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«Desamparo», «abandono» y «desinformación» son tres de las palabras más repetidas estos días por el colectivo musical. El precinto por parte de la Patrulla Verda de unos setenta locales de ensayo en Son Bibiloni -en realidad, antiguas cuadras y almacenes construidos en suelo rústico y alquilados por su propietario a bandas de música desde hace quince años- ha puesto en evidencia las pésimas condiciones en las que deben ensayar los grupos. En Palma el Ajuntament no dispone de instalaciones para los músicos, que deben «buscarse la vida».
Los locales son propiedad de Joan Vadell, que desde hace un par de años los tenía subarrendados a José Suárez. Por cada espacio, algunos de ellos compartidos por varias formaciones, se pagaban unos 150 euros, en efectivo y sin contrato. De la recaudación total, Suárez percibía «2.000 euros al mes». El resto, según su versión, era para Vadell. En las instalaciones, pocos baños para tanta gente, ambiente cerrado y húmedo y nulas condiciones de seguridad. Vadell, que reconoce que las instalaciones son «ilegales», se defiende: «No hay normativa específica. Nunca nos han dicho cómo deberíamos hacerlo. Que nos lo digan y lo cumpliremos». Fuentes de Cort atajan el tema recordando que, al tratarse de suelo rústico, el propietario no puede construir ni conseguir licencia para ninguna actividad pública. Aunque los locales se inspeccionaron por una denuncia de ruido, fueron precintados porque «el uso del suelo es incompatible con esta actividad», resume Nanda Ramon, regidora de Cultura i Joventut.
Sin opciones
Condiciones parecidas se repiten en los treinta locales de ensayo de Son Pardo (también propiedad de Vadell) y en otros situados en Son Ferriol y Casablanca. ¿Por qué aceptan los músicos tan pésimas condiciones? La respuesta es sencilla: no encuentran alternativas. «Realmente no hay nada. O te montas tu propio estudio o te vas a la Sala Assaig, donde te cobran el doble por la mitad de espacio. Un grupo como el nuestro, con seis miembros, no cabe allí», explica Pep Amengual, de Cool Daddies.
Tras el cierre de Son Bibiloni, Invasores de Marte se han trasladado a Son Ferriol. Su líder, Moisés, apunta que intentó «que hiciéramos presión a Cort», pero reconoce que el colectivo musical «no se asocia. Esto es 'sálvese quien pueda'». Lo mismo dice Pedro Zubiri, de Blind Panic: «Se hacen las cosas que más reclaman los ciudadanos. Los músicos, cuando ya vuelven a tener un sitio donde ensayar, se callan y todo se enfría. Por eso llevamos así tantos años». El grupo de Zubiri no puede ensayar ahora porque no tienen espacio. «No hay locales para todos», sintetiza. «Ante la falta de opciones, Son Bibiloni cumplía su función. Pero la solución no es que lo vuelvan a abrir. Esto debería servir para que finalmente se construya algo en condiciones. Siempre hay proyectos pero Cort nunca ha hecho nada». Los músicos no olvidan un suceso que les pone los pelos de punta: hace unos años, un compañero «murió quemado en un incendio, en un local similar a éstos».
Chester Dinamita, de Honkey Tones, denuncia que el colectivo está «desprotegido» por las instituciones. «Parece que no formamos parte del arte y la cultura. Necesitamos un sitio donde ensayar y nos tenemos que adaptar a lo que hay». «Si nos quitan esto ya me dirás qué hacemos. El Ajuntament podría ayudarnos y construir unas instalaciones», reclama Pep Amengual. La regidora Nanda Ramon, que recientemente asumió las competencias de Joventut tras la expulsión de UM de Cort, afirma que la situación es «una prioridad. Miraremos la disponibilidad de locales o de suelo municipal», promete.