocupan por el buen funcionamiento de la enseñanza, de la sanidad... De mis nueve hijos, uno estudia traducción, en Argelia, y otro medicina, en Cuba. De todas formas, el mensaje de los jóvenes tunecinos, egipcios, etcétera, es inequívoco: quieren ser dueños de su destino.
L.C.- ¿Me acaba de decir que es padre de nueve hijos...?
M.M.- Ha oído bien.Y tiene su explicación. Frente a los cerca de treinta y dos millones de habitantes de Marruecos y los más de tres de Mauritania, la República Àrabe Saharaui Democrática no llega al millón. Así que necesitamos aumentar el índice de natalidad. El Frente Polisario nos aconsejó que tuviéramos hijos, cuántos más mejor...
L.C.- ¿Para hacerlos soldados?
M.M.- Si es necesario, sí. Pero también para disponer de universitarios que sean capaces de elevar el nivel de vida de nuestro país. Casi cien años de dominación española nos dieron un solo saharaui con estudios universitarios. Se hizo médico.
L.C.- Háganle un monumento.
M.M.- Se lo merece, porque seguro que los que mandaban lo querían analfabeto.
L.C.- Se ha referido a la juventud como motor de las manifestaciones en contra de las dictaduras del Magreb...
M.M.- Es algo muy esperanzador. Los manifestantes ya no son fanáticos del Islam, sino jóvenes que anhelan aquello que tienen los europeos. Es decir, trabajo, libertad y democracia. Exigen dignidad.
L.C.- Y los gobiernos europeos ¿alientan estas reivindicaciones?
M.M.- Las observan con un cierto recelo como a todos los movimientos de masas que se producen en esta parte del mundo, lo cual es comprensible, porque el Islam suele instrumentalizarlos en beneficio propio. Y esto nos ha hecho mucho daño. No hay que mezclar religión y política. Y la libertad nos la tiene que garantizar el Estado. Dicho esto, deberíamos conseguir que Europa fuera más honesta y no condicionara sus decisiones sobre el Magreb a sus intereses políticos o empresariales. El año pasado Francia impidió con su veto que la ONU velara por la protección de los derechos humanos en el Sáhara.
L.C.- Porque apoya a Marruecos.
M.M.- Sin tener en cuenta que Mohammed VI condena a la miseria al 70% de sus súbditos. Ni de que dispone de un ejército de 150.000 soldados cuyo mantenimiento cuesta una fortuna.
L.C.- La hostilidad entre el Sáhara y Marruecos es continua.
M.M.- ¿Cómo no va a serlo si ellos, los marroquíes, pretenden robarnos nuestro territorio y anularnos como pueblo...? Ya en 1966 la ONU instó a Franco para que convocara un referéndum de autodeterminación y no lo hizo. Luego, en 1991, con el alto al fuego aceptado tanto por nosotros como por Marruecos, la ONU dictaminó que la consulta popular tenía que celebrarse antes de un año.
L.C.- Y no se celebró.
M.M.- Aún la esperamos. Somos un país pequeño que se sabe víctima de los intereses ajenos. Franco se negaba a darnos la independencia, porque afirmaba que éramos la provincia cincuenta y tres de España. ¡Sí, hombre...! Éramos españoles, pero nuestros hijos no iban a la escuela.
L.C.- ¿Usted...?
M.M.- Tampoco fui. Mis padres vivían del pastoreo. Pertenecíamos a una tribu nómada. Y los niños, cuando apenas nos sosteníamos en pie, ya cuidábamos de las ovejas y de los camellos. Tan pronto como pude decidir por mi mismo me trasladé a El Aaiún.
L.C.- ¿Para qué?
M.M.- Para comunicarme con la gente, para abrirme un porvenir... Trabajé haciendo carreteras. No había camiones que cargaran con el material pesado y lo trajinábamos en una carretilla. Era muy joven y no tenía fuerza suficiente para trabajar en aquello... ¡Fue horroroso! Aún así me apunté a una escuela nocturna para adultos. Luego, sabiendo leer y escribir, pude sacarme el carnet de conducir y me hice taxista. También repartí fruta con una furgoneta.
L.C.- ¿Cómo nació su conciencia política?
M.M.- Poco a poco. Sufriendo y viendo sufrir a los demás. Y rebelándome contra las humillaciones. En 1970 hubo una manifestación, en El Aaiún, en la que los saharauis reclamaban ser tratados como españoles. ¡Imagínese...! No aspirábamos a nada más. Los militares vivían espléndidamente y nosotros pedíamos escuelas, comida... ¡Sólo esto! ¿Y adivina cómo reaccionó el ejército?
L.C.- ¿Sacando a los soldados a la calle...?
M.M.- Peor: a la Legión. Y nos reprimieron brutalmente. Éramos ciudadanos sin derecho a nada. Ni en los cuarteles nos querían. Un saharaui podía ascender a cabo, pero de ahí no pasaba. ¿Consecuencia de todo ello...? El 10 de mayo de 1973 se fundó el Frente Polisario y, diez días después, nos levantamos en armas contra España. L.C.- Habla en plural. ¿Ya se había incorporado a la organización...?
M.M.- Aún no. Pero lo hice a los pocos meses. Yo había alcanzado un status social más o menos cómodo, pero mis hermanos y mis amigos vivían en la indigencia. Y lo que es peor, sin esperanza. Comprendí que el Polisario nos dignificaba. Además, buscaba adeptos... Se creó una red de captación muy importante dirigida por Mahfud Ali Beiba, un gran patriota que trabajaba de electricista. Yo empuñé las armas a finales de 1975, coincidiendo con la Marcha Verde. En realidad, todos los saharauis nos armamos.
L.C.- ¿Sin instrucción militar, sin ningún conocimiento...?
M.M.- Sólo con voluntad de ser libres. ¡Si no disponíamos de armamento adecuado...! Los saharauis somos bajitos y los fusiles nos sobrepasaban en altura. Aquello era una incomodidad. Pero nos las ingeniamos para mejorar. Capturamos una patrulla española y nos quedamos con sus ametralladoras. ¿Qué le parece...?
L.C.-...
M.M.- Estuve diez años en la lucha armada, hasta que en el asalto a una base marroquí me hirieron en una rodilla. Tuve problemas para caminar ligero y pasé a trabajos administrativos y de propaganda.
L.C.- ¿Fue cruel aquella guerra...?
M.M.- ¿Sabe de alguna que no lo haya sido...?
L.C.- No.
M.M.- En los dieciséis años de hostilidades hicimos cerca de seis mil prisioneros y al firmar el alto al fuego, en 1991, los pusimos a todos en libertad. No faltaba ni uno. En cambio, de los ciento sesenta saharauis capturados por Marruecos, sólo volvieron sesenta a casa. Los otros cien figuran como desaparecidos.
L.C.- Volvamos a su biografía. Fue herido de bala en 1985...
M.M.- Siendo Jefe de Compañía. Luego me incorporé al Buró Político, y entre 1988 y 1994 fui Ministro de Transporte, Equipamiento y Construcción. Después estuve en el Ministerio del Interior y de observador en la ONU, hasta recalar en Cuba como embajador. Lo fui hasta 2007 en que me vine a Mallorca.
L.C.- ¿No supuso un paso atrás en su carrera diplomática?
M.M.- En absoluto. Nosotros, los saharauis, somos voluntarios para todo. Además, consideramos importantísimo hacernos un sitio en el tejido social de ustedes. En total, disponemos, en España, de unas ochocientas organizaciones que nos ayudan y nos brindan la oportunidad de darnos a conocer. En el Sáhara nadie quiere la guerra con Marruecos. Pero el acuerdo de paz data de 1991 y estamos donde estábamos.
L.C.- ¿Cuál es la ideología del Frente Polisario?
M.M.- Ninguna específica, ya que lucha por dos objetivos concretos: la democracia y la libertad nacional. Cuando ambos se alcancen, desaparecerá. O se integrará como un partido más en el juego electoral.
L.C.- Sólo me habla de futuro. ¿Dónde entierran a sus muertos?
M.M.- En los cementerios de la zona liberada del Sáhara. O en Argelia. En cada vida que se extingue se pierde una parte de nuestra historia. Nos basamos en la cultura oral y veneramos a los ancianos. La vejez es experiencia y, la experiencia, algo así como una universidad.
L.C.- El mes pasado, un grupo de marroquíes, en Inca, intentó sabotear un acto informativo organizado por ustedes.
M.M.- Afortunadamente no se pasó de los insultos. Aunque su intención era provocarnos. ¿Sabe...? Tengo la convicción de que la policía marroquí ha infiltrado agentes entre sus propios inmigrantes.
L.C.- ¿Me lo dice usted que es policía...?
M.M.- ¿Yo...? Seguro que lo dice por mi paso por el Ministerio del Interior... No, no lo soy. Me interesa la libertad de las personas, no su control. Seré más explícito: quiero para mi pueblo la libertad que ustedes disfrutan. Porque la libertad, y se lo dice alguien que viene del desierto, es un bien tan codiciado como el agua.

Los antecedentes del Frente Polisario hay que buscarlos en el Movimiento para la Liberación del Sáhara, una agrupación creada por Mohamed Sidi Brahim Basir en la década de los años sesenta. Bassiri -nombre popular de Basir- no reclamaba la independencia, sino mejoras en las condiciones de vida de los saharauis y el acceso a la enseñanza para sus hijos, condenados a ejercer el pastoreo o a entrar en un ejército que les tenía vetado el ascenso. Aún así, el Movimiento no fue legalizado y tuvo que crecer en la clandestinidad. Y creció. De manera que el 17 de mayo de 1970 tomó pacíficamente la calle para reclamar el derecho de sus gentes a ser tratadas dignamente. La reacción de las autoridades fue inmediata y a tono con el escaso cerebro que ha presidido la política colonial española. La Legión reprimió duramente a los manifestantes -según fuentes del Gobierno hubo dos víctimas mortales y según la prensa mauritana y marroquí entre veinte y treinta- y Mohamed Sidi Brahim Basir fue detenido, torturado y, al parecer, fusilado, aunque jamás se localizó su cadáver. La reacción de los saharauis fue contundente: el 10 de mayo de 1973 surgió el Frente Polisario con el objetivo de alcanzar la independencia a través de la lucha armada. Las aspiraciones de Basir eran idénticas a las que había alentado el doctor Rizal, ochenta años atrás, en Filipinas. Y la reacción española, fue la misma. El ejército fusiló a Rizal y Filipinas inició su camino hacia la independencia.