Rafael Vich, José Martínez, Jaume Arbós, Jeroni Serra, Silvia Pimentel, Manuel Sañudo, Tania Álvarez y Antoni Sitjar, de las cofradías Virgen de la Salud y Santa Cena. | Eugenia Planas

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Con un tímido sol de media tarde sobre los pasos que iban a desfilar horas después, la plaza del Hospital General acogía un revuelo de cofrades de varias parroquias, costaleros de pasos de cofradías diversas y penitentes de todas las edades dispuestos a caminar durante dos horas con emoción contenida pero que, en la espera, aprovechaban para animarse con gestos amistosos.

En el interior de la iglesia, decenas de personas se entregaban a la meditación y el rezo antes de acariciar las manos y los pies del Crist de la Sang a quien le pedían favores.

Faltaban varias horas para que comenzase la procesión para la mayoría de pasos y cofradías y, en el patio de La Misericòrdia, jóvenes y adolescentes mostraban disciplina y orden en la concentración de largas e interminables horas.

Algunos de ellos esperaban sin algarabía que entrase casi la madrugada para participar en esta procesión que honra al Crist de la Sang, venerado por los ciudadanos. Miles de fieles acudieron a la iglesia para ver de cerca la imagen que, entrado ya el Viernes Santo, saldría del hospital portado por prohoms y sobreposats y saludando a los enfermos, y seguiría de frente su recorrido hasta la Seu. Todavía sin el capirote durante la espera, se vieron muchas caras conocidas de la sociedad isleña.

El presidente de las cofradías de Palma, Miguel Llabata, paseó ante los diferentes pasos expuestos en la plaza atendiendo a los cofrades. El público se arremolinaba cerca del hospital para ver el comienzo de la procesión de La Sang y escuchar la historia de cada paso explicada a la salida de cada cofradía. La emoción se podía palpar entre los penitentes y los ciudadanos que pasaron varias horas al frío de la noche para ver salir al Crist de la Sang entre aplausos.