Rodrigo Rodríguez | E. Casillas

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Vive entre Japón y la Colonia de Sant Pere (Artà). Tiene estudios superiores de música clásica y de Shakuhachi (flauta japonesa). Ha compuesto y grabado la música de "Testigos del pasado", un documental antropológico e histórico sobre la región tibetana de "Mugum", para la Fundación Pueblos de la Tierra fundada por el explorador y fotógrafo Joshua Roibal. Rodrigo Rodríguez nació en San Carlos de Bolívar (Buenos Aires). Es músico y compositor. Está casado y tiene un bebé de dos meses. Le gusta la astronomía. Nació en Argentina. Cuando tenía 8 años sus padres emigraron a Mallorca. Se ha criado aquí. Posteriormente decidió estudiar y formarse en el extranjero, principalmente en Japón con el maestro y compositor Miyata Kohachiro.
Xisco Busquets.- ¿Por qué le llaman la atención los instrumentos japoneses?
Rodrigo Rodríguez.- Porque el sonido de casi todos los instrumentos japoneses es único y original si lo comparamos con la música de otras civilizaciones. La filosofía y algunos conceptos de la música japonesa, hacen que me entusiasme.
X.B.- ¿Por ejemplo?
R.R.- En las casas japonesas tradicionales, existe un lugar que se llama "Tokonoma", es como un armario empotrado sin puertas, y los japoneses lo decoran con una simple flor en un jarrón y en la pared hay un "shodo" (papiro con un texto o poema).
X.B.- ¿Qué quiere decir?
R.R.- Que si algún occidental entra en la casa lo primero que se le ocurrirá es rellenarlo de alguna forma, poniendo unos zapatos por ejemplo. Pero en el concepto japonés zen, ese espacio vacío y simple es algo bello que no necesita rellenarse de nada.
X.B.- De acuerdo pero, ¿qué tiene que ver esto con la música?
R.R.- Pues que esta misma filosofía se aplica al sonido del Shakuhachi, a su práctica y doctrina. Señalaré otro ejemplo, diferenciando los templos cristianos de los budistas: cuando las campanas suenan en las iglesias, suelen ser muchas y repetitivas; en cambio en los templos budistas, el gong suena una sola vez, un sonido para llegar a Dios, para llegar a la Iluminación o mejor estado de conciencia. Esto, el Shakuhachi y más es lo que me ha conquistado de la música japonesa.
X.B.- Es curioso porque Japón, con una cultura oriental, es uno de los países más caros, más ricos y más cercano a la cultura de Occidente, ¿Cómo se puede sobrevivir ante esta esquizofrenia?
R.R.- En Japón hay mucha contradicción y es difícil, aunque posible, encontrar lo auténtico y arcaico. Creo que nadie tiene respuesta a algo tan polémico.
X.B.- Actualmente ¿Qué le une a la cultura japonesa?
R.R.- (Risas) Me río porque desde muy pequeño ya sentía una atracción por la cultura japonesa, la comida es uno de mis delirios sanos. Además su forma de ser es muy compatible con mis gustos, lo que hace que en Japón me sienta como en casa.
X.B.- Pero habrá muchas diferencias...

Japón invita y valora mucho el silencio. Los horarios y la forma de comer son otra gran diferencia.”

R.R.- Sí, España es un país donde se habla mucho y además se disfruta de hablar, incluso, diría yo, que incomoda el silencio. En cambio Japón invita y valora mucho el silencio. Los horarios y la forma de comer son otra gran diferencia. Y por último el respeto a las personas mayores, tan presente en la cultura nipona.
X.B.- Y... disculpe mi curiosidad, pero ¿Cómo son las relaciones sexuales o de comunicación entre amigos?
R.R.- (Risas) En Japón el sexo sigue siendo un tabú. Tengo que apuntar que el japonés tiene uno de los caracteres más vergonzosos que he conocido, lo que les lleva a ser muy privados entre ellos mismos y se hace difícil para un extranjero hacer amigos allí.
X.B.- Me ha dicho antes que los horarios de las comidas...
R.R.- Sí, en Japón se come a las 12, y se cena a las 18 h. Mis amigos japoneses, cuando han visitado España, se han asombrado de que cenásemos tan tarde. Me preguntaban "¿y no tenéis hambre hasta las nueve de la noche?", claro como en España existe la merienda...
X.B.- Ahora se me ocurre otra diferencia: que ellos trabajan más, ¿no?
R.R.- (Risas) ¡Por eso es una nación tan rica y productiva! También, al dedicar más tiempo al trabajo, hacen menos vida fuera de la casa.
X.B.- El trabajo seguro que no, pero algo habrá que nos una, ¿no?
R.R.- España y Japón son muy distantes pero en algunos aspectos sí se parecen, como por ejemplo son pocos los países occidentales que coman marisco, pescado. En España se cocinan de forma distinta pero se utilizan los mismos ingredientes. Ambas naciones sienten una atracción mutua cultural: desde el flamenco, la literatura española, etc.
X.B.- A usted, ¿qué le fascina de Japón?
R.R.- Su gente, la gastronomía, el Shakuhachi, mi maestro actual (Kohachiro Miyata), y el vacío del tokonoma.
X.B.- Esta música tan mística, ¿le transporta a algún sitio interesante?
R.R.- La práctica de mi instrumento ha generado un gran cambio en mi ser y lo que más intento enfatizar cuando actúo o hago música es transportar a la audiencia a algún lugar.
X.B.- ¿Al Nirvana?
R.R.- Creo que muchos músicos cuando tocamos hacemos una introspección o meditación. Quizá el lugar al que puedes llegar escuchando Shakuhachi es como el tokonoma: cada persona lo rellena, pinta, siente o visualiza diferente, pues escuchando pasa lo mismo.
X.B.- La música que escribió para el documental de Pueblos de la Tierra es muy
bonita...
R.R.- Es que el planeta Tierra es tan bonito que me faltan palabras para describir su belleza, en cambio con la música sí pude hacerlo.
X.B.- ¿Se eleva su espíritu cuando toca?
R.R.- No tiene porqué suceder siempre. Los momentos de inspiración son muy preciosos y esporádicos y no siempre están a la orden del día para mi.
X.B.- ¿Qué siente cuando el público le aplaude?
R.R.- Para un artista el reconocimiento social es algo muy importante, implica muchas horas de dedicación y práctica generalmente en soledad. Me siento realizado y me da más motivación para seguir haciendo mi trabajo lo mejor posible. Son momentos siempre muy bienvenidos y deseados.
X.B.- ¿Cuándo piensa que crece más espiritualmente al finalizar un concierto o después de un sufrimiento?
R.R.- En ambas situaciones hay un aprendizaje ya sea intelectual, artístico o espiritual. Creo que las personas podemos aprender mucho del sufrimiento.