Joan Bennàssar, pintor. | S. Amengual

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Joan Bennàssar razona en voz alta, de manera que pronuncia miles de palabras por minuto. Y articula infinidad de conceptos. De manera que el espacio que concede Brisas a esta entrevista es insuficiente para dar cabida a cuanto piensa y dice. En el Bennàssar actual hay tres líneas nítidas que desvelan sus preocupaciones en el ámbito humano, familiar y profesional. Repite una y otra vez su amor por el trabajo y la superación, en el trabajo, como planteamiento vital. "Los indios y judíos que trabajaban de chófer cuando yo vivía en Inglaterra -me dice- ahora son empresarios".
En referencia al plano familiar y de convivencia, me comenta que una de sus obsesiones consiste en cuidar el jardín. "¿Tiene rosales, árboles ?" le pregunto. Y me responde que se refiere al jardín espiritual en el que crece el amor y la amistad. En cuanto a sus proyectos pictóricos me cuenta que en este mes de diciembre, a punto de comenzar, expondrá en la Galería Ovidi Montllor, de Alcoi. Sin embargo, incide en repetir que la exposición en salas especializadas ya no es la única posibilidad que tiene el artista de mostrar su obra. Bennàssar se inclina por el libro de lujo, de gran formato, como manera más efectiva de divulgar su producción. Precisamente él, que ha gozado de prestigio suficiente como para exponer en galerías de primera línea en ciudades del mayor peso cultural -Colonia, París, Los Àngeles, Hamburgo, Barcelona, Madrid, Osaka, Estocolmo, Nueva York, etcétera- no se siente cómodo participando en los circuitos artísticos. Aduce razones de tipo ideológico. "No estoy dispuesto a aceptar el dogal en el cuello a cambio de una gloria efímera", comenta. Si hay otras, no las cita.

Tiene una cabeza maciza, de luchador de catch. Y su mirada, ora lejana, ora astuta, recuerda la del contrabandista. Joan Bennàssar (Pollença, 1950) es el pintor Joan Bennàssar. Ha vivido la vida a zarpazos, instalado entre Barcelona, Mallorca, Londres y París. Desde 1995 reside nuevamente en su pueblo natal, lo que no supone ningún retiro. Pollença es la platea desde donde observa el mundo.
Realizó su primera exposición individual en 1971. Han pasado décadas.
Le pregunto si se reconoce en aquella primera obra. Me responde:
Joan Bennàssar.- Sin ningún problema, porque soy el mismo. Aunque tal vez tengo una visión más profunda y más rotunda de las cosas, porque he ido acumulando experiencias que inciden y moldean los conceptos iniciales.
Llorenç Capellà.- ¿Hasta propiciar un nuevo lenguaje?
J.B.- No. Aunque parezca un contrasentido, no. Por cuestiones de edad me veo en la obligación de encarar unas reflexiones de tipo personal, incluso doméstico, que treinta años atrás ni me planteaba. Soy tan radical como antes. No obstante, he tenido que enfrentarme a unas responsabilidades de padre que me eran desconocidas. ¿Me explico ? La necesidad de buscar una sintonía entre las ideas generalistas y el día a día, me ha hecho más tolerante, más próximo a la realidad. Por otra parte, tengo la sensación de que nuestro mundo, el de usted y el mío, está cambiando.
O igual me paso. Le doy vueltas continuamente a todo.
L.C.- ¿A todo ?
J.B.- A todo, a todo Entre la Revolución Francesa y la promulgación de la Constitución de los Estados Unidos, se da un cambio total del concepto de libertad. La Revolución Francesa es la toma de la Bastilla. Y la Constitución americana, en cambio, garantiza las libertades públicas a partir de un férreo control del orden público.
L.C.- ¿Y ?
J.B.- Que algo habremos hecho mal, las personas, para que ambas comunidades, la francesa y la americana, persiguiendo un mismo objetivo lleguen a conclusiones tan diferentes. Tal vez nos ha perdido un exceso de idealismo, porque el idealismo necesita apoyarse en la responsabilidad y no la hemos tenido. No hay idealismo válido sin responsabilidad asumida.
L.C.- Vale.
J.B.- ¿Sabe por qué se considera al hombre el centro de la Creación ?
L.C.- Dígamelo usted.
J.B.- Pues porque, en parte, ha tenido la suficiente picardía y maldad como para imponerse a las demás especies.
L.C.- Mírese el ombligo y estará feliz y satisfecho.
J.B.- Lo estoy sin necesidad de mirármelo. Sin embargo, pasan cosas, en la vida de uno, que luego, contempladas con perspectiva, te permiten ver que hay saltos, rupturas Mi primera esposa era inglesa y me llevó a vivir a Londres. La actual, Cristina, es catalana, y decidió que nos instalaríamos en Pollença. Y así ocurre en todos los aspectos de la vida. Hemos pasado de vivir en un régimen fascista a otro democrático ¡Son saltos grandes !
L.C.- Ya lo creo.
J.B.- Sobre todo para nosotros, los pueblos mediterráneos, que sabemos que lo importante es avanzar haciendo camino en busca de nuestra Ítaca.
L.C.- ¿Cómo se reflejan en su obra todos estos razonamientos?
J.B.- Tiempo atrás me empecinaba en reflejarlo todo en un cuadro.
Ya me entiende: sentimientos, ideas, pasiones, esperanzas y miedos Ahora no. Tal vez porque no soy portador de ninguna verdad indiscutible y antes sí lo era. Ahora dudo.
L.C.- Voilà un sano ejercicio.
J.B.- ¿El de dudar ?
L.C.- Sí.
J.B.- Pues lo practico. No quiero convertirme en juez de nada ni de nadie. Provengo de un mundo Bueno, ya lo hemos hablado.
Además, yo no puedo quejarme, porque debo considerarme un privilegiado.
El arte me da para vivir y no dependo de ningún jefecillo que vigile si cumplo con mi horario de trabajo. ¿Qué más puedo pedirle al mundo ?
L.C.- Nada.
J.B.- Sobre todo si me comparo con otros artistas nacidos en países en vías de desarrollo o sometidos a una dictadura. Si miro lo que pasa en el mundo, me vuelvo más y más escéptico.
Luego, mi propia fe en las cosas y en la condición humana me diluye un tanto el escepticismo Mi hijo menor, de veintiún años, estudia filosofía
L.C.- Seguro que se enrollan.
J.B.- Usted dirá. Procuro educarlo en el amor al esfuerzo. Todos nacemos con derechos, pero el derecho a que se nos respeten los derechos, permítame la redundancia, se gana con sudor. Y me pongo de ejemplo. Ya rozo peligrosamente los sesenta y sigo luchando.
Y la lucha y el trabajo me rejuvenecen. Mi pensamiento es más fresco que el de treinta años atrás, porque el marxismo me condicionaba de una manera determinante.

Casi divinizo el trabajo, porque formo parte de una generación que no tenía nada. La juventud actual lo tiene todo. Sin embargo, no por tener más facilidades, su obra será mejor ”

L.C.- ¿Cómo nace su propio mundo pictórico?
J.B.- No lo sé. Ni sé si lo tengo. Y si lo tengo, no sé si es el caos. A mí me encanta la obra de Juli Ramis, en parte por eso, porque predomina un cierto desbarajuste. Como en la mía. Claro que, tanto en uno como en otro, es únicamente un desbarajuste formal. Guillem Frontera ha escrito que en el conjunto de la obra de Joan Bennàssar hay múltiples Joan Bennàssar. Ahora me doy cuenta de que en mi pintura hay una lectura continuada, propia. ¿Que he tenido vacilaciones ? Sin duda. Pero he trabajado muchísimo hasta dar con una coherencia interna.
L.C.- Correcto.
J.B.- Casi divinizo el trabajo, porque formo parte de una generación que no tenía nada. La juventud actual lo tiene todo. Sin embargo, no por tener más facilidades, su obra será mejor. Para hacer una obra digna te han de doler los huesos. Ya ve, incluso los huesos Lo digo porque los artistas jóvenes están excesivamente pendientes de su imagen pública. Porque lo que vende es la imagen Si ya lo sé. No se pueden vender patatas sin tener buena imagen.
Que, por cierto, se ha conseguido una perfección prodigiosa en cine, en vídeo
L.C.- Seguro.
J.B.- Curiosamente la pintura, que es la creadora de imágenes por antonomasia, se ve obligada a convivir con medios mucho más competitivos. Pero esto ya viene de lejos.
L.C.- ¿De cuándo?
J.B.- No sé. Desde hace mucho. A mediados del pasado siglo la realidad se interiorizó. El abstracto es pintura interiorizada.
¿O no ? Tàpies cogía una cuerda, la enganchaba en un cuadro y proclamaba que aquella cuerda era material sensible.
L.C.-
J.B.- Y llevaba razón. Y democratizaba el arte. Los creadores tenemos el deber de conquistar nuevos espacios de sensibilidad.
Cuando subimos un escalón, hemos de mirar el de más arriba.
L.C.- Pero se tropieza poniendo el pie en falso. J.B.- Cierto.
Ello significa que todo lo que se hace de novedoso se ha de asimilar.
Mi obra de ahora es fruto de la reflexión continuada. Si doy un paso hacia la experimentación, es porque creo en lo que estoy haciendo.
L.C.- Usted se ha apartado del circuito de los galeristas más conocidos.
J.B.- Porque me han decepcionado. No saben vender la pintura que se hace en España. ¿Que la carrera de Barceló marcha sobre ruedas ? Sí. Pero la dirige un marchand suizo.
L.C.- Vamos a ver, ¿y por qué no saben venderla?
J.B.- Porque pensaban que todo se reducía a un abrir las puertas de su galería. Por otra parte, permanecen aferrados a un concepto academicista de la pintura. El pintor, bajo su influencia, ni habla ni piensa. Y el pintor, si pierde su orgullo, no es nada.
¿Me entiende ? Nada de nada.
L.C.- ¿Debo interpretar, en términos generales, que el pintor se somete al criterio del galerista?
J.B.- En todo. Pero no sólo del galerista, sino indirectamente del Estado, porque el Estado es el mejor cliente de los galeristas.
Yo creo, sinceramente, que tal como está montado el tinglado pictórico, los galeristas están abusando de la Administración.
L.C.- ¿Y del artista?
J.B.- También. Aunque parezca que está más protegido y mimado que nunca. Fíjese: un artista novel puede empezar a rodarse en el mercado con dos mil obras vendidas de antemano. ¿A cambio de qué ? De que haga la obra que se le exige. Se da, por parte de los galeristas, un control absoluto del arte y del gusto de la gente.
L.C.- Se lo adelanto: se ha convertido usted en una factoría de pensamientos.
J.B.- Es posible. Paso muchas horas del día en soledad y le doy vueltas a la cabeza. Yo soy pintor porque soy intuitivo. Me cuento historias, películas Y huyo de la realidad que me ofrecen los periódicos.
L.C.- ¿Por qué?
J.B.- Me angustia. Hemos acortado las distancias y, a cada día que pasa, el mundo es más pequeño. Los países occidentales deberían pactar con los demás para garantizar un futuro social armónico, sin grandes injusticias.
L.C.- ¿Qué le ha supuesto el marxismo?
J.B.- Me ayudó a entender el mundo desde una perspectiva más justa. Luego, con los años, entendí que la condición contradictoria del hombre hace que las ideologías se queden en pura teoría.
Pero, aún ahora, me sirve. Hay mucha voluntad de mejorar a la persona en el marxismo. ¿Sabe ? Me alegra que mi hijo estudie filosofía. Incluso le diría que todos los universitarios deberían estudiar obligatoriamente algunos cursos. Después, que trabajen en lo que puedan.
L.C.- ¿Qué valor le da al dinero?
J.B.- Le doy. Tanto es así que necesito saberme bien pagado.
Forma parte de un legítimo orgullo ¿comprende ? Trabajo y se me paga adecuadamente. Aún así no he acumulado riqueza alguna.
L.C.- Hubo un tiempo en que dejó de pintar.
J.B.- Porque entendí que la obra de los pintores sólo era consumida por una clase social privilegiada a la que combatía. Más adelante comprendí que basaba mi razonamiento en criterios muy primarios.
Y rectifiqué. Pero no renuncié a mi pasado. Si Joan, mi hijo, el que estudia filosofía, hubiera nacido en el País Vasco, igual ahora sería terrorista. El azar juega una baza determinante en nuestras vidas.
L.C.- ¿Cuándo decidió pelarse al cero?
J.B.- Tan pronto como empecé a quedarme calvo. Quisiera ser eternamente joven ¿Comprende ? Hago gimnasia todos los días, cuido el físico.
Sólo acepto que la madurez se refleje en mi obra. Me he vuelto muy reflexivo. Al fin y al cabo, pintar es una manera de pensar.
L.C.- ¿Suscribiría Tàpies sus palabras?
J.B.- Probablemente sí. Aunque si él las hiciera suyas las diría mejor. Tàpies es un intelectual fruto de un tiempo muy concreto, porque ahora ya casi no quedan pintores intelectuales. Reconozco la influencia de Tàpies en mi obra. Y la de la pintura americana de la primera mitad del siglo pasado, aunque el mercantilismo americano supuso una auténtica bomba atómica en el mundo de la pintura.
L.C.- ¿En qué sentido ?
J.B.- Los museos alemanes están repletos de pintura americana.
Es parte de la factura que tuvo que pagar Alemania después de perder la guerra. Pero da igual. La gente quiere ser engañada.
L.C.- ¿Qué dice ?
J.B.- Lo que oye. Estamos configurando un país en el que la última palabra la tiene Belén Esteban. ¡Ya me dirá ! En el siglo XX el hombre era un idealista que se aproximaba a Dios. En el actual, el amor a Dios se ha sustituido por el amor a los animales. Y los héroes son los deportistas.
L.C.- No se amargue la vida.
J.B.- No lo hago. Pero no luché contra Franco para que únicamente se llenaran los estadios, sino los teatros, los museos Le diré algo sintomático: todos mis conocidos que se dedican a la enseñanza quieren jubilarse lo más pronto posible porque no pueden soportar a los alumnos.
L.C.- ¿Y ?
J.B.- ¿Hacia dónde vamos si crece una generación sin respeto ni cultura ?
L.C.- Déjelo. Seguro que pintando se siente Dios.
J.B.- Seguro. Pinto como respiro. Y necesito pintar para sentirme vivo.