Momento de la salida de la Virgen Dolorosa de la iglesia de Sant Nicolau, propiedad de la familia Ferrer Alcover. | Jaume Morey

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El tiempo permitió ayer la celebración de la procesión del Martes Santo, suspendida el año pasado por la lluvia. En un año especial para la cofradía anfitriona, la de Virgen de la Dolorosa, que cumple su centenario (es la segunda más antigua de Palma después de la Cofradía de la Cruz de Calatrava), la procesión partió poco antes de las nueve, tras la tradicional misa, de la iglesia de Sant Nicolau y recorrió el mismo itinerario de cada año hasta la iglesia de La Sang.
Como novedad, la Virgen de la Dolorosa lucía un corazón con siete dagas, un regalo de otra cofradía por su aniversario. El pan de oro con el que está construido resplandeció de manera especial después de la restauración a la que ha sido sometido el paso durante el invierno.

La imagen, obra del escultor mallorquín Guillem Galmés, había sido expuesta a la veneración de los fieles en el altar mayor de la parroquia desde hace unos días, como ya es costumbre.

Al ser la única procesión que salió ayer, a ella estaban invitadas todas las cofradías de la ciudad (treinta en total) y acudieron la gran mayoría, lo que le dio a este desfile una gran vistosidad con unos 1.000 penitentes acompañados de la música de la banda municipal de Palma. La procesión transcurrió lenta, como debe ser, pero bien arropada por el público asistente.