El jugador estadounidense Michael Bradley (d) es felicitado por su compañero Hérculez Gomez (i) después de marcar el segundo gol de su selección. | Efe

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Eslovenia y Estados Unidos protagonizaron hoy un partido atractivo por intenso, de ida y vuelta y disputado en las áreas, en el que se acabaron repartiendo los goles (2-2) y los puntos para mantener vivas sus esperanzas de meterse en los octavos de final.

Al pie de Valter Birsa, el volante del Auxerre, llegó una pelota aparentemente intrascendente, a unos 25 metros del marco de los estadounidenses, que no pusieron impedimento alguno para que el «diez» esloveno se acomodase el «Jabulani» a la bota izquierda y le pegase estupendamente, trazando una parábola imposible para Howard, una estatua.

Había discurrido menos de un cuarto de hora, disputado con mucha intensidad pero poco brillo, ambos equipos más pendientes de no ceder la zona ancha que de conquistarla, de negar el fútbol del rival que de imponer el suyo.

Bob Bradley había decidido darle la batuta de su equipo a José Francisco Torres, un error que corrigió en el descanso tras comprobar que el reto le quedaba grande al centrocampista del Pachuca mexicano, siempre fuera de sitio, errático en el corte, incapaz de ejercer de mariscal para dar sentido al juego.

El gol de Birsa descompuso a EEUU, que perdió orden táctico, cedió la pelota y medio campo; pero lo realmente sorprendente es que durante veinte minutos los muchachos de Bradley, que si por algo se distinguen es por su inconformismo y su brega, parecieron un equipo entregado.

Necesitó mucho tiempo EEUU para recuperarse del gol, pero lo hizo, aunque fuese para recibir otra bofetada del destino: un tanto de Ljubijankic al filo del descanso después de que el balón se pasease por delante del marco esloveno sin que Donovan hubiese podido hacer el empate.

Lo impidió por los pelos la defensa eslovena, que enseguida montó una contra para en tres pases, y tras una gran asistencia de Novakovic, dejar solo y en carrera a Ljubijankic ante la salida de Howard, al que le hizo el segundo.

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El seleccionador estadounidense movió el mecano en la caseta, retiró a Torres y a Findley en el descanso y dio entrada a Edu y Feilhaber, buscando sangre nueva, más actitud y sobre todo más llegada.

Y el fútbol tardó tres minutos en darle la razón, aunque fuese tras un grave error de César en el corte que dejó a Donovan frente a Handanovic con solo la pelota de por medio.

El volante del Galaxy, muy escorado, le pegó alto y arriba, y EEUU volvió a ver la luz y a creer en su fútbol, más físico y rocoso que fino, pero igual de efectivo cuando sirve para correr, para jugar a tumba abierta, al ida y vuelta, un desafío que aceptaron los eslovacos para convertir el encuentro en una ruleta.

Se sucedieron las aproximaciones en ambas áreas. La pelota, durante tantos minutos trabada en medio campo, corrió de lado a lado y el partido devino en una locura muy atractiva para el espectador.

Fue en ese terreno que recuperaron los estadounidenses la esencia de su fútbol y que consiguieron hacer el empate por medio de Bradley, de nuevo el héroe de su selección, como ya ocurriese frente a Inglaterra en su primer partido mundialista.

Fue un gol tras un contraataque bien rizado y con Bradley entrando por el medio al más puro estilo «center», como en el baloncesto, para recibir una asistencia y hacer el empate.

Las ocasiones se sucedieron en ambas áreas, y Radosavljevic o Novakovic pudieron apagar de nuevo todas las esperanzas estadounidenses de no haberse topado con Howard en un final de partido no apto para cardiacos.

Al final, un justo reparto de puntos que deja a ambos equipos con opciones de meterse en los cruces tras uno de los partidos más intensos de los que hasta ahora se llevan disputados en Sudáfrica.