Rafel Borràs | Jaume Morey

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Es una de las voces más sensatas y preparadas del sindicalismo. Se expresa con dureza, matizada con un punto de ironía. Rafel Borràs (Moll de Pollença, 1957) ocupa la Secretaria d'Ocupació i Formació de Comissions Obreres. Actualmente le desbordan el trabajo y las preocupaciones. En la entrevista adjunta, Rafel Borràs habla del presente. Un cierto pesimismo, que nace del análisis certero de la realidad, no le impide apostar por un futuro que, por otra parte, ya está esbozado en el "Pacte per la Competitivitat, l'Ocupació i la Cohesió Social" que suscribieron Govern, partidos y sindicatos. Para Rafel Borràs, cualquier iniciativa empresarial que redunde en la creación de empleo debe garantizar la protección radical del territorio, pues si se reinicia la política del cemento no habrá riqueza estable ni duradera. ¿Qué ello limita la maniobrabilidad de la construcción? Es evidente que el sector se ha de redimensionar, aunque de manera paulatina. Pero el trasvase de la mano de obra es inevitable. Por otra parte, la consolidación del modelo autonómico ha de llevar implícito un incremento de las cuotas de bienestar y protección social. El Parlament ya ha aprobado una ley de servicios sociales, pero se ha de ir hacia un modelo, vigente en los países más avanzados de Europa, que garantice una renta mínima a todos los ciudadanos. Por último, Borràs pone el acento en la necesidad de invertir en enseñanza y cursos formativos. En 2010, el presupuesto de las Illes Balears en educación es inferior al de 2009. Y esto le escandaliza. Concluye: "No pretendo hacer demagogia, pero si el dinero público escasea, es preferible que se disminuya el presupuesto de publicidad en materia turística antes que recortar el de educación".
Le pido que ponga un adjetivo a la crisis. Me responde:

Rafel Borràs.- Incertidumbre. Fue incierta en su origen y lo es en su trayectoria. Y su final es incierto. Los poderes políticos, económicos, mediáticos... Todos a una nos vendieron confianza. Con la globalización se daba carpetazo a la lucha de clases, iniciábamos una nueva era...

Llorenç Capellà.- ¿Se lo creyó usted...?
R.B.- ¡Imagínese...! Pero quienes denunciábamos la falsedad de este mundo ideal éramos cuatro friquis que estábamos en fuera de juego.
L.C.- ¿Cuántos parados hay realmente en las Illes Balears?
R.B.- Más de cien mil, si hacemos caso omiso de las estadísticas oficiales.
L.C.- ¿Y debemos hacerlo?
R.B.- Sí, porque una persona, para apuntarse al paro, ha de superar un calvario de requisitos. Y son muchas las que desisten. Luego están los ilegales. ¿O no se hallan igualmente sin trabajo los que no tienen los papeles en regla...?
L.C.- Supongo que el paro se nutre de hostelería y construcción.
R.B.- Básicamente, sí. Pero el de hostelería es estacional. El de la construcción, no. Con un agravante añadido: los parados más antiguos provienen de la construcción.Y lo más lacerante es que no hay remedio para ellos.
L.C.- ¿Qué quiere decir...?
R.B.- Que se acabó el cemento a manos llenas. Si Dios existe, que haga el favor de liberarnos de otro Tsunami de la construcción como el que hemos padecido en estos últimos años. ¿No cree que tenemos derecho a exigírselo...? Si el señor Matas pretendía construir un palacio de la ópera en medio de la bahía de Palma... ¡Ya me dirá!
L.C.- Dígamelo usted.
R.B.- ¿Qué...?
L.C.- ¿Cómo se reincorporarán al mercado laboral los miles de albañiles, de carpinteros...?
R.B.- Deberán reciclarse, porque los tiempos pasados ya no pueden volver. Pero ¿cómo...? El Govern actual ha invertido grandes cantidades en obra pública. Sin embargo, no ha abordado el tránsito de los trabajadores de un sector ya irrecuperable a otro emergente. Noto a faltar proyectos políticos atrevidos, innovadores. Y algo se deberá hacer, desde la Administración, porque el presente no puede ser más alarmante. Tenga en cuenta que el parado de la construcción tiene un perfil muy especial.
L.C.- ¿Cuál es?
R.B.- Anote. Prácticamente todos son hombres. De manera que su sueldo, si no es el único, es el más importante de la familia. Luego, en un elevado tanto por ciento, son inmigrantes con una muy baja formación profesional. Proceden de Sudamérica, de Àfrica... Añádale a esto que el hombre del siglo XXI, aunque el país de procedencia sea europeo, tiene una formación muy inferior a la de la mujer.
L.C.- ¿El Govern da la cara...?
R.B.- Sí. Aunque a su manera. El pasado año se invirtieron diez millones de euros en obra pública, lo que supuso trabajo para mil personas. Así que fue una iniciativa importante y hay que valorarla debidamente. Ahora bien, estos millones se invirtieron en cemento, lo que ya es criticable. Además, estamos en lo de siempre: no se trata de dar peces, sino de enseñar a pescar. Claro que se consiguió ocupar a mil trabajadores, una bendición. Y este año se ha repetido la experiencia. Pero ¿qué haremos el próximo...? ¿Y el otro y el otro...?
L.C.- Centrándonos en las Illes Balears ¿dónde están los orígenes de la crisis?
R.B.- ¿Dónde están...? ¡Donde están...! Probablemente surgen en el momento en que se apuesta por potenciar un modelo de crecimiento basado en la incorporación masiva de mano de obra, en los bajos salarios y en la escasa formación. ¿Sabe el número de adolescentes que han abandonado los estudios en los últimos diez años atraídos por el señuelo de un trabajo fácil...? Es de vergüenza. Y ni en la legislatura de Matas ni en la anterior se hizo nada para remediarlo.
L.C.- Antes de Matas hubo el Pacte de Progrés.
R.B.- Sí, sí... Y sé lo que me digo. En tiempos del Pacte no se generó la demencial obra pública de la época Matas, es cierto, pero no por esto vamos a decir que se hicieron las cosas bien o medianamente bien. Porque algunas se hicieron mal. O muy mal. Aunque, dejémoslo. No se trata de ir repartiendo culpas.
L.C.- ¿Por qué no...?

Sea cual sea el modelo de crecimiento por el que se apueste, el mercado laboral está saturadísimo. Sobra mano de obra y el emigrante no quiere retornar a su país de origen. Tiene claro que por mal que lo pase aquí, peor lo pasará allá ”

R.B.- Porque ahora urge unir esfuerzos y buscar soluciones. Sea cual sea el modelo de crecimiento por el que se apueste, el mercado laboral está saturadísimo. Sobra mano de obra y el emigrante no quiere retornar a su país de origen. Tiene claro que por mal que lo pase aquí, peor lo pasará allá.
L.C.- Ni los partidos políticos ni los portavoces sociales han querido plantearse públicamente el control de la inmigración.
R.B.- Pues deberán hacerlo. Y desde el realismo. Hasta ahora, en el conjunto del Estado, se ha hecho una política condescendiente y contradictoria. Para ser más concretos, ha primado el concepto pequeño-burgués del todos hemos de caber. Y así no podemos continuar.
L.C.- Deme una alternativa.
R.B.- En un territorio concreto no cabe el mundo entero. Pero las personas que quepan, provengan de donde provengan, han de disfrutar de los mismos derechos laborales y cívicos. A los explotadores les ha ido muy bien que desde la calle se clamara por la solidaridad. ¡Cómo no les iba a convenir...! Nos conocemos. Practicaban la solidaridad calentando el mercado laboral y bajando
sueldos.
L.C.- ¿Explotador igual a empresario...?
R.B.- No. Hay empresarios que han llevado a cabo una política modélica en lo referente a la integración del inmigrante. Pero otros... La picaresca ha funcionado. ¡Si le contara historias...!
L.C.- Por mí que no quede. Le escucho.
R.B.- Pregunte a los inspectores de Trabajo. ¡La de personal de cocina, en los restaurantes, que ha saltado por las ventanas cuando ellos cruzaban la puerta...! A nadie se le escapa que en muchas cocinas de por ahí, yo que sé, de lugares populosos como Santa Catalina o la Llonja, se contratan inmigrantes que cobran a la baja.
L.C.- El convenio marco de 2010 prevé subidas salariales del 1%.
R.B.- Ya está acordado. Y si tenemos en cuenta los sueldos de los altos cargos de la banca o de los controladores aéreos, le diré que este 1% constituye un insulto a la clase trabajadora. Ahora bien, los sindicatos priorizamos la ocupación. Y es lógico. La precariedad laboral es alarmante. De manera que centramos nuestro interés en conseguir que se nos garantice el mantenimiento de los puestos de trabajo. ¿Que se flexibilizarán los horarios y los movimientos internos en las empresas...? Pues sí. Y nosotros haremos la vista gorda. Siempre, claro está, que no se excedan los límites lógicos que marca el sentido común.
L.C.- ¿Quién le enseñó a negociar hasta la última peseta, hasta el último minuto...?
R.B.- La experiencia. Y un gran maestro, Marcos Peralta. Pero no ha sido el único. Aprendí de Manolo Cámara, de Pere Mascaró, de Antoni Monserrat, de Ricardo Caro... Aunque provengo de familia obrera, en casa no se hablaba de sindicalismo.
L.C.- Los tiempos no lo permitían.
R.B.- Seguro que no, nací en el franquismo... Tanto mi padre como mi abuelo fueron pescadores. Disponían de barca propia. Y aunque no nos sobraba nada, las necesidades de entonces no eran las actuales. En mi infancia me cansé de comer langosta.
L.C.- En el mercado no las regalaban.
R.B.- Si lo sabré yo. Pero si se partían una pinza ya no se podían vender. Y a la olla. Bueno, mi padre vendió la barca...
L.C.- ¿Y usted...?
R.B.- No tenía ningún interés por hacerme a la mar, así que me alegré. Mi primer trabajo fue en la Fusteria Font, en el Moll. Allí conocí gente...
L.C.- ¿Qué gente...?
R.B.- Gente que me introdujo en la lucha antifranquista. Miquel Tugores, el actual director de la galería Dionís Bennàssar, en Madrid, lideraba el Partido del Trabajo. Me afilió.
L.C.- Entonces usted proviene del marxismo-leninismo, tendencia maoísta.
R.B.- ¿Va a echármelo en cara...?
L.C.- Sólo se lo recuerdo. ¿He hecho mal...?
R.B.- Qué va. Llegué a creerme que la revolución era posible. ¿Y qué hacíamos los del PTE...? Mirábamos de reventar, sin conseguirlo, los mítines de Fraga, creyendo que así contribuíamos al cambio.
L.C.- Lo dijo Paul Krugman: España está en el corazón de la crisis.
R.B.-Y probablemente acertó. La situación en España es muy parecida a la de Estados Unidos, por lo de la burbuja inmobiliaria. El desastre tiene su origen en Aznar y Rodrigo Rato. Aunque también es cierto que Zapatero, en su primera legislatura, no hizo nada por corregirlo.Y tampoco lo hace ahora, esta es la verdad... Aquí, en las Illes Balears, se han descalificado algunos proyectos urbanísticos. Y en Seseña, en Toledo, también se han anulado algunos... Muy poco se ha hecho para lo que hay en marcha.
L.C.- Se había referido a los inicios de la burbuja inmobiliaria...
R.B.- ¿Y quiere que continúe...? Se permitió el cemento en cualquier sitio. En España se han construido más viviendas, en los últimos años, que en la totalidad de Francia, Inglaterra y Alemania. ¿Qué más puedo decirle para evidenciarle la desmesura...? Copiamos el modelo de crecimiento norteamericano y así nos luce el pelo.
L.C.- ¿El modelo Bush...?
R.B.- El modelo Clinton. Que cada palo aguante su vela. Luego, Bush, se apuntó al disparate. Y Aznar le copió. Y Zapatero dejó que la burbuja aumentara. Bien es verdad que aho ra ha intentado parchear la situación.
L.C.- ¿Tarde y mal...?
R.B.- Así es. ¡Tarde y mal...! En el último año, las entidades financieras han recibido un pastón de los fondos públicos y, aún así, en vez de ayudar a reflotar la economía, la hunde. No dan créditos. Vaya, usted, a pedir un crédito... No se lo concederán. En cambio gestionan nuestros ahorros. ¡En fin...! Han de tapar otros agujeros que tienen que ver con las urbanizaciones.
L.C.- En las Illes Balears ¿nos salvará el turismo?
R.B.- Puede que sí. Pero el modelo turístico actual ya es poco competitivo. Las zonas hoteleras tradicionales están en la fase final del siglo de vida que se les presume.
L.C.- ¿Y quién ha de pagar la reconversión del sector?
R.B.- En buena lógica, el mismo sector. De ahí que me escandalice el chantaje continuado que hacen los hoteleros a la Administración y a la propia sociedad. ¿Que hay que modernizarles los hoteles...? ¿Dónde está escrito...? ¿Y por qué no pagamos a un carpintero la modernización de su taller?
L.C.-...
R.B.- El stand de Fitur nos ha costado dos millones de euros. ¿Y para qué sirve Fitur...? Desde luego, al señor que tiene un hotelito en Cala Sant Vicenç no le aumentará los beneficios. Dos millones, sólo el chiringuito... Eche las cuentas. ¡Y tenemos cien mil parados! ¿Qué pasa...?
L.C.- Dígamelo.
R.B.- Se lo digo. En cualquier país, incluso los sectores más críticos, sienten un cierto orgullo de sus industrias básicas. En cambio, aquí, no se adivina una percepción social positiva del turismo. Y me niego a aceptar que esta mala imagen parta de la presión de cuatro radicales. La gente se pregunta: ¿Y por qué voy a pagar yo la reforma de sus hoteles...? ¿Y por qué gozan de privilegios urbanísticos? ¿Y por qué no le reforman la mercería a mi sobrina...?
L.C.- Dígame ¿qué hace al caer la noche?
R.B.- Me quedo exhausto. Acostumbro a leer. Y escucho música. Tengo curiosidad por todos los ritmos y aportaciones étnicas. Pero siempre vuelvo a los clásicos.