Nieves Herrero, ayer, junto a la entrada del Grup Serra. | Jaume Morey

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Con Nieves Herrero, periodista y presentadora de televisión, hablamos ayer en Palma sobre su nuevo libro, una novela en la que relata la historia de amor entre Sonsoles de Icaza, esposa del marqués de Llanzol, y Serrano Súñer, marido de Zita, hermana de Carmen Polo.

Una historia, nos confiesa, parecida a la que vivieron Sonsoles de Icaza y el ‘cuñadísimo’ de Franco fue la de Isabel Preysler y el ministro Boyer, ambos casados, por lo que se levantó un gran escándalo. Pero, si estos rompieron con sus cónyuges y se casaron, Sonsoles y Ramón siguieron viviendo con los suyos, incluso cuando nació Carmen, fruto de su relación, a quien el marqués de Llanzol, no sólo dio sus apellidos sino que la consideró como una hija verdadera.

Le cambió la vida

«Y también esta historia se podría extrapolar a la de la duquesa de Alba. Porque mujeres que han sabido ponerse el mundo por montera y que han desafiado las costumbres de la época, las ha habido y las habrá siempre. Lo mismo que amantes, porque ¿quién puede frenar a un corazón desbocado? Es imposible. Y esta mujer, Sonsoles –regresa a la protagonista de su obra–, instalada en la aristocracia de aquella época, casada con un marqués y musa de Balenciaga, al enamorarse perdidamente de Serrano Súñer, vio como su vida se daba la vuelta como un calcetín, pasando de tranquilidad a la zozobra y la angustia. Porque incluso cuando le decía a su hija, Carmen Díaz de Rivera, que llamara a su padre, no le decía llama a papá sino, llama al tío Ramón. Y tío Ramón le llamó hasta que se enteró que no era su tío, sino su padre. Y no fue porque se lo contara su madre, sino que lo hicieron otras personas, por lo cual nunca la perdonó. Y a partir de ahí, a él le llamó Serrano a secas».

Según Nieves, «pese a vivir en un Madrid lleno de espías, donde todo se sabe, y más a ciertos niveles sociales, Sonsoles y Ramón, que inician su relación en 1940, pueden mantenerla en secreto hasta que nace Carmen, en 1942. Aunque a decir verdad -matiza- lo suyo fue un rumor a voces».

El marqués, el más digno

Y una vez que se supo, sigue contando la autora de esta historia, «ella jamás lo ocultó; es más, se lo preguntaban y lo contaba. Por ello, tal vez el más digno y más caballero de todos fuera el marido de ella, el marqués, que jamás se fue de casa, sino que siguió viviendo en ella y con ella, dando incluso el apellido a la niña sabiendo de que no era suya. Encima, el marido ha de enfrentarse a una sociedad que hace bromas sobre el amor de su mujer, a las que no hace caso, mirando hacia otro lado. Y por supuesto, la mujer de Serrano también».

Serrano y doña Carmen

¿Tiene que ver esta situación con que Franco prescinda de él en su Gobierno? ¿Y qué opinaba doña Carmen viendo como su cuñado humillaba con otra a su hermana? «Evidentemente, todo influyó, sobre todo la opinión de doña Carmen, que ya estaba un poco harta de su cuñado, viendo que salía más en la prensa que su marido, no pudo más cuando su hija, Carmencita, le preguntó que quién manda en España, el tío Ramón o papá. Y a partir de ahí comienzan los desencuentros y los distanciamientos entre los dos cuñados. Incluso Serrano, cuando en los discursos de Franco la gente aplaude, deja escuchar su voz: ¡Ya basta de pelotas! No estamos en una corrida de toros para tantos bravos y ovaciones.
Para desgracia suya, empezó a cobrar fuerza Carrero Blanco, instigado por Carmen Polo, que le decía a su marido que se fiara más de este que de su cuñado, y de este modo le fue quitando poder hasta que, tras una crisis de gobierno a causa de un incidente ocurrido en Begoña, donde mueren varias personas, lo dejó fuera del Gobierno».

Nieves reconoce que el libro tiene un parte histórica que ella respeta meticulosamente, como, por ejemplo, el encuentro de Serrano con Hitler, y otra, cuando al carecer de datos oficiales ha de fiarse de lo que le cuentan las personas a las que consulta. «Porque de puertas para adentro te tienes que fiar de lo que te ha contado alguien, y más si, como en este caso, ninguno de los dos dejaron ni un sólo documento escrito. Y entonces te basas en lo que te cuenta gente próxima a ellos, o lo escribes de acuerdo a lo que te pide el personaje. Y cuando tenía dudas... Pues una vez le pregunté a la condesa de Romanones que dónde solían encontrase los amantes aristócratas de entonces, y me dijo que nunca en hoteles, pues dejan rastro, sino que lo hacían en pisos».

Carmen, Suárez y el Rey

La pregunta del millón respecto a esa historia es si entre Adolfo Suárez y Carmen Díaz de Rivera, que fue, según se dice, su musa, hubo algo, y Nieves responde sin dudar. «Esto, antes que yo, ya lo exploró Manuel Vicens a través de un libro que escribió en febrero de 2013, en el que se fijó, no en la Transición sino en Carmen. Pero a mi, Carmen sólo me sirve para hacer un flashback, recordando la vida de sus padres. Por supuesto que la vida de Carmen siempre estuvo rodeada de rumores que ella jamás confirmó. Ni incluso en la biografía que hizo con Ana Romero confirmó el triángulo Juan Carlos, Suárez y ella. Sí que es verdad que se llevaba muy bien con los dos, pero hasta el punto de ser amantes, ella no lo dijo. Lo que sí fue una mujer muy guapa y muy echada p’alante, que igual le decía a Suárez que era un facha si no hacía esto, y quien sabe si al Rey también le decía lo que pensaba. Y también fue mujer rebelde, rebeldía que creo que surge a raíz de cuando le dan la noticia de que no podía casarse con el hombre del que estaba enamorada, Ramón, su hermanastro, el tercer hijo de Serrano Súñer. A partir de ahí nadó mucho contra corriente, en el sentido de que su familia era de derechas y ella no, es más, se hizo de izquierdas».
 
Diferencias entre ellas

Por último, Nieves nos habla de las diferencias que pudiera haber entre la protagonista de su novela y la mujer de Serrano Súñer, ambas de la alta sociedad. «Sí, pero Zita Polo, la mujer de Serrano, era muy religiosa y sumisa y sólo con ojos para s marido, mientras que Sonsoles era capaz de llevar la contraria al marido y a su amante. Era, además, descarada, graciosa y muy preparada intelectualmente.