Rodrigo del Pozo | Jaume Morey

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Su aspecto engaña: aparenta diez años menos de los que tiene. Y habla con la mirada, de modo que si se pone gafas oscuras, si no ciego, mudo. Rodrigo del Pozo (Madrid, 1965) es ingeniero de caminos (UPC, 1989) y ha formado parte de la ONG "Bòsnia Viva". Ha publicado, juntamente con Miquel Àngel Llauger, "Atles de la Mediterrània", un trabajo de divulgación sobre los sistemas de vida en ambas orillas de dicho mar.
"Atles de la Mediterrània" (Edicions El moixet demagog, 2010) define la huella ecológica como el área de tierra y de mar biológicamente productiva que una determinada población necesita para producir los recursos que consume y asimilar los residuos que genera. Y todos los cálculos que se han llevado a cabo coinciden en que nos estamos dando un excesivo atracón de planeta. En 2003 disponíamos de 1,8 hectáreas por persona. En cambio la huella ecológica señalaba que usábamos 2,2, de manera que ya se han superado los límites de la sostenibilidad. O sea, consumimos recursos a un ritmo superior a la capacidad de la Tierra de renovarlos, y generamos más residuos de los que puede absorber. Y los países del Mediterráneo no son una excepción. Todos, incluso los de la orilla sur, superan la huella ecológica prevista. El más equilibrado es Marruecos, que tiene una huella ecológica de 0,9 y su biocapacidad es de 0,8. Sin embargo Albania, por citar un país pobre, sitúa su huella ecológica en 1,4 cuando no debería haber superado el 0,9. Y no hablemos de los estados industrialmente desarrollados. Portugal consume 4,2 y no debería sobrepasar el 1,6; Italia alcanza también el 4,2 y tendría que estar en el 1; Francia ha alcanzado un índice del 5,6 y sus recursos le sitúan en el 3; y España bate récords con una huella ecológica del 5,4 y una biocapacidad del 1,7.
El análisis sobre medioambiente es uno de los seis apartados en que se divide el "Atles de la Mediterrània", un informe que han elaborado (con un lenguaje didáctico que se apoya en ilustraciones) Miquel Àngel Llauger y Rodrigo del Pozo. Es ideal para colegios e institutos. El Fons mallorquí de solidaritat i cooperación lo distribuye gratuitamente.

Le pregunto sobre el escándalo que provocó, en Bosnia, el rodaje de "Bosnian war love story", la primera película como directora de Angelina Jolie. Me responde:

Rodrigo del Pozo.- Se calcula que los serbios violaron en Bosnia a cincuenta mil mujeres. Y el argumento de la película trata de una mujer bosnia que se enamora de su violador. Es lógico, por tanto, que los bosnios se ofendieran. La fuerza de la protesta ha sorprendido a la propia Angelina Jolie, que, por supuesto, no pretendía ofender a nadie.
Llorenç Capellà.- ¿Y Bosnia debe ser considerado un país mediterráneo?
R.P.- Tan solo se asoma al mar a través del pequeño puerto de Neum. Sin embargo, la mentalidad de los bosnios es claramente mediterránea.
L.C.- ¿Pero existe, realmente, una mentalidad mediterránea?
R.P.- Claro que sí. Lo que pasa es que conocemos más lo que nos separa que lo que nos une. No obstante, no puede negarse la existencia de un sustrato común. Los mallorquines, por ejemplo, tienen más puntos de afinidad con los turcos que con los alemanes. ¡Seguro...!
L.C.- Ni España ni Francia se miran en el Mediterráneo.
R.P.- Es cierto. Buscan su identidad en Europa por una razón muy sencilla: en el norte está el poder político y económico. Fíjese en que la relación norte-sur es perpendicular, de dominio; cuando debería ser horizontal, de igualdad.
L.C.- Para entendernos, en el sur están las colonias.
R.P.- Exactamente. Y para los intereses del norte mejor no variar el mapa. Aunque la situación actual de dominio provoque constantes emigraciones de los países del sur del Mediterráneo, no solo hacia los de la orilla norte, sino hacia los del norte de Europa. En el año 2000, en Francia, residían 1.246.706 argelinos y 709.521 marroquíes. Y, en Alemania, había 1.189.250 turcos.
L.C.- ¿La emigración mediterránea siempre tiene su origen en la pobreza?
R.P.- Casi siempre, aunque se dan excepciones. Por ejemplo, hay más de cuatro millones de palestinos fuera de su territorio. Pero, claro, no son emigrantes, sino refugiados. Se exilian desde 1948.
L.C.- Digámoslo claro: desde la creación del estado de Israel.
R.P.- Así es. Las Naciones Unidas decidieron que Palestina era territorio israelí. Pero allí ya vivían los árabes. Así que la paz solo será posible si Israel modifica su política de ocupación. Por otra parte, el Mediterráneo tiene otros puntos conflictivos o que pueden serlo. El Sáhara, Argelia, la antigua Yugoslavia... La carrera armamentística, más que seguridad, genera inestabilidad. Hay países, en el Mediterráneo, que invierten en armamento cantidades escandalosas teniendo en cuenta el bajo nivel de vida de la población. Pienso en Argelia, en Marruecos, en Egipto...
L.C.- ¿Y los ricos...? ¿Qué gastan los de la orilla norte?
R.P.- Barbaridades. Concretamente el gasto militar de Francia durante un mes asciende a 4.400.000.000 de euros.
L.C.- No sé contarlos.
R.P.- Para que se haga una idea: con este dinero, durante el mismo período de tiempo, se prestaría atención social a 130.000.000 de personas que viven en la pobreza más absoluta.
L.C.- ¿Y el gasto militar en España...?
R.P.- En un año alcanza los 12.300.000 euros, lo que serviría, también en el mismo espacio de tiempo, para atender las necesidades de todos los niños africanos menores de cinco años que viven con menos de un euro al día.
L.C.- ¿Por qué no prescindimos de los ejércitos?
R.P.- Deberíamos hacerlo. En el Mediterráneo, concretamente, la desmilitarización favorecería el diálogo entre ambas orillas, porque sin armas de por medio se superarían los tics colonizadores que aún se observan en la orilla norte.
L.C.- La cuestión religiosa también será una fuente de conflictos entre ambos lados.

En el Mediterráneo hallamos las tres grandes religiones monoteístas. Y en épocas pasadas convivían pacíficamente”

R.P.- Sí, porque ha sido utilizada para subrayar lo que nos diferencia más que lo que nos une. Y ello solo favorece a los países que están interesados en perpetuar la actual situación de desconfianza. En el Mediterráneo hallamos las tres grandes religiones monoteístas. Y en épocas pasadas convivían pacíficamente.
L.C.- ...
R.P.- Es evidente que los países ricos, que son los de la orilla norte, pescan en los del sur. Ya me entiende: o importan materias primas o se benefician de jornales mínimos... Pero no nos engañemos. En los países del sur, la religión también ha servido de cobertura a regímenes autoritarios.
L.C.- ¿Cuántas dictaduras hay en el Mediterráneo?
R.P.- No lo sé con exactitud. Pero podemos afirmar que en la orilla sur se violan con mayor facilidad los derechos humanos que en la norte. Estoy convencido de que si se favoreciera el diálogo entre ambas orillas las situaciones de abuso disminuirían rápidamente.
L.C.- Sea realista. El diálogo no se da.
R.P.- Y ya le he dicho el motivo: los gobiernos de la orilla norte no se han implicado en la democratización de la orilla sur. Y la gente del sur se siente muy dolida por esta hipocresía de sus vecinos. Sin ayuda despegarán tarde.
L.C.- ¿Despegarán...?
R.P.- En todos los órdenes. En el orden cultural, en el económico, en el social...
L.C.- Seguro que hay una lacra que hermana a los países de ambas orillas: el paro.
R.P.- Probablemente, aunque hablamos de economías muy diferentes. Incluso podemos afirmar que una mayor industrialización no se corresponde, en algunos países, con un mayor nivel de riqueza colectiva. Libia o Argelia tienen grandes explotaciones de gas natural y de petróleo... Y en Marruecos se han implantado infinidad de empresas extranjeras que se benefician de la mano de obra barata. En ninguno de estos países, en cambio, la riqueza repercute de manera decisiva en el bienestar del conjunto de la población.
L.C.- Al menos habrá disminuido el desempleo.
R.P.- Sí. Pero se generan sistemas de esclavitud o de dependencia del poder igualmente lacerantes. El paro masivo se da en los países balcánicos, porque aún no han superado los efectos de la guerra. Y en Palestina, puesto que las medidas de control militar de Israel han provocado un empeoramiento brutal de los indicadores económicos.
L.C.- ¿Los índices de alfabetización guardan relación con la riqueza?
R.P.- Por supuesto. Y con el sistema político de cada país. Los países autoritarios que se sostienen a partir de la coacción social no tienen ningún interés en alfabetizar al pueblo ni en elevar su nivel cultural. En Marruecos, por ejemplo, hay tan solo un 53,2% de adultos que sepan leer y escribir, cuando los índices en España o en Francia se sitúan en el 99%. Ahora bien, si descendemos por el continente africano comprobaremos cómo el analfabetismo aumenta de una manera escandalosa. O sea, que si hablamos de Àfrica, los países que dan al Mediterráneo son los más privilegiados.
L.C.- Ya. Quien no se consuela es porque no quiere.
R.P.- Ello no evita que la desigualdad que se refleja entre las condiciones de vida del Mediterráneo rico y del Mediterráneo pobre sea dolorosa, teniendo en cuenta que compartimos un mismo mar, un mismo clima, una agricultura parecida... Para que se haga una idea: la renta per cápita en Francia es veinte veces superior a la de Marruecos.
L.C.- ¿Y con respecto a España?

R.P.- Por el estilo. La de España está entre las más altas. Creo que se sitúa en 27.000 dólares anuales por habitante. En cambio, la de Marruecos no supera los 4.500.
L.C.- Siempre habrá pateras intentando pasar de una a otra orilla.
R.P.- Siempre. A no ser que en los países del sur se apueste por una política económica justa y por una democratización del poder. Nadie emigra por diversión. Se emigra en busca de comida y de libertad.
L.C.- ¿La emigración africana emplea la Península Ibérica como territorio de paso hacia destinos situados más al norte?
R.P.- No siempre. Muchos emigrantes se quedan en España. Y es lógico. Un marroquí se siente más cómodo en Andalucía o en Mallorca que en Finlandia. Por el clima, por el aspecto físico de las gentes, por la gastronomía... Los peces de su orilla son los de nuestra orilla. Y están acostumbrados a comer lo que nosotros comemos: garbanzos, tomates, berenjenas...
L.C.- ¿El crecimiento económico conlleva democratización de la vida pública o viceversa?
R.P.- Esta es la gran pregunta que nos hacemos y para la que no tenemos respuesta. En cualquier caso lo ideal es que se avance en ambos sentidos, como si lo uno complementara lo otro. Recursos, en la orilla sur, los hay. Tanto es así que los países que llamamos pobres podrían abandonar la pobreza rápidamente. Pero sería necesario que las minorías renunciaran al monopolio de la riqueza.
L.C.- Buenamente, ni lo sueñe. No renunciarán a los beneficios, aunque ello suponga pisotear los derechos humanos más elementales.
R.P.- ¡Los derechos humanos...! Otro tema sangrante. Según un informe de The Freedom House, en Argelia, Egipto, Líbano, Libia, Siria, Túnez y Chipre no se dan las mínimas garantías de libertad. Luego, el mismo informe, señala una serie de países que han hecho avances democráticos, pero que evidentemente distan mucho de respetar la dignidad humana. Se trata de Albania, Bosnia, Israel, Jordania, Macedonia, Marruecos, Palestina y Turquía. Y el resto son los países considerados libres. Me refiero a Croacia, Eslovenia, España, Francia, Grecia, Italia, Malta, Montenegro, Portugal y Serbia.
L.C.- Ya que la brutalidad de los dictadores nos separa en derechos, ¿qué es lo que nos une...?
R.P.- El espacio geográfico, el clima... Y un carácter más similar de lo que pensamos. La relación de vecindad se remonta a muchos siglos. Y el roce crea formas de ser coincidentes.
L.C.- Le recuerdo que los israelitas son mediterráneos de primera o de segunda generación.
R.P.- Pero un día u otro deberán adaptarse al entorno geográfico e histórico, aunque ello pase por respetar los derechos del pueblo palestino. Sus problemas de convivencia, los de Israel, no se resolverán en Estados Unidos. Allí encontrarán armas, no soluciones. Quiero decir que están rodeados por trescientos millones de árabes. Y habrán de aprender a convivir.
L.C.- ¿De dónde procedemos?
R.P.- De Grecia, Roma y Alejandría. Y estos tres focos culturales aún influyen en nuestra forma de ser.
L.C.- Volvamos a la democratización de tanto país maldito. ¿El Mediterráneo como destino turístico puede inducirla?
R.P.- Seguro que sí, porque el turismo es diálogo. Y el Mediterráneo dispone de una riqueza cultural única. Ahora bien, debemos aprender a valorarla. Nuestro mar es un mar frágil, y los países de la orilla norte lo han contaminado sin miramientos. En Mallorca, concretamente, la huella ecológica es siete veces superior al territorio que ocupamos.
L.C.- ¿La huella ecológica...?
R.P.- Sí. Es un método que nos sirve para medir cuanto territorio consume cada habitante para alimentar su nivel de vida.
L.C.- Entonces, los mallorquines, cogemos recursos de algún sitio.
R.P.- Imagínese de dónde. La huella ecológica de los ciudadanos de la orilla norte del Mediterráneo es cinco veces superior a la de la orilla sur. Y esta relación es aproximadamente la que rige en todo el planeta. El norte vive del sur. Consumimos en exceso.
L.C.- ¿Me está diciendo que la Tierra nos pide que seamos pobres?
R.P.- Más bien que seamos austeros. Y, sobre todo, que respetemos la regeneración de recursos. Queramos o no, la ideología del futuro deberá basarse en la sensatez. En este mundo estamos de paso, ¿no...?
L.C.- Fatalmente, así es.
R.P.- Pues seamos solidarios. Y esforcémonos para dejarlo a las generaciones venideras al menos tal como nosotros lo encontramos.